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APOCALIPSIS FLAMENCO Niño de Elche: "Yo votaría a la izquierda si la izquierda existiera"

Cantaor espurio y descastado, Francisco Contreras se ha propuesto dinamitar el flamenco tras epatar con sus electrónicas 'Voces del Extremo'. Para finiquitar el debate sobre la tradición y la vanguardia, ha reclamado los servicios de Raül Refree.

Niño de Elche, revolucionario del flamenco. / FOTOS: CHRISTIAN GONZÁLEZ


Acomodar en la estantería el disco Voces del Extremo resulta un ejercicio harto complicado. Una de las disyuntivas que se plantean ante la discoteca: ¿colocar el álbum de Niño de Elche en la balda del flamenco o en la de la música electrónica? Ojo con la primera opción, porque el gremio lo repudia, pero el cantaor tampoco quiere compartir espacio con los puristas del género: de aquí no me echan, me voy. 

Francisco Contreras (Elche, 1985) acaba de instalarse en Madrid tras vivir durante años en Sevilla. Ha llegado no sólo con un libro bajo el brazo, sino también con una portada de la revista Rockdelux, con su aclamado trabajo reeditado por Sony y con ganas renovadas de meterse en berenjenales. Que se lo pregunten a Raül Refree, a quien le ha propuesto dinamitar desde dentro lo que queda del flamenco.

Y su madre… ¿qué dice de todo esto?

Por suerte, cada vez opina menos. La crisis son de muy diferente índole, y una de ellas es la relacionada con la familia. Los procesos no son solamente artísticos y están hilvanados con la vida. Como dice John Cage, uno no sabe dónde están los límites del arte y de la vida.

[Cuaderno de Música 1, de Mario Lavista, recoge esta reflexión del compositor y filósofo estadounidense: “Durante muchos años he aceptado, y sigo aceptando, la doctrina artística expuesta por Ananda K. Coomaraswamy en su libro La transformación de la naturaleza en el arte, según la cual la función del arte es imitar a la naturaleza en cuanto a su manera de operar... La música como una actividad separada del resto de la vida no me entra en la cabeza. Las cuestiones estrictamente musicales ya no son cuestiones serias]

Como me dijo una psicóloga durante una de mis crisis: “No intentes que tus padres te comprendan, sino que te respeten”.

¿Cuándo estalló la primera crisis?

Me cuesta hablar de ellas como espacios concretos de tiempo. Forman parte de un proceso, por lo que son crisis en tránsito, relacionadas con la libertad, el miedo o las restricciones personales, sociales y políticas. Ese batiburrillo en ocasiones las acentúa, aunque procuro vivirlas de una forma más micro.

¿Suprimiría su infancia?

Creo que se ha suprimido sola [risas]. El inicio de No comparto los postres (Bandaàparte) recoge mi niñez, por lo que ahora siento que mi infancia son cuatro páginas de un libro. De hecho, he intentado escribir algo nuevo y no me sale nada.

¿A qué edad le gustaría haber nacido?

Yo recuerdo mi vida, de una manera concreta, a partir de los diecisiete años, cuando empecé a tener una inquietud artística y exterior respecto a lo que suponía estar en el mundo. Desde que me fui a Sevilla, mis recuerdos son menos difusos.

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

Se fue a estudiar, claro.

No hice una carrera universitaria, sino que cursé estudios de flamenco en la Fundación Cristina Heeren. Salí espantado, volví a Elche y luego me fui a Barcelona.

¿Por qué regresó a Sevilla?

Un amigo me ofreció trabajo en un tablao flamenco, lo que me permitió reformular mi vida artística. Él supo vislumbrar que estaba en una etapa existencial gris. En ese momento, yo me preguntaba qué debía hacer con la vida y qué relación debía establecer con la música.

En el carné del flamenco, ¿ser gitano da puntos?

Para algunos sectores, sí.

¿Y para ser un buen cantaor?

No tiene por qué.

¿De dónde sale el arte?

Tendríamos que debatir qué es ser un buen o un mal cantaor, pero hay ciertas condiciones, como los conocimientos y las conexiones artísticas con la gente que lo escucha. Cada vez reflexiono menos sobre el tema y procuro opinar de una forma más básica.

¿Cómo se mete un niño en el flamenco? ¿Una cuestión familiar?

Mi padre cantaba y yo lo escuchaba en las fiestas familiares, aunque pueda parecer que soy la antítesis del romanticismo flamenco.

¿Cuándo se arrancó?

En casa y a escondidas.

Era muy crío.

Sí, porque a los ocho años empecé a tocar la guitarra y a los diez participé en un concurso en el pueblo granadino de mis padres, Montejícar. Me apunté sin que nadie lo supiera, canté y me dieron el primer premio.

¿Por qué se mudaron sus padres a Elche?

Por el exilio laboral de los años setenta. Dejaron un pueblo de tres mil habitantes y se fueron a una ciudad que se estaba construyendo desde un prisma industrial. Mi padre, que en Granada se dedicaba a la hostelería y a las labores del campo, entró a trabajar en una fábrica de calzado. Al igual que mi madre, aunque ella lo dejó después de casarse.

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

Usted ha sido uno de los invitados por Martirio para celebrar sus treinta años como artista en el Teatro de la Zarzuela. Salvando las evidentes distancias, las letras de Voces del extremo remiten a aquella coplera que, en su día, sublimó lo doméstico y la cotidianidad, aunque en su caso la carga política es mayor.

Dice el maestro Antonio Escohotado que, desde un prisma materialista, cuando te acercas a la realidad, resulta muy compleja. Se habla de lo cotidiano como algo simple, pero yo lo veo como algo directo y, a la vez, complejo. Es muy interesante escuchar lo cotidiano, no desde la perspectiva de la cultura popular —una etiqueta que para mí cada vez tiene menos sentido—, sino desde la perspectiva de necesidad, de comunicar, de lenguaje y de concepción empírica a nivel vital. La carga política va implícita, porque está presente en todo.

[Martirio: "Yo le quité a la copla el sambenito franquista"]


Voces del extremo
está escrito desde ese prisma, donde la poesía no es una estética o una etiqueta artística, sino un vaso comunicante. Más allá de que pueda ser catalogada como poesía de la conciencia o de la cotidianidad, supera todo eso, porque surge de la necesidad.

Primero musicó a Miguel Hernández y luego se valió de las letras de Antonio Orihuela, Inma Luna, Enrique Falcón o Begoña Abad. ¿Le costaría eludir el poso de denuncia en futuros trabajos?

Intento no evitar nada de lo que tenga que ver conmigo. El acto más revolucionario es escucharse. Cuando lo haces, todo lo que te rodea ya te pertenece, como si fuese parte de tu propia piel.

¿Se considera un diente más en el engranaje de los revolucionarios del flamenco?

No, para nada.

Usted nació ya revolucionado...

Es una etiqueta que no me dice nada: ¿qué es ser revolucionario en el flamenco? Todavía no sé lo que es.

¿Lo fue Camarón o Morente, por no retrotraerse más en el tiempo?

Tengo mis dudas. En caso afirmativo, lo fueron mucho menos de lo que hoy en día pensamos [risas].

¿Los reduce a mezcladores?

Fueron artistas que hicieron cosas con las herramientas a su alcance.

Pero, en su día, fueron unos incomprendidos en el flamenco.

Mi opinión no nace del prisma de los conservadores.

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

¿Qué y a quién lee?

Leo mucha poesía y filosofía. Ahora llevo en la mochila Frente al miedo (Página Indómita), de Antonio Escohotado; Poesía reunida (Lumen), de Ramón de Andrés, un filósofo que me encanta; y Zurita (Delirio), un libraco del poeta chileno.

¿Cuáles son sus poetas contemporáneos predilectos?

Los tres vates que más me han enseñado son Jorge Riechmann, Enrique Falcón y Antonio Orihuela, cuya línea es más ideológica y cercana al movimiento libertario y anarquista. En todo caso, cada vez leo más ensayos. A veces, encuentro un ala poética más interesante en ellos que en los propios libros de poesía.

¿A quién le gustaría trasladar a su música?

Con esos autores establezco una conexión que va más allá de sus textos. Cuando leo que el antídoto para superar el miedo es la libertad, me engancho al libro de Escohotado, porque siempre había pensado en ello. También me interesa la literatura mística y, desde hace tiempo, estoy trabajando con textos de Ernesto Cardenal, como el Cántico Cósmico. También he volcado los de Enrique Falcón en Exquirla [nuevo proyecto de Niño de Elche y Toundra, cuyo primer disco, Para quienes aún viven (SuperballMusic), se publicará el 17 de febrero].

Un músico promiscuo.

Sí, bastante [risas]. Es algo que necesito, si bien comercialmente la sobreexposición pueda ser negativa. Mi trabajo es un work in progress. Cada vez me interesa menos el producto acabado. En ese sentido, el disco limita mucho. Mi relación con la música siempre ha sido a través de la escena, del sonido, de lo físico, de la performance… El disco me parece guay, pero no habla mucho de mí, ni de lo que me gusta hacer. Necesito experimentar con otras formas de expresión, aunque sólo sea por el mero hecho de expresarme.

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

Como le preguntó Paco Espínola a Enrique Morente, ¿por qué el flamenco es de izquierdas y los flamencos, de derechas?

No sé si el flamenco es de izquierdas. Me parece una apreciación prejuiciosa, romántica y a la ligera [risas]. ¿Y los flamencos, de derechas? Son conservadores en algunos aspectos, si bien no se puede hablar de ellos como un colectivo unitario.

Me refiero a la tradición de letras políticas y sociales: de Curro Albayzín al Cabrero, pasando por José Menese y tantos otros.

Pero también hay letras ultras y machistas. No creo que muchos de ellos sean de izquierdas, tal y como yo la concibo. Una letra revolucionaria puede sonar de diferente forma en función de la boca que la recita. Los extremos incluso pueden usar las mismas herramientas, un cacao que me encanta [risas].

¿Qué es la izquierda hoy?

Yo votaría a la izquierda, si la izquierda existiera, que diría Antonio Orihuela. Hoy tal vez no haya izquierda…

[El actor y productor francés Vincent Cassel ya había dicho en 2010: "Si la derecha y la izquierda existieran, yo votaría". Dos años después, Marine Le Pen rozaba el 18% de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, un hito para el Frente Nacional, aunque no logró disputar la segunda vuelta al candidato socialista, como había hecho su padre una década antes. En los comicios regionales y europeos celebrados tras las declaraciones de Cassel, uno de cada cuatro franceses votó a la ultraderecha, en el caso de que la ultraderecha exista]

Decía Paco de Lucía: "Fui de izquierdas hasta que gané los dos primeros millones de pesetas”.

Un ejemplo que linda con la concepción romántica del término, porque ser de izquierdas no está totalmente relacionado con la cuestión económica. En todo caso [resopla], el debate izquierda-derecha [resopla] es algo binario y simplón. Creo que fue Manuel Gerena quien dijo: “No sé quiénes son los míos”. ¡Claro, porque a veces ya no sabes dónde están tus iguales!

Usted ha cargado contra la derecha y el liberalismo, aunque también contra el comunismo rancio.

Sí, y contra Podemos, Izquierda Unida y todo eso. Recientemente, he sido crítico con algunos manifiestos sobre la caza y los titiriteros, pero más con la concepción que con el contenido, pues hoy en día los manifiestos resultan retrógrados. La autocrítica es la gran asignatura pendiente de la izquierda.

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

Durante sus conciertos, habla abiertamente y reparte estopa a diestra y siniestra. Más que erótico, su mensaje contra la llamada vieja política es pornográfico.

Cada vez tengo menos problemas para hacerlo.

Algún bolo en los ayuntamientos del cambio le habrá salido, ¿no?

Siempre he sido contratado por marcas o programadores independientes. Nunca me han llamado de las concejalías de Cultura, sino de las subcontratas. Los ayuntamientos del cambio, algunos mal llamados así, culturalmente dejan muchísimo que desear. Mi discurso es incómodo, no sólo por lo que les afecta a ellos, sino también porque le tienen miedo a la reacción de la derecha, como se ha visto en Madrid. Paradójicamente, Voces del extremo es un disco radical, tanto en su contenido como en su forma, que ha sido acogido por estamentos, instituciones y empresas más cercanas al liberalismo que al progresismo. Eso le da valor a esa forma de entender lo político, porque lo político no reside, por suerte o por desgracia, en el contenido. Mi disco puede ser igual de incómodo para unos que para otros.

¿Se siente más odiado que querido?

No, me siento más querido que odiado… aunque no por las instituciones [risas].

En todo caso, el circuito es más reducido que el de la ceja.

El de la ceja es muy esquizofrénico. Tal vez adopte una postura cínica, mas no dejo de alucinar. Cuanto más conozco las entrañas de las instituciones, percibo que todo es muy complejo. Muchas veces te contrata una institución conservadora con la condición de que no toques un par de asuntos concretos, pero después te dejan libre. Sin embargo, resulta más difícil aprovechar esas grietas cuando trabajas con instituciones gobernadas por otras formaciones. Todo esto nos enseña que es realmente difícil trabajar con partidos políticos.

Prestaría sus servicios a una campaña electoral.

No. Colaboré una vez en la campaña interna de unos amigos de Podemos Sevilla que habían presentado su propia candidatura. Pero ya he declarado mi abstención de por vida.

¿Cobró?

No.

¿Qué le ha llevado a declararse abstencionista vitalicio?

Uno va estudiando e informándose [risas].

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

Ha sido repudiado por los programadores de festivales flamencos: ni chicha, ni limoná…

No me sorprende, porque los conozco. Uno se indigna cuando sucede algo que no se espera. Yo no me consideraba uno de los indignados del 15-M porque, si estudias un poco, eres consciente de la mierda en la que estamos. Pues en el flamenco pasa igual, por lo que no es que me sorprendan, sino que hasta me parecen coherentes los gestos fascistas. Por no hablar del intento de los progres de limpiar la cara del flamenco con una manita de pintura blanca, aunque por dentro permanezca igual o peor.

¿Es usted el primer flamenco antitaurino?

Pues no lo sé, pero probablemente soy el que ha hecho más hincapié.

¿Sufre insomnio o duerme a pierna suelta?

Tengo muchas pesadillas, porque me duermo siempre con una conferencia de filosofía [risas].

Resuma su contenido. El de las pesadillas, quiero decir.

Son muy delirantes y, últimamente, violentas. Me han dicho que se debe al estrés.

Le iba a preguntar si tenía algún truco para quedarse dormido, como contar ovejas negras, pero ya me ha contestado.

Las ovejas, al final, terminan siendo muy aburridas. Me crie escuchando la radio para dormir y llegué a tener pesadillas con las historias de Hablar por hablar.

¿Qué presentadora le ha gustado más: Gemma Nierga, Fina Rodríguez, Mara Torres, Cristina Lasvignes o Macarena Berlín?

Gemma. Cuando terminaba Hablar por hablar, escuchaba a José María García. Y por las mañanas, a Antonio Herrero. Cuando murió, lloré. Me resultaba una voz muy familiar.

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

Niño de Elche. / CHRISTIAN GONZÁLEZ

¿Liga mucho desde el escenario?

El efecto tarima, como lo llama un amigo mío [risas]. Sí, sí, se liga bastante.

Y el efecto micrófono, porque usted no duda en usarlo para publicitarse.

El dios cósmico ha metido a seres como yo en cuerpos físicamente no atractivos para poder tener estos espacios de atracción sexual. Si no fuese así, ¿qué sería de nosotros? [risas] Últimamente, la agenda no me permite salir y aplicarme en el muestreo. Estaría bien, pero ahora termino de actuar, ceno y me acuesto, porque al día siguiente tengo que cantar en otro lado.

Al margen de la música, ¿en qué ha trabajado?

Llegué a tener un disco-pub en Elche.

¿Cómo se llamaba?

Enigma.

Nombre siniestro: ¿música gótica?

No, no, no [risas]. Pinchábamos pachangueo y, a última hora, algo de house. Fue un coqueteo con la noche en una época en la que no sabía qué hacer. Pudieron las presiones familiares para que hiciese algo o tuviese un trabajo… Un error.

¿La familia hace año o le parece una buena forma de organizarse socialmente?

No creo en la familia. El anarquista Bob Black decía que para abolir el trabajo, previamente hay que abolir la familia. Bueno, por ahí anda la cosa [risas].

En el flamenco, como en el fútbol, salir del armario resultará complicado, ¿no?

Pues mira, en el flamenco no tanto. Paradójicamente, en una fiesta se puede dar lo más loco que te imagines, por lo que ahí encajaría perfectamente la teoría queer: las concepciones y sexualidades del lumpen, su relación con la burguesía, los intercambios económicos… Aunque se tape, todo ello convive en el flamenco, que no resulta tan conservador puertas adentro como podría parecer. Yo no propongo ser gay o lesbiana, sino que trabajo con la teoría queer, que resulta incómoda para el movimiento LGTB oficial y para cualquier persona que se codifique en un género.

Las crisis relacionadas con la familia, a las que aludía al principio, tienen algo que ver con ello.

No, son crisis existenciales que van más allá de la familia. Ellos no saben si me acuesto con hombres o con mujeres. Y si lo saben, no se habla de ello.

¿Qué música escucha mientras conduce?

No conduzco, ni tengo carné... Escucho mucha electrónica y hay músicos que me apasionan. Por citar alguno, Arca es uno de los mejores y Sam Kidel está bien. Cuando algo me encanta, sea un libro o un disco, se me nubla la mirada.

Y ha vuelto al estudio para dinamitar lo que quedaba del género.

Estoy grabando con Raül Refree un par de discos conceptuales sobre lo flamenco que no tienen nada que ver con los anteriores. Si se escucha y se lee bien, nadie plantearía el debate esquizofrénico de la tradición, la vanguardia, la transgresión y la experimentación dentro del mundo del flamenco. 

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