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"Desde que dejé el cine me dedico a vivir"

Cineasta inabarcable. Ha hecho de todo en la industria, especialmente cine ‘made in Hollywood’ en Europa. Ahora rememora su infancia durante la Guerra Civil en ‘Los días grises’

JESÚS ROCAMORA

A vista de pájaro, en plan Google Maps, varios cientos de kilómetros separan a Antonio Isasi-Isasmendi (Madrid, 1927) de la Ibiza que le sirve de retiro desde hace casi 30 años. Exactamente, ahora se encuentra en la madrileña Plaza del Ángel, donde vive María, la hija que tuvo con Marisa Paredes.

Ha dejado la isla por culpa de Los días grises (Aguilar), un libro de memorias donde recuerda sus años de infancia (1936-1945) en Barcelona, en un país en guerra. Como una historia que le cuenta a su perro Pepo, un pastor alemán que ya no corre junto a él, el director de La máscara de Scaramouche (1963) se acerca, se aleja, hace zooms, travellings y flashback por su niñez, como si en lugar de bolígrafo y papel tuviera una cámara entre las manos. Lo otro, sus aventuras en Hollywood, viajes por el mundo y su relación con las estrellas, ya lo contó en Memorias tras la cámara. Cincuenta años de un cine español (2004).

¿Echa de menos a su perro?

Lo quería mucho. Pepo me ha hecho compañía y ha sido mi confidente. Siempre me han gustado mucho los animales. Hubo un tiempo que me llevaban a ver las corridas de toros, hasta que las detesté y nunca más pude ir a ver cómo hacían daño a un toro. Pero como un perro lleva a otro perro, apareció la Illa, que ahora es mi preferida. Aunque tengo dos más.

¿De dónde nace la necesidad de recordar estos años?

Tenía ganas de sacarlo. Lo llevaba en las tripas desde niño. En origen, nació para ser una película. Pero ya me ha pillado tarde. Pensé que podría ser una historia tierna en aquel tiempo tan tenebroso y tremendo que fue la guerra, llevada con la ingenuidad de un niño que no sabe lo que está pasando. Edgar Neville, del que fui muy amigo, tenía una película que me fascinó, La vida en un hilo (1945), que trata de una circunstancia que ha sido una constante en mi vida: en un momento dado, te puede ocurrir algo que te cambia la vida, algo impensable, sólo en un segundo... Conocer a una mujer, a un personaje influyente. O una desgracia. Siempre he dado vueltas a este tema y he pensado coger los hilos repartidos por mi niñez.

Es también un homenaje emocionado a su madre.

Sí. Yo venía de una familia muy acomodada, pero a la que la guerra partió en dos: en la zona nacional se quedaron los pudientes, los ricos; y la parte desgajada, mi padre, en la zona republicana. Tras la muerte de él, las cosas empeoraron. Pasamos hambre y nos fuimos a una buhardilla. Mi madre me ayudó a vivir, me enseñó a leer, escribir y todo lo que sé de la vida. Y me dio un consejo: 'Antonio, cuando salgas por ahí, míralo todo y de lo que veas saca consecuencias, estudia lo que veas, a la gente'. Es una asignatura que ha durado años.

Fue ella la que le introdujo en el mundo del cine. Quizá este fue uno de esos momentos-hilo...

Uno de ellos: he tenido muchos hilos en mi vida. Cuando se acabó la guerra hice de todo: vendí bombones y caramelos en los cines, periódicos en las Ramblas y durante una época pensé que mi futuro era ser limpiabotas. Tras la guerra, cuando comenzó a asentarse todo un poco, mi madre conoció a una directora de doblaje y la llamaban de vez en cuando. Ganaba unas 30 pesetas por convocatoria. Un día, doblaban una película muy famosa, El pequeño Lord, con Freddie Bartholomew. Las doblaba un niño especializado. En un momento dado, en una esquinita de la pantalla, aparecía otro niño que vendía periódicos. Y nadie se había acordado de llamar a un niño para vocear. ¿Te atreves?, me dijeron. Yo tenía que gritar: ¡Ha llegado la prensa de hoy! Y ese fue mi primer contacto.

El título Los días grises es muy cinematográfico. Así se suele recordar el pasado, como si fuera una película.

Claro que recordamos así: el cine es nuestra vida, la vida misma. Mejor o peor retratada, pero es como los libros: te cuentan historia de gente y todos vivimos dentro de las historias de la gente. Somos gente.E imagínate la de películas que hemos visto.

¿Le gusta el cine de ahora?

Hay películas de ahora estupendas, pero ya no son como antes. El cine en blanco y negro está arrinconado. Me refiero a la masa de cine que se hace. Está cargada de impactos costosos pero que son recursos baratos porque no enseñan nada de la vida. De ahora, me ha parecido espléndida El curioso caso de Benjamin Button, hacía mucho tiempo que no veía una película como esta, que te enseña cómo es la vida, que ahonda en los problemas de la gente.

Manuel Vicent habla de memoria histórica en el prólogo: 'Todo el mundo tiene derecho a su memoria. Para uno mismo toda memoria es siempre histórica'. ¿Entiende la memoria histórica como algo exigible?

La memoria histórica es infinita. Está formada por las historias de cada uno, memorizada. Yo tengo la mía, tú tienes la tuya. Es un derecho, pero si puede tener consecuencias políticas, no. Es decir: si tuviera a mi padre enterrado en algún sitio, querría tenerlo conmigo. Pero utilizar eso para hacer política, no. En absoluto. Además, soy muy escéptico con los políticos: he sobrevivido a Stalin, Franco, Hitler, De Gaulle, Truman. Hemos encontrado la forma menos mala para entendernos. Creo que un voto humanamente tiene que ser igual que otro, pero intelectualmente, no pueden valer lo mismo. ¿Cómo se corrige esto?

Fue pionero en hacer cine con factura de Hollywood. ¿Qué le parece el cine español?

Hay un cine español que se parece a Hollywood. Es lo que hace Amenábar, con Mar Adentro y ahora Ágora: estuve en Malta, diez días de rodaje, y nunca había visto algo de esas dimensiones. Luego está la otra parte del cine español, Almodóvar, que sigue los pasos de Buñuel: un cine que también tiene interés en todo el mundo pero con una entidad muy concreta, que es la nuestra.

¿Cómo es un día corriente en su vida en Ibiza? ¿Cocina, pasea?

Desde que dejé el cine, vivo. Durante muchos años he trabajado como un burro: escribir guiones, localizaciones, rodar, montaje, administración e incluso chapuzas. Y no había disfrutado de la vida, en el sentido de vivirla: levantarte a la hora que quieres, leer, ver cómo crece una planta, pasear con un paraguas bajo la lluvia. Me encanta el mar, así que navego mucho por el Mediterráneo y tengo un barco. Y disfruto de los amigos, que son mi mejor patrimonio. Me dedico a vivir, con mi casita en el monte y mis perros.

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