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Fran Perea: "El 21% de IVA es sólo
la punta del iceberg en la cultura"

El actor estrena 'La Estupidez', de Rafael Spregelburd, que estará en las Naves del Español (Madrid) hasta el 21 de febrero. También ha lanzado la campaña #CulturaEsRiqueza para concienciar del aporte económico que una obra de teatro genera en la sociedad.

Fran Perea considera que la cultura también es una cuestión de Estado. / ANA I. BERNAL TRIVIÑO

ANA I. BERNAL TRIVIÑO

MADRID.- Con 21 años dejó Málaga para alcanzar su vocación. La televisión lo convirtió en un rostro conocido pero, para los más reacios, las tablas del teatro aportaron otra imagen de Fran Perea. Actor comprometido con su sociedad y, por ello, con la cultura. Muestra un rechazo frontal a la crítica del subvencionado. Reclama que la cultura también es cuestión de Estado. Y arriesga su propio dinero en su compañía Feelgood, y como socio de los teatros Luchana. Quiere que el teatro sea un espejo, cambiar el capital por las ideas, que los informativos tengan veinte minutos dedicados a la cultura y que su trabajo genere preguntas más que sentencias. Desde el siete de enero no ha descansado ni un solo día, inmerso en la grabación de la serie La sonata del silencio y en la promoción de su nueva obra de teatro, La Estupidez. Un texto de Rafael Spregelburd que encuentra su inspiración en El Bosco y sus pecados capitales.

¿Por qué es necesaria una obra como La Estupidez?

Porque habla del tema de la codicia. Está basada en la Mesa de los pecados capitales, de El Bosco. Es evidente que hoy está a la orden del día. El ser humano ha desarrollado una vertiente codiciosa, que parece de moda últimamente, y que nos ha llevado a cometer muchas estupideces. Somos un reflejo de todo eso. Como compañía, es el tipo de teatro que nos gusta hacer y nos ponemos en la piel de los espectadores. Queremos un tipo de teatro que, a través de una historia con momentos de comedia, se llegue a un mensaje más profundo. Que ofrezca evasión, pero con un mensaje. Que el público entre, a través de la risa, en un universo más relajado pero que, cuando esas risas censen, se lo plantee.

¿El público aprende?

Creo que el buen teatro lo que debe hacer es generar preguntas, no decir cómo hacer las cosas. Si no llega a ser una especie de espejo, al menos que haga reflexionar y pensar qué es lo que ves. Me gusta cuando alguien, al día siguiente de la actuación, nos escribe y dice… “me he levantado pensando en la obra”. Eso es muy bueno, porque significa que has dejado una huella. El teatro no debe tener límites porque hay funciones que sólo son entretenidas, sin más pretensión. Otras no emocionan, pero su historia cumplen una función. Otras donde sólo tienen fuerza en la emoción… Por encima de todo, el teatro debe inspirar porque tenemos abandonadas las ideas. 

¿Cómo hemos llegado hasta eso?

Siendo muy estúpidos. Hace más de 500 años El Bosco pintó una mesa con los pecados capitales. ¿Hemos cambiado algo? En esa mesa, Dios está en el centro y ahora estaría el dinero. De pronto el capital está ahí, que es muy goloso, y nos ha cegado. Eso ha provocado cambios en nuestras actitudes y en relacionarnos. Vamos hacia lo instantáneo. Lo que se busca, se quiere ya. Y las ideas no son ese “ya”. Las ideas tienen un proceso y un tiempo. Es más complejo que lo inmediato.

Y entre esas ideas, una de sus obsesiones es mostrar el verdadero papel de la cultura.

Nosotros sacamos la campaña #CulturaEsRiqueza para intentar que el mensaje de la cultura formase parte del debate electoral… cosa que no conseguimos porque ni se mencionó. Llevamos tiempo dando vueltas a esto que tenemos en la cultura… que se nos ha tachado de muchas cosas, como los subvencionados. Era lanzar un mensaje de que el teatro para nosotros, aparte de ser un alimento para el alma, genera trabajo, puestos para unas personas, unos impuestos a pagar, unos salarios… Crear conciencia de que esto no es intangible, que sí era tangible. Ahora le doy vueltas para demostrar no sólo lo que genera, sino lo que cuesta hacer teatro.

¿Un camino de obstáculos?

Aunque se ha hablado mucho, el 21% de IVA ha sido sólo la punta del iceberg en la cultura. Lo que sucede es que no corresponde la realidad que vivimos con cómo cotizamos o lo que pagamos. Yo haría un estudio profundo del sector, aunque complicado, pero está muy descompensado. Nosotros podemos gastar mucho dinero, como ahora con La Estupidez, y sobre la mesa no hay nada que asegure que vamos a amortizar esto.

"Por encima de todo, el teatro debe inspirar, porque tenemos abandonadas
las ideas"

Asumimos el riesgo como cualquier empresario pero que no nos hagan más daño con lo del subvencionado, porque si todo el mundo está subvencionado en este país, ¿por qué no puede recibir dinero la cultura?

Es una manera de fomentar la producción y todo este entramado. Se pretende que mucha gente pueda vivir de esto, muchas familias. Y también que mucha gente que pueda vivir la cultura. Aunque nuestra compañía incluso llegó a los premios Max y dentro del sector tuvimos una buena entrada, luchamos por estar en primera división, pero ahora mismo estamos en tercera.

¿Se ha vendido la idea de que podemos prescindir de la cultura?

No podemos. Nuestro objetivo es que dentro de un tiempo los informativos tengan 20 minutos de cultura en lugar de fútbol… que también. No decimos que se retire el deporte, pero la cultura también aporta al alma y es una inversión de futuro. La cultura hace algo de lo que nos hemos olvidado. Alimentar, tener opinión propia de las cosas y un punto de vista de la realidad. La cultura te convierte en un ser humano y no en gente que termina pareciendo máquinas. Por ejemplo, frente al #BlackFriday que se centra en el consumo más básico, nosotros lanzamos el #FairSaturday, donde invitábamos a la gente a pagar por la cultura y, a la vez, donábamos parte de ese dinero a una ONG.

Para ello no sólo crea con sus compañeros Feelgood Teatro sino que, además, es socio de los teatros Luchana.

Siempre tuve la inquietud no sólo de actuar, sino también de generar. Casi de rebote, me llegó esta idea y era maravillosa. Creo que este tipo de cosas son en las que hay que invertir. Es un edificio de Madrid, suelo de uso cultural. En los últimos años hemos visto cómo al cerrar cines de Madrid, esos espacios fueron sustituidos por centros comerciales, tiendas de ropa, supermercados… Como si fuera lo más importante que tenemos. Cuando me lo ofrecieron sabía que debía meterme, ser socio e invertir aún más. Es un riesgo. Es mi dinero, aunque también soy consciente de que todo tiene su tiempo de arranque.

No le veo fuera de España en busca de otra carrera.

Alguna vez me lo he planteado, pero aquí hay que hacer muchas cosas.

¿Este compromiso tiene que ver con una necesidad de reforzarse frente a quienes tienen una visión más frívola de usted?

No, para eso no me juego el dinero. A día de hoy, mi carrera está ahí y aprovecho todos los medios disponibles. No tengo que vender la burra de nada. Soy como soy y lo demuestro con actos, no con palabras vacías. También invertí en mi último álbum discográfico. Yo trabajo para otros y me encanta, pero quiero tener la opción de generar cosas. Hay trabajos que a veces no cumplen todos los requisitos que buscas y se hacen por muchos motivos. Entre algunos, porque te permiten vivir e invertir en esos proyectos en los que realmente crees. 

¿Y esa inversión en su música ha sido más arriesgada que en el teatro?

Sí, ha resultado ser muy complicada. Ahí sí tengo parte del estigma de mis comienzos en el mundo de la música, vinculada a la serie de Los Serrano. Pero quiero seguir creando mis canciones, que son parte de lo que vivo. Despacito y buena letra. No tengo prisas ni estrés.

Fran Perea (segundo por la derecha), con el elenco de 'La estupidez', en las Naves del Español. / IULIAN ZAMBREAN

Fran Perea (segundo por la derecha), con el elenco de 'La estupidez', en las Naves del Español. / IULIAN ZAMBREAN

Además de La Estupidez, ahora está con la serie La Sonata del Silencio.

Sí, interpreto a Mauricio Canales y está basada en la novela de Paloma Sánchez Garnica. Estas son las cosas que me dan alegría. A veces se recoge lo sembrado porque quizás no podría parecer un papel para mí, y me lo ofrecieron. Lo que más me gusta de este trabajo es cambiar y meterme en diferentes papeles porque me enriquece, me informo de otras personas y otras épocas y me da conocimiento. 

Y hace unos meses también interpretó a Federico García Lorca. ¿Qué aprendió de él?

Por encima de todas las cosas, yo destacaría de Lorca su forma de mirar la vida y de intentar hacer la vida mejor a la gente que lo rodeaba. Este señor lo hacía. Y en mi parcela, quiero también intentarlo.

-¿El estigma de la imagen andaluza le ha afectado?

Alguna vez. Hay un apunte curioso y es que, cuando llegué a Madrid, ya había pasado Padre Coraje y se había aceptado con más normalidad a los actores andaluces. Eso hay que agradecérselo a Benito Zambrano. Ya no éramos los graciosos. Podíamos hacer otros tipos de papeles con el respeto que merecemos.

¿Qué no haría nunca?

En publicidad, he rechazado muchas cosas. Y, en general, nunca aceptaría hacer cosas que vulneren derechos de las personas, su dignidad. Eso lo rechazo de manera frontal.

En este tiempo de crisis, como ciudadano, ¿qué es lo que más le ha dolido?

Sin duda, por encima de mi sentimiento a la cultura, el ataque a los derechos sociales. Cómo se han ido dejando en pos del bolsillo, sin parar y sin límites a cualquier precio. Te puedes volver loco con esta pregunta por todo lo que se ha robado y que ha provocado los desequilibrios sociales que vivimos hoy, y que son demoledores.

En su blog, hay un texto titulado El valor de las cosas en el espacio infinito. Y se pregunta… “¿Voy por buen camino?”

Voy por el camino que voy. ¿Cuál es el camino bueno y el malo? No está escrito. Voy por el camino que voy creando y también por el que me dejan hacer. Pero, a pesar de las circunstancias, quiero seguir caminando.

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