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El día en que Bono mutó en holograma

Se estrena 'U2 3D', película en tres dimensiones de un concierto del grupo irlandés 

CARLOS PRIETO

¿Está por fin al caer la revolución de las tres dimensiones? ¿Llega tarde? Al esperadísimo estreno, a finales de 2009, de la superproducción en 3D Avatar, la vuelta a la dirección de James Cameron tras Titanic, se le une ahora U2 3D, documental en 3D sobre un concierto de U2, que llega mañana a las 30 salas del país con tecnología 3D (solo se proyecta así, tampoco se comercializará en DVD).

En efecto, U2, grupo especializado en misiones imposibles (revitalizó el rock de estadio, convirtió a miles de rockeros a la religión del baile, convenció a Bush para que, ay, acabara con el hambre en el mundo), vuelve a estar al frente de una nueva cruzada: devolver al espectador de YouTube a las salas de cine. ¿Es Bono el nuevo mesías del 3D?

La primera oportunidad de comprobar si, como nos cuenta Pedro Gallego, distribuidor en España de U2 3D, estamos en un momento de cambio similar a la “transición entre el vinilo al CD”, fue el miércoles por la noche, en el preestreno de la película.

Allí, en un centro comercial de la periferia madrileña, los espectadores recibían expectantes las gafas que permiten experimentar la profundidad tridimensional (la proyección alterna imágenes en dos sentidos a 144 fotogramas por segundo, en lugar de los 24 del cine convencional). Es decir, pura sofisticación. Olvídense de los efectos secundarios (jaquecas) que producían las gafas de 3D en los años cincuenta: si aquí se desmaya alguien será por el sofoco de ver a Bono convertido en un holograma. 

“Si nos agobiamos, ¿por dónde salimos?”, pregunta una mujer de mediana edad al repartidor de gafas. “No es lo mismo un concierto que el cine”, asegura. No obstante, en cuanto empieza la película-concierto, dirigida por Catherine Owens y Mark Pellington, el escepticismo se transforma en una perplejidad lisérgica que podría resumirse así: ¿han echado LSD en las palomitas?

En efecto, cada vez que Bono se acerca a la cámara parece salirse de la pantalla, lo que provoca una mezcla de comentarios entre místicos (“tengo la percepción alterada”) y prosaicos (“se me está yendo la olla”).

Así, U2 3D bascula entre los efectos visuales (la lluvia de eslóganes en The fly, el estallido de gozo colectivo tridimensional en Where the Streets Have No Name) y la sugestión musical, con las clásicas aportaciones de Bono: convierte Sunday Bloody Sunday, su canción sobre la represión en Irlanda del Norte, en una oda a la coexistencia pacífica entre el Islam, el Cristianismo y el Judaísmo. Conclusión: Bono es el nuevo Mesías del 3D. Y, sí, esto no es un concierto, pero es lo más parecido a estar en uno.

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