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Eduardo Mendoza: "No sé si los gobernantes, pero sí tenemos los delincuentes que merecemos"

El escritor barcelonés presenta su última novela, 'El secreto de la modelo extraviada', la quinta aventura del detective loco de 'El misterio de la cripta embrujada'

El escritor barcelonés Eduardo Mendoza en La Pedrera de Barcelona. EFE/ Quique García.

Jose Oliva / EFE

BARCELONA.- "No sé si tenemos los gobernantes que merecemos, pero sí tenemos los delincuentes que merecemos", ha dicho hoy el escritor barcelonés Eduardo Mendoza en la presentación de su última novela, El secreto de la modelo extraviada, quinta entrega del detective loco de El misterio de la cripta embrujada.

En esta novela, el escritor hace mover a su personaje en dos planos temporales, "una Barcelona preolímpica situada en un año impreciso, y la ciudad actual". La presentación de El secreto de la modelo extraviada (Seix Barral) ha tenido lugar en La Pedrera, un edificio que también sale en la novela, aunque con unas galas menos estupendas.

En ese marco, hoy lleno de turistas, que en la novela aparece como refugio de unos personajes que encuentran en su terraza un sitio en el que nadie les pueda ver y oír ("era entonces un edificio abandonado, de cierto deterioro físico, con un bingo y un bareto"), Mendoza ha afilado su ironía al decir de políticos y empresarios corruptos: "En vez de ingeniería financiera, hacen lampistería financiera".

Para recuperar a su detective y hacerlo en su plenitud de facultades, Mendoza recupera "un viejo asunto feo" que había vivido el personaje, el asesinato de una modelo en los años ochenta y del que le culpaban a él.

"Barcelona ha pasado de ser una ciudad por donde atravesaban los automóviles camino de las playas del sur a ser el destino turístico por excelencia en todo el mundo"

El personaje, añade Mendoza, se mueve con la perplejidad de siempre entre estos dos momentos: "Barcelona ha pasado de ser una ciudad por donde atravesaban los automóviles camino de las playas del sur a ser el destino turístico por excelencia en todo el mundo".

Sin embargo, el autor barcelonés no ha querido mostrar una mirada nostálgica ni hacer un balance ni hacer comparaciones. "No hay guiños ni segundas intenciones, sino primeras intenciones y entendidos: Aparte de sus bellezas turísticas, uno de los factores que forman la ciudad es su corrupción, es como el clima de la ciudad. A veces llueve, hay corrupción, algunos van a la cárcel".

A vueltas con la ironía, Mendoza no ve que el cambio en la ciudad haya sido tan malo: "No ha pasado nada malo, no ha habido un terremoto, ni un incendio ni una epidemia de tifus, es un buen balance, hay ciudades que no pueden decir lo mismo".

Para Mendoza, "el personaje central de la novela es la señorita Westinghouse, alguien que es sucesivamente guardia civil, travesti y defensor de la patria fascistoide, un personaje bastante simbólico de todos nosotros porque baila al son que tocan".

El escritor barcelonés Eduardo Mendoza, en La Pedrera de Barcelona. EFE/ Quique García.

Niega Mendoza que haya retratos ni caricaturas específicos, pero la burguesía planea por su novela, "esa burguesía que está siempre ahí y es la que pone el disco de la música que hará bailar a los demás; y además lo hace con esta cosa que a mí tanto me enfada, que encima no tienen ni gracia".

Preguntado por una hipotética futura capital de una Catalunya independiente, Mendoza señala que no puede imaginar a su detective en ese marco porque "yo voy a rastras, los novelistas vamos a rastras de la realidad".

Respecto a la inexistencia de nombre de su detective, recuerda Mendoza que "ya nació con voluntad mía de que no tuviera nombre y muchas veces alude a esto y es parte de su condición de no tener nada", y añade que una de las cosas que más le divierte de esta novela es que "consigue hacer casi todo, viajar, comprar, comer, dormir, sin dinero, sin teléfono, sin nada".

En la primera mitad de la novela el hilo conductor es que va haciendo footing, mientras que en la segunda, en época actual, ha de entregar a domicilio la comida de un restaurante chino. Aunque la parte final del libro se pueda interpretar de manera agridulce, Mendoza asegura que no se siente desencantado, acaso sus personajes, porque "la ciudad me ha brindado una nueva ocasión para ejercer mi profesión y escribir un nuevo libro".

Cualquier tiempo pasado no es mejor para el autor de El laberinto de las aceitunas y celebra que hayan desaparecido de las Ramblas el sombrero mexicano, las banderillas y la ensaimada, aunque hayan sido sustituidos por "comida igualmente insalubre y camisetas de Messi".

El humor, una constante en las novelas de Mendoza, es un reto para su autor, que confiesa se divierte "pensando las tonterías" que luego va a escribir, pero plasmarlas en el papel supone un esfuerzo, ya que "el humor escrito ha de funcionar como una máquina muy exacta".

El escritor barcelonés Eduardo Mendoza, en La Pedrera de Barcelona. EFE/ Quique García.

El escritor barcelonés Eduardo Mendoza, en La Pedrera de Barcelona. EFE/ Quique García.

Revela Mendoza que tiene una "prodigiosa memoria para los detalles", el mejor antídoto contra la nostalgia, y repone nuevamente con segundas intenciones: "Me doy cuenta de que no es una característica en las personas, la gente olvida muy rápidamente".

En la base de todas sus novelas, reflexiona, hay una "irritación con el tópico publicitario de esta Barcelona ciudad de fiestas y congresos, balcón del Mediterráneo, cosas que nos dan una imagen de baratillo, que oculta una ciudad dura, violenta, conflictiva y que tiene el potencial de convertirse en algo terrible, a pesar de que, a diferencia de Nueva York o Shangai, Barcelona tenga una máscara de amabilidad".

A pesar de que el escritor barcelonés tiene siempre varias ideas de nuevas novelas, sí descarta escribir sus memorias en el futuro "porque no me ha pasado nada interesante en la vida y serían aburridas para los lectores", y añade: "Todas mis novelas están escritas de fragmentos de mi memoria". 

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