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Los fans toman la Feria

J. LOSA

Empieza la función. 11 de la mañana. Jardines del Buen Retiro. Trompetillas y cornetas por megafonía seguidas de un extraño bucle andrógino dan la bienvenida a los lectores más tempraneros. Dos policías a lomos de sendos caballos, uno de ellos extreñido, trotan con porte senatorial mientras una sufrida señora de la limpieza se afana en limpiar el rastro de boñiga que deja a su paso. Terminada la ronda, los agentes tienen a bien autorizar el inicio de la carrera de firmas del primer sábado de la Feria del Libro de Madrid.

Como siempre en estos casos, la muchachada toma la iniciativa y se agolpa frente a las casetas de los ídolos del momento. Lo hacen, por lo general, tirando del brazo de una resignada madre o en pequeños grupúsculos que no cesan de gimotear y proferir alaridos. Una suerte de cante jondo hormonal que dificulta la labor de los guardias de seguridad. '¡He visto a Jordi, le he visto!', le chilla una joven a su avanzadilla. Se refiere a Jordi Cruz, el catódico cocinero del programa de TVE MasterChef, cuyas recetas, firmadas con esmero por el pinche de ojos claros, pasaban del mostrador a la maquina registradora a velocidad de vértigo.

Otro que se ha dado un baño de multitudes ha sido el inefable Mario Vaquerizo, autor de Haciendo majaradas, diciendo tonterías, sugerente epígrafe que, a buen seguro, engloba el pensamiento, o la empanada mental, de este showman de cuero negro. Ante una audiencia algo más heterogénea que la del cocinitas pero igual de estridente, Mario ha repartido lisonjas, corazones con flechas y algún que otro involuntario espumarajo de Mahou a sus entregados fans.

A su vera, en la caseta de Catarata, aguanta estoico el ubicuo profesor y promotor de Podemos Juan Carlos Monedero. '¿No dicen los del PP que somos unos frikis? Pues por eso nos han colocado aquí, al lado del amigo', comenta con sorna. 'Mientras unos se entretenían moviendo la tibia y el peroné, otros movían por debajo los hilos del poder que hoy nos oprime', se calienta el profesor mientras estampa su firma en un ejemplar de La Transicion contada a nuestros padres. 'Esto te cambia la vida, eso te la distrae', sentencia señalando el chiringo de su histriónico vecino, quien, para deleite de sus incondicionales, ya anda recostado en el mostrador cámara en ristre para hacerse un selfie ante una muchedumbre rendida.

El azaroso sorteo de casetas ha querido que Joaquín Reyes completara este sui generis tridente mediático. Absorto ante el vaciado emocional de Vaquerizo, el humorista manchego no ha podido más que asumir un papel secundario garabateando su reciente Realidad a la piedra (Blackie Books) con un sucinto 'con amor petreo' a sus lacónicos incondicionales, cercados por la ciclotímica algarabía vaqueriza.

Entretanto, el fenómeno MasterChef parece alcanzar su clímax y un centenar de adolescentes rodea ya la caseta del apolíneo chef catalán. Escoltado por guardias de seguridad, Jordi Cruz abandona las instalaciones ante la acechante mirada de sus admiradoras y los desaires de una multitud que no consiguió su rúbrica tras aguardar horas haciendo cola.

No hay duda, quién quiere un lector si puede tener un fan.

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