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¿Qué hay de nuevo, viejo?

Los diseñadores más consagrados de la pasarelano encuentran el rumbo que les conecte con el siglo XXI

ÁLEX CARRASCO

Este viernes el día no pudo empezar mejor. Gracias al diseñador Jesús del Pozo, que está inmerso en una espléndida madurez a medio camino entre la tradición constructiva de la firma y una suave modernidad. Las formas arquitectónicas que han marcado la trayectoria de uno de los grandes nombres de la pasarela madrileña rejuvenecieron gracias a una elegancia sin artificios, semejante al look impuesto por la serie Mad Men, donde los patch-works de aspecto inacabado, los acentos étnicos y un acertado aire de oficinista de los años setenta, dieron el toque definitivo de una colección que conecta a Del Pozo con la realidad de su tiempo.

El preludio de un día cargado de buena moda pronto se dio de bruces con la dura realidad: según Francis Montesinos un bolso hecho con conchas de mejillones es una idea cojonuda. Y lo hubiese sido fuera de contexto, cosas peores hemos visto, pero en el marco levantino y fallero del desfile del creador valenciano, el bolso tan sólo evocaba los restos de una paella. Puestos a sacar de contexto, mejor recurrir a Agatha Ruiz de la Prada. Sólo ella osa presentarse en una boda real vestida con la bandera republicana. Pero las ganas de transgresión se las debe quedar para ella misma, porque sus colecciones hace tiempo que ya no destilan la frescura irreverente de antaño, tan sólo son una sobredosis de corazones.

Si Montesinos sigue anclado en su herencia mediterránea, los sevillanos Victorio & Lucchino han dejado atrás su espíritu flamenco. A pesar de una apuesta femenina por una moda cercana a la lencería, los volantes siguen siendo seña de identidad de la casa. Elio Berhanyer también intentó modernizar su firma, contratando al diseñador Roberto Diz, aunque poco le duró su intención modernizadora, porque este viernes volvió a repetir el mismo desfile de trajes sastre y vestidos de cóctel trasnochados, pero de impecable factura.

Regreso comercial

Los gallegos Roberto Verino y Adolfo Domínguez, que tras renunciar a Cibeles decidieron volver la pasada temporada, cerraron el día. Pero, ¿volver para qué? Se fueron porque quisieron centrase en el desarrollo comercial de sus firmas y ahora regresan para recuperar la publicidad perdida.

Los tiempos han cambiado, la arruga ya no es bella (según dijo Domínguez) y los básicos son el tesoro del imperio Zara. Con alardes de sofisticación y lujo internacional, pero sin un sello propio que les vuelva a lanzar a pleno siglo XXI, ambos creadores precisan reencontrarse para plantear una alternativa dentro de Cibeles y de su propia trayectoria. Hoy es el día de la generación que ha tendido un puente entre los diseñadores jóvenes y los 'consagrados'.

 

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