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Daniel Clowes: "Walter Matthau sería perfecto para interpretar a Wilson"

Hollywood se fija en la nueva novela gráfica del padre de los personajes marginales, con la que sacude la hipocresía en las relaciones personales

 

P. H. R.

Siempre es reconfortante conocer a un viejo cascarrabias, que reniega de todo lo que sucede a su alrededor sin venganzas políticas. Ese es Wilson, vecino de Oakland, militante desairado contra la estupidez de sus semejantes, incapaz de llevar una relación confortable con su comunidad por su escepticismo. '¿Cómo diablos se supone que vamos a cambiar el mundo con toda esa maldita gente complaciente alrededor?', se pregunta después de negarse a indicarle cómo llegar a la autopista a un tipo en su furgoneta pick-up, por su 'asquerosa exhibición de arrogancia'.

Tanta sinceridad impide a Wilson comprender y ser comprendido. El protagonista de la nueva novela gráfica de Daniel Clowes (Chicago, 1961) es cínico, amargo, escéptico, cruel, irónico, tierno, un rebelde solitario que no ha renunciado, a pesar de todo, a encontrar algo parecido a la felicidad. En cada golpe de Wilson (Reservoir Books), Clowes ha logrado convertir a un personaje tan molesto en un ser absolutamente iluminado.

'El mundo que le rodea sí que es deprimente', dice el autor

Es esta la primera vez que Clowes se vuelca en un relato en unidad de novela. Hasta el momento ha sido autor de series, aunque la propia estructura narrativa de Wilson lo aproxima mucho a los capítulos.

Un relato tan sardónico de los pozos negros del ser humano ya ha llamado la atención de Hollywood, y será Alexander Payne (director de Entre copas, pendiente del estreno de The descendants, comedia dramática protagonizada por George Clooney) el encargado de adaptar el cómic para la Fox Searchlight Pictures. 'Sí, Walter Matthau sería perfecto para interpretar a Wilson. ¡Pero sólo si pudiéramos hacer la película en 1972!', dice Clowes sobre el actor que encarnó las miserias del periodismo en Primera plana, de Billy Wilder.

'No encuentro para nada deprimente a Wilson. El mundo que le rodea sí que es deprimente. Él simplemente se enfrenta a ello sin protegerse con el autoengaño', explica el autor norteamericano a este periódico. Es cierto que de todos los perfiles que Clowes ha dibujado sobre el mundo en que le ha tocado vivir es, en el fondo, un ser esperanzado. El problema de Wilson es que llega tarde a la esperanza: una buena mañana, mientras toma su tazón de cereales recuerda que lleva 15 años solo, separado de su mujer. De repente un tortazo que le lleva a buscar a su ex pareja y a arreglar su comunicación con su padre. Será demasiado tarde para todo: él ha muerto y ella no quiere saber nada de los peores años de su vida...

El problema de Wilson es que llega tarde a la esperanza

'Parece creer en la posibilidad de la felicidad mucho más que la mayoría de mis personajes, e incluso parece encontrar alguna versión de la felicidad en dos momentos diferentes en la historia. A pesar de que está confundido y decepcionado por el mundo, parece más dispuesto que la mayoría a tratar de superar su desesperación y encontrar la belleza y el significado de nuevos y sorprendentes lugares', resume el dibujante.

Clowes cree que Wilson es una persona honesta que dice lo que piensa, más que un cínico que sólo habla para maltratar al personal que se cruza, y se cruza con muchos vecinos a los que castiga con sus críticas. En la línea de su anterior obra, Ice Haven (publicada por Reservoir Books también), se aproxima a la irritante normalidad desde un marginal, pero en este caso con el virtuosismo técnico por delante. A cada página, un capítulo, y en cada uno un estilo diferente: desde la línea clara, a la caricatura, pasando por su típico rayado underground de Ghost World o David Boring.

Acerca de esa exhibición de recursos, el autor explica que pensó que 'era una buena forma elegante de transmitir la memoria, todos uniformes en su estructura, pero distintos en su tono y su gravedad'. Sin embargo, es un formalismo que tiene como máxima virtud evitar caer en la letanía de la rabia de los excluidos, pero poco más.

Sea como fuere, el viaje de Wilson a los infiernos pasa por darse cuenta de en lo que se ha convertido. De las insostenibles relaciones con su vecindario, Clowes pasa a ubicarlo en las impracticables con su familia. Sueña con ser admitido, con ser normal, pero desconoce cómo se consigue eso. 'Wilson es contundente y sin filtros en sus intentos de comunicación. Pero, como el resto de nosotros, él todavía desea algún tipo de relación con sus semejantes', cuenta el autor para exculpar a su personaje que envejece con un trozo de pizza en la mano, mientras se repite que debe dejar de deprimirse y dar gracias por lo que tiene.

Así es Wilson, un tipo al que a ratos odiamos y a ratos admiramos. Un iluminado cabreado, del que el propio Clowes reconoce su punto de partida inicial para dibujarlo: 'Una versión de mí mismo que contenía elementos contrarios a lo que soy'. Así que admite que comparte ciertas emociones y opiniones con su amarga criatura, pero piensa que él es absolutamente 'contrario en términos de relaciones humanas'.

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