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Guerra y palomitas en la Casa Blanca

La tercera parte de ‘'Los padres de ella' llega al cine tras conocerse que Bush y Blair la vieron juntos el día que se conocieron. Repaso a los filmes favoritos de los presidentes

CARLOS PRIETO

No es fácil mostrar tu mejor sonrisa cuando estás a punto de sufrir un colapso nervioso. Pero todos los hemos hecho al menos una vez en la vida: el día que conocimos a nuestros suegros. Un tour de force cuyo potencial cómico fue explotado por Ben Stiller y Robert de Niro en Los padres de ella (J. Roach, 2000), cuya tercera entrega, Ahora los padres son ellos, se estrena hoy. Una buena excusa para que dos viejos amigos, los ex presidentes George Bush y Tony Blair, se reúnan en torno a una pantalla. Si lo hicieran, se cerraría un círculo: los dos estadistas, acompañados de sus esposas, se vieron las caras por primera vez en febrero de 2001, en el rancho familiar de Crawford (Texas), semanas después de la toma de posesión de Bush. Y no se les ocurrió nada mejor para romper el hielo que ver Los padres de ella, como admite Bush en sus memorias, Decision Points, publicadas hace unas semanas en EEUU.

La proyección cumplió su función. La química entre Bush y Blair surgió desde el principio. ¿Significa esto que Ben Stiller es uno de los responsables indirectos de la guerra de Irak? Puede que no, aunque no era la primera vez que una película reforzaba las alianzas bélicas entre EEUU y el Reino Unido. El presidente Franklin Roosevelt afirmó una vez que las imágenes La señora Miniver, filme de William Wyler sobre las tribulaciones de una ama de casa inglesa tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, influyeron en la intervención estadounidense en el conflicto. Según Churchill La señora Miniver, gran triunfadora en los Oscar de 1942, había hecho más por la causa aliada que 'una flotilla de acorazados'.

Hasta los estadistas más atareados encuentran tiempo para ponerse delante de la gran pantalla, como demostró el documental All the President's Movies (2004), en el que Paul Fisher, proyeccionista de la Casa Blanca entre 1953 y 1986, disertaba sobre las películas vistas por los presidentes en la sede de gobierno y en la residencia de Camp David.

El nacimiento de una nación (D.W. Griffith, 1915) fue el primer título que se proyectó en la Casa Blanca. Un clásico en el que se hacía una apología poco disimulada del Ku Klux Klan. El filme no se proyectó por casualidad: el presidente Woodrow Wilson quería agradar a sus seguidores sureños, a los que debía más de un favor político.

En 1942 se construyó la actual sala de proyecciones del edificio, coincidiendo con la apertura del Ala Este. El segundo presidente que disfrutó de este cine fue Dwight Eisenhower, que era un maniático de los westerns. Vio más de 200 cintas de vaqueros durante su doble mandato. Se las tragaba todas, buenas, malas o regulares, con la única condición de que no saliera Robert Mitchum, vetado en el cine presidencial por haber sido condenado a prisión por posesión de marihuana. Hippies los justos, debía pensar el político que reinó durante la guerra fría.

Más datos: John Fitzgerald Kennedy vio Desde Rusia con amor (T. Young, 1963) la noche antes de su muerte. Su sucesor, Lyndon B. Johnson, fue el presidente que menos películas visionó. Con una significativa excepción. Estaba obsesionado con un título olvidado de la historia del cine: un corto de 10 minutos sobre Lyndon B. Johnson (¿les suena?) narrado por Gregory Peck. El filme había sido rodado de urgencia tras el asesinato de Kennedy para convencer a un escéptico y traumatizado pueblo americano de las bondades del nuevo y grisáceo presidente. Johnson vio su película en docenas de ocasiones (incluso varias veces seguidas la misma noche). ¿Entre la inseguridad y el egocentrismo compulsivo?

Los gustos de Richard Nixon hacen honor a su leyenda: vio Patton (F. J. Schaffner, 1970) dos veces la semana que empezó a bombardear Camboya en secreto. Jimmy Carter ostenta el récord de presidente más cinéfilo con 480 cintas vistas en cuatro años. Sus gustos hacen bueno aquello de que es de bien nacido ser agradecido porque inauguró su mandato viendo Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976), sobre el escándalo del Watergate que forzó la renuncia de su antecesor en el cargo.

Pese a ser actor de profesión, Ronald Reagan no vio demasiados filmes durante su presidencia. Eso sí, era un maestro a la hora de incluir guiños cinematográficos en sus discursos. En marzo de 1985, anunció que vetaría cualquier intento del Congreso, controlado por los Demócratas, de subir los impuestos. Lo hizo citando una de las frases amenazadoras más célebres de Harry el Sucio: 'Go ahead, make my day' ('Adelante, alegradme el día'). En junio de ese mismo año, Reagan soltó otra perla tras anunciarse que los secuestradores de 39 rehenes estadounidenses rescatados en Beirut habían escapado: 'Tras ver Rambo anoche, ya sé lo que haré la próxima vez'. Matarlos a todos, claro.

Dado que las fantasías sexuales y las relaciones extramatrimoniales casi acaban con la presidencia de Bill Clinton, no sorprende saber que uno de sus filmes favoritos fuese la perversa American Beauty (S. Mendes, 1999). Tampoco suena raro, visto el sentido del humor de Clinton, que fuera fan de la saga Agárralo como puedas. A Bush, por su parte, le gustaba mucho la ligereza pop de Austin Powers (J. Roach, 1997), aunque sus gustos se militarizaron al transformarse en el presidente de la guerra: Cuando éramos soldados (R. Wallace, 2002) y Black Hawk derribado (R. Scott, 2001) y Salvar al soldado Ryan (S. Spielberg, 1998) caldearon más de una velada en la Casa Blanca tras el 11-S. Barack Obama, por su parte, ha declarado su admiración por El padrino (F. F. Coppola, 1972) y Alguien voló sobre el nido del cuco (M. Forman, 1975).

Más allá de su ideología, todos los presidentes tienen algo en común: su amor por Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952). No sólo es la película favorita de varios de ellos (Eisenhower, Reagan y Clinton, que la vio 20 veces), sino que también es la que más veces se ha proyectado en la Casa Blanca, por delante de Conspiración del silencio (J. Sturges, 1955), Casablanca (M. Curtiz, 1942), Vacaciones en Roma (W. Wyler, 1953), Patton, Sabrina (B. Wilder, 1954), Un hombre para la eternidad (F. Zinnemann, 1966), El día más largo (K. Annakin, 1962) y El puente sobre el río Kwai (D. Lean, 1957). Una lista lógica repleta de cine clásico y bélico, pero ¿a qué se debe esa obsesión con Solo ante el peligro?

Burt Kearns, productor de All the President´s Movies, lo explicaba así: 'Puede ser vista como una metáfora sobre la presidencia. Su protagonista es una figura glamurosa, un hombre solo que hace lo que tiene que hacer: lo correcto. O lo que un presidente imagina de sí mismo'. Correcto. Ahora bien: ¿de verdad va sobre eso?

Solo ante el peligro cuenta la historia de un sheriff (Gary Cooper) que se enfrenta en solitario a un grupo de forajidos, mientras el resto del pueblo mira hacia otro lado. El filme dio pie a muchísimas interpretaciones, pero su creador, el guionista Carl Foreman, tenía claro lo que había querido contar: 'Una parábola sobre Hollywood y el Macarthysmo'.

Foreman, que en los cuarenta fue interrogado por el Comité de Actividades Antiestadounidenses, era uno de los miembros oficiosos de la Lista Negra. Paul Buhle y David Wagner, autores de un ensayo de referencia sobre la ebullición política en la meca del cine en los años treinta y cuarenta (Hollywood radical. La historia oculta detrás de las películas favoritas de América) creen que Solo ante el peligro es un 'western izquierdista' que critica el 'capitalismo' y 'el discurso político americano estándar que equipara el interés del capital financiero con el interés público'. Conclusión: si en Fox News se enteran de que los presidentes están viendo cine subversivo (aunque sea sin darse cuenta), va a arder Troya.

Obama: 'El Padrino'

Además de la saga mafiosa de Coppola, le gustan ‘Casablanca', ‘Lawrence de Arabia' y ‘Alguién voló sobre el nido del cuco'. Obama vio ‘Haz lo que debas', de Spike Lee, en su primera cita con Michelle. 

George W. Bush: 'Salvar al soldado Ryan'

Los gustos de Bush cinematográficos cambiaron cuando, tras el 11-S, se reinventó para convertirse en el presidente de la guerra. Entonces empezó a ver cine bélico.  

Clinton: 'Sólo ante el peligro'

Bill Clinton vio 20 veces la película de Gary Cooper durante su mandato. También disfrutó mucho con ‘American Beauty' y la saga ‘Agárralo como puedas'. 

Reagan: 'Rambo'

Reagan introdujo elementos de las sagas de ‘Rambo' y ‘Harry el Sucio' en sus discursos. El hombre que intentó asesinarle en 1981 lo hizo influido por ‘Taxi Driver'.

Nixon: 'Patton'

Nixon vio ‘Patton' cuando empezó a bombardear Camboya. Durante su última campaña (1972) escribió una 'lista de enemigos' que incluía a Paul Newman y Burt Lancaster. 

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