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Alba Rico: "El embarazo es un relato incompatible con el mercado"

El filósofo madrileño recupera 'Leer con niños', un texto a medio camino entre el ensayo y la ficción en el que reivindica la lectura común y los cuidados.

El filósofo y ensayista, Santiago Alba Rico.-PÚBLICO

JUAN LOSA

MADRID.- Explica el filósofo Santiago Alba Rico (Madrid, 1960) en el prólogo de la reedición del que quizá sea su ensayo más emblemático —Leer con niños (Literatura Random House)— que “las grandes novelas, los grandes relatos, dan respuesta a preguntas que aún no nos hemos hecho, que todavía no hemos encontrado”. De esa aparente indefinición se sirve el autor para reivindicar el acto de leer, de volver sobre nuestras palabras sin rumbo predeterminado, de retomar incansables ese siempre sugerente “érase una vez”.

Leer con niños es también un ritual, iniciático para Lucía y Juan, hijos del filósofo, que junto a su padre pusieron voz a una lectura compartida de popes como Homero, Dickens, Verne, Carroll, Mark Twain o Kipling. Un viaje a otro tiempo, el tiempo de la narración, ese que trasciende lo inmediato para entretenerse en la búsqueda, en el camino.

¿Qué le hace tan especial al hecho de leer con alguien?

Para mí son fundamentales los tres términos que dan nombre al libro; Leer con niños. Por un lado, hay una defensa clara de la lectura como resistencia frente al capitalismo, el tiempo del relato frente al tiempo de la digestión. Por otro, hay una defensa de la familia como el terreno privilegiado de los cuidados, entendida por tanto como foco de resistencia frente a un capitalismo del descuido, cada vez más desatento con los seres humanos. Y, por último, nos queda la preposición, que es la que nos sirve para expresar vínculos entre sujetos. Creo que hay que insistir mucho en ese con, la lectura en común tiene la enorme ventaja de sacarnos de una manera muy natural y muy concreta del tiempo de la digestión para trasladarnos al tiempo de la narración.

¿Es la velocidad con que vivimos el mayor enemigo de la lectura?

Se ha producido una proletarización del ocio que afecta a los cuidados, pues son indisociables de la atención. Decía Flaubert que para que algo nos resulte interesante basta con mirarlo fijamente, el problema es que somos incapaces de mirar nada fijamente; la atención es clave y está desapareciendo. Por ello entiendo la familia como el último foco de resistencia frente a ese capitalismo del descuido, lo cual es una paradoja porque como sabemos la familia es muy patógena, es una fuente de neurosis, de lazos de los que queremos desembarazarnos.

"El cimiento antropológico de la humanidad es la confianza y no al contrario"

El capitalismo se basa siempre en el concepto de contrato, lo que implica que la desconfianza está en su esencia. En cambio, entre padres e hijos no hay contrato que valga. Resulta absolutamente misterioso que un niño que apenas mide 60 cm se ponga en manos de un gigante que puede destrozarlos sin el menor obstáculo, no sólo que confíen en él, sino que se sienta aliviado, tranquilo. Esto demuestra que el cimiento antropológico de la humanidad es la confianza y no al contrario.

Ya no se lee como antaño, se ha tornado una actividad mucho más fragmentada, ¿cómo ha afectado esto a nuestra capacidad de narrar?

Creo que tratar de restablecer el paradigma letrado es una empresa heroica e inútil. Sin embargo, es muy importante seguir peleando por los relatos, que aunque han perdido cierta consistencia, no han desaparecido porque antropológicamente el ser humano es, sobre todo, una animal que narra, que relata, que gusta de poner diques al tiempo. Los grandes relatos se refugian ahora en las series de televisión, pero también en las telenovelas y en los folletones. Es ahí donde los seres humanos todavía proyectan sobre el mundo sus esquemas éticos y morales. Con todo, creo que no debemos sobrevalorar el papel de la escritura, el paradigma letrado ha sido también compatible con genocidios, Goebbels fue un gran lector.

leer con niños

Se acabó el tiempo de los grandes relatos…

Digamos que se han disuelto en favor de las golosinas, de lo que llamo gags. Si el relato te cuenta la genealogía de un acontecimiento, el gag representa la hilaridad visceral, el placer inmediato. Los grandes relatos son incompatibles con el mercado, por ejemplo, un embarazo es un relato que dura nueve meses y sabemos que las empresas no contratan fácilmente a mujeres en edad fértil, hasta el punto de que si se quedan embarazadas corren el riesgo de ser despedidas. Se podría decir que el embarazo es un relato incompatible con el mercado.

Muchos de los libros, si no todos, que cita en Leer con niños ya los disfrutó en su día. ¿Qué destacaría del proceso de relectura?

Tengo la sensación de haber abusado de mis hijos. Leerles a Joyce o a Proust con 15 años puede parecer algo semejante a un abuso. En cualquier caso, fue una experiencia natural e hilarante de nuestras vidas en la que confirmé que no cambian los libros, cambia lector, o lo que es lo mismo, que uno no puede bañarse dos veces en el mismo libro. Durante ese proceso, confirmé algunos autores para mí fundamentales como Kafka, Dostoyevski y Proust y sin embargo sentí un desencanto radical frente a libros o autores que me había gustado mucho cuando los leí siendo adolescente.

¿Por ejemplo?

Me sucedió con Turguénev, un autor que ha quedado completamente enmohecido, o con La conjura de los necios, que en su día me pareció brillante y corrosivo, y que, de repente, se ha tornado fatigoso de leer, al contrario que el Ulises de Joyce. Esto creo que tiene que ver con la relación que mantienen las grandes obras literarias con el universo oral, creo que todas las grandes obras literarias ganan con la lectura en voz alta.

¿Qué convierte a un libro en atemporal?

Chesterton decía que una obra clásica es aquella que tiene un mensaje distinto para todas las épocas. Hay pocos libros capaces de esto y creo que algunos de los libros que cito aquí se caracterizan precisamente por conseguirlo.

Pese a su trayectoria ensayística centrada en lo político, sorprende que Leer con niños sea quizá su libro más emblemático

Es una enorme satisfacción haber logrado salir de extramuros, de los circuitos en los que las izquierdas muchas veces se encierran. Parece como si, de alguna forma, hubiéramos abandonado el combate por la hegemonía cultural, entendiendo que cuanto más minoritarios somos, más razón tenemos. Creo que esto no siempre es cierto, ya que si queremos cambiar el mundo, hay que dirigirse a él.

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