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Fleet Foxes: Hacer canciones o morir

Robin Pecknold explica los motivos que han convertido a su banda en el último baluarte del folk internacional antes de visitar España esta semana

JESÚS MIGUEL MARCOS

Robin Pecknold intentó huir. Sus cimientos se resquebrajaron y buscó refugio en la soledad de una casa de campo al norte de Olympia, localidad del cinturón de Seattle. El motivo de la reclusión se encerraba en sólo 35 minutos, los que duraba el debut de su banda, Fleet Foxes, lanzado en 2008, un álbum que fue disco de oro en Reino Unido y que les permitió girar por todo el mundo en una enloquecida maratón de conciertos. El exceso de atención y la montaña rusa de viajes le hicieron perder el hilo conductor que le había guiado hasta allí: las canciones.

Volver a sus canciones era volver al hogar, a un hogar mucho más íntimo y acogedor que la propia casa: armoniosas y apacibles piezas de folk que alumbraban una fórmula secreta y aún inexplorada, la que unía la contundencia literaria de Bob Dylan y el tacto acústico de Neil Young con la expresividad vocal de los Beach Boys. Un sol crudo que deslumbró a crítica y público, tomando el testigo de Devendra Banhart como nuevos héroes del folk.

'Pese a lo que se haya dicho, lo que hacemos no es nuevo', responde Pecknold desde Inglaterra, días antes de viajar a España para tocar en Bilbao (esta noche) y en dos festivales: el de jazzde Cartagena (día 26) y el Primavera Club (mañana en Madrid y el 27 en Barcelona). 'Creo que tenemos una personalidad propia, grabando con guitarras y micrófonos antiguos y mezclando numerosas referencias. Puede que no se haya visto antes, pero nuestro objetivo no era hacer algo nuevo', añade.

A diferencia de lo que sucede habitualmente (que después de un debut meteórico los grupos se apresuran a publicar su continuación para llenar el maletín), el segundo disco de Fleet Foxes, Helpless-ness blues (Sub Pop, 2011), ha tardado tres años en llegar. 'No queríamos repetir el mismo disco y buscamos un cambio de dirección. Quería darle mayor énfasis a las letras y construir canciones más largas', explica Pecknold, desvelando algunos de los motivos por los que este disco es menos accesible y contagioso que el primero: 'Hay menos hits, por llamar de alguna manera a canciones como White Winter Hymnal, del primero. Pero tampoco pensé mucho lo que quería hacer. La experiencia de estos tres años me ha hecho componer canciones diferentes. Es un proceso más intuitivo que mental'.

Solo, en aquella casa de Olympia, Pecknold pretendía grabar el nuevo disco, pero el experimento fue fallido. 'Vimos lo que habíamos hecho y creímos que era necesario mejorarlo, así que tuvimos que volver a grabar la mitad de las canciones', señala. Helplessness blues es, finalmente, un disco menos inmediato y más áspero, que intensifica la vertiente hipnótica y psicodélica de Fleet Foxes, que los sitúan cerca de The Incredible String Band o Fairport Convention.

A Pecknold no le importan demasiado los referentes, sino su trabajo, que vive como un imperativo: 'Es un impulso. Hay canciones que salen directamente, otras que se resisten semanas, pero de lo que se trata es de ir buscando algo. O te mueves o te mueres'. Quizás por eso ha decidido no dejar de moverse e ir lanzando canciones cada cierto tiempo, entredisco y disco. 'Me gusta la idea de prestar atención a una sola canción, que cada canción tenga su espacio', cuenta. Todo para luchar contra la muerte.

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