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Las fotos privadas de George Bernard Shaw

El célebre dramaturgo irlandés fue un consumado fotógrafo

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

La vida es demasiado corta como para desperdiciarla haciendo bien una sola cosa. Esa no es una frase de George Bernard Shaw, sencillamente porque tiene otra mucho mejor: “Una vida gastada cometiendo errores no sólo es más honorable, sino también más útil que una vida gastada no haciendo nada”.

Es indudable que Shaw (1856-1950) no era la clase de hombre que tuviera miedo a adentrarse en distintos campos artísticos o intelectuales.

Su larga carrera como dramaturgo fue coronada con el Premio Nobel de Literatura –sólo por la insistencia de su mujer aceptó recoger el galardón, pero no el dinero– y el respeto de sus contemporáneos.

También escribió novelas, de no mucho éxito. Fue prolífico y polémico en la crítica literaria y musical. Su compromiso con la defensa de los derechos de los trabajadores y de las mujeres le llevó a escribir innumerables discursos y panfletos para la socialista Sociedad Fabiana.

Y siempre estuvo fascinado por la fotografía. Está claro que Shaw, que murió a los 94 años, no perdió el tiempo.La National Trust y la London School of Economics van a conservar para siempre ese legado fotográfico con la digitalización de 24.000 fotografías y negativos, algunos de los cuales ya están disponibles.

Dos terceras partes de esas fotos son obra del propio escritor irlandés. En muchas de las otras aparece él, componiendo una curiosa figura de la vida privada de un intelectual.

“Las imágenes muestran un claro contraste entre la persona privada y la figura pública”, dice Fiona Hall, conservadora de la National Trust. “En las segundas, vemos a la persona seria y bien vestida apoyada en un bastón. Las primeras revelan una persona diferente, que va a la playa de picnic, y hasta imita las posturas de las esculturas más conocidas”.

Shaw aplicó la ironía y el sarcasmo a todo lo que funcionaba mal en su época, que no era poco, y a sí mismo cuando posaba ante la cámara. Pero como fotógrafo no se limitaba a disfrutar del momento.

No tardó en adoptar con entusiasmo el color gracias al autocromo, y probarlo en distintos tipos de paisajes.  La técnica patentada por los hermanos Lumière simplificaba el proceso de revelado, lo que era una ventaja para los fotógrafos aficionados como el escritor.

Al ser una celebridad, en las fotos podemos encontrar a muchas de las figuras de entonces que solían visitar a Shaw: escritores como H.G. Wells o J.M. Barrie, leyendas como Lawrence de Arabia o la actriz Vivian Leigh.

“Siempre quise dibujar o pintar, ser un Miguel Ángel, no un Shakespeare. Pero no dibujaba tan bien y cuando aparecieron los platos secos (el proceso de gelatina) me compré una cámara y empecé a apretar el botón”. Y no paró hasta el final de su vida.

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