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Fallece el pintor y escultor Andreu Alfaro a los 86 años

Figura reconocida en el panorama escultórico internacional, la obra de Alfaro ha sido presentada en numerosas exposiciones

EUROPA PRESS

El escultor valenciano Andreu Alfaro (1929) ha fallecido esta madrugada a los 83 años, según han confirmado a Europa Press fuentes del centro Alfaro Hofmann de Godella (Valencia).

El veterano artista —que concebía sus esculturas como proyecciones de la línea en el espacio tridimensional— arrastraba problemas de salud, que en los últimos tiempos se habían agravado con una bronquitis y dificultades cardíacas.

El próximo domingo está previsto que se celebre un acto de homenaje en el taller de trabajo que tenía en Godella y, posteriormente, sus restos serán incinerados en un acto de carácter familiar, han explicado las mismas fuentes.

Figura reconocida en el panorama escultórico internacional de la escultura, la obra de Alfaro ha sido presentada en numerosas exposiciones, ha sido objeto de muchos catálogos, entre ellos uno razonado del IVAM. Además, en 1980 recibió el Premio de Honor Jaume I; en 1981, el Premio Nacional de Artes Plásticas; en 1991, el premio Alfons Roig de Artes Plásticas, de la Diputación de València, y la Medalla de la Universitat de València (UV).

Alfaro inició su actividad artística como dibujante y pintor en la segunda mitad de la década de los cincuenta, realizando sus primeras exposiciones individuales en 1957 y 1958. Desde sus primeras esculturas de 1958 evidenció su firme compromiso con la experimentación formal que le emparenta con la escultura de herencia constructivista que en ese momento se hacía en Europa. En 1959 se integró en el Grupo Parpalló, contribuyendo a su reorientación ideológica hacia un arte analítico que entonces se denominó normativismo, recuerdan responsables del IVAM.

Artista de una trayectoria cambiante y diversificada, mantuvo, no obstante, ciertas concepciones básicas tales como la asimilación en la creación artística de la metodología de los procesos y materiales industriales, y el convencimiento de que la escultura debe servir para simbolizar actitudes o argumentos colectivos. Hasta mediados de los años sesenta trabajó tanto en hojalata y alambre como con varillas y planchas laminadas de uso industrial, componiendo formas geométricas en las que el espacio forma parte consustancial de las obras. En estos primeros años, la influencia teórica de Oteiza fue importante.

Durante la segunda mitad de los sesenta, su lenguaje se hizo más sintético, sintonizando de una forma precoz con la estética minimalista; al tiempo que realizó piezas en madera, enfrentándose por vez primera con la materia en cuanto masa, problema tradicional de la escultura al que Alfaro no concederá en lo sucesivo demasiada atención. En la década de los setenta se dio a conocer a un público más amplio con unas obras en plexiglás de color que explotan con habilidad las posibilidades plásticas de la simetría y la repetición de formas geométricas. Estas piezas producen sorprendentes efectos ópticos y cinéticos que integran al autor, de modo peculiar, en estas corrientes.

Ya en la década de los ochenta, tras la importante retrospectiva que tuvo lugar en 1979 (Palacio Velázquez-Parque del Retiro, Madrid), Alfaro dio un giro a su producción, retornando problemas básicos como el volumen o introduciendo otros nuevos como la figuración, a partir de reflexiones sobre grandes motivos culturales (el cuerpo humano, el Barroco, la figura de Goethe, el tiempo y la memoria, los kuroi), a la vez que se sirve de materiales más tradicionales como la caliza o el mármol.

Mención aparte merecen sus grandes esculturas que, construidas a escalas sorprendentes y con una vocación de integrarse en los espacios públicos como verdaderos monumentos colectivos, se encuentran en numerosas ciudades españolas (Madrid, Valencia, Barcelona o Burgos) y alemanas (Colonia, Maguncia o Francfort).

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