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Un héroe para la Francia blanca

Jacques Audiard subvierte el cine carcelario en la antológica 'Un profeta', la epopeya de un inesperado líder de los bajos fondos, que triunfó en Cannes

SARA BRITO

Pocos géneros han sido tan efectivos en la creación de iconos como el cine de mafias. Ahí está el Tony Montana de Scarface, el Tony Soprano de Los Soprano, o el Michael Corleone de la saga de El padrino. Pero los popes americanos de los bajos fondos deben apresurarse a hacer hueco a un tal Malik El Djebena, protagonista absoluto de Un profeta, película (por no decir directamente obra maestra), que pone de largo a un nuevo héroe cinematográfico que atestigua el cambio social en Francia. Los líderes marselleses y sicilianos de los filmes franceses de los sesenta dan paso a un nuevo ídolo de la delincuencia: un chaval de origen árabe, frágil, 'desprovisto de testosterona y con un punto angelical', como le gusta decir a su creador, el director galo Jacques Audiard.

'Nos interesaba la idea de inventar un personaje distinto de lo que se suele esperar en este tipo de películas. No es para nada un arquetipo de lo viril. Quisimos construir un héroe a partir de una persona que a priori no tiene ninguna característica heróica', apuntaba el director a Público en el pasado festival de San Sebastián, cuando el filme ya había ganado el Gran Premio del Jurado de Cannes y su fama de película rotunda y potente no hacía más que crecer.

'Malik es un profeta, una persona que anuncia algo'

Malik es un profeta, 'una persona que anuncia algo', como aclara Audiard. 'Y lo que anuncia es un nuevo prototipo de mafioso, un nuevo individuo, un nuevo ego', dice el director, seguido de un sonoro ¡voilà!. Nuevo porque dota de protagonismo y heroísmo a un chaval árabe sin que el marco sea ni el del cine social de las Banlieue ni el de un documental. Y nuevo también porque provee al protagonista de un mundo interior, que salpica el metraje de fugas poéticas que convierten a su mafioso, según Audiard, en unantiScarface.

'Nunca quise hacer nada cercano al documental o al cine social. Yo sigo teniendo una inmensa confianza en el cine y en su poder para crear iconos, y enseñarnos un mundo con un pie en lo real'.

Un profeta, que se estrena mañana y que compite por el Oscar a mejor película de habla no inglesa, es la historia de un ascenso social entre rejas y un trayecto de más de dos horas y media hacia la visibilidad. Malik (Tahar Rahim) entra en la cárcel por un delito menor. Iletrado, y aparentemente débil al inicio, empezará a realizar encargos para la banda corsa que controla la prisión y que mantiene negocios de barrotes afuera. Así, Malik irá ganándose la confianza del jefe, a medida que crece y aprende, que escucha y juega sus cartas con inteligencia. Malik no para de barrer, pero siempre lo hace hacia casa.

'Queríamos contar la historia de alguien en busca de una identidad'

Al arranque tiene una identidad indefinida. 'No se le define como árabe, es como un indigente. Una persona sin domicilio', aclara el director. Los corsos son los primeros que lo llaman árabe y los árabes le dicen corso. 'Queríamos contar la historia de alguien que está buscando una identidad'.

En ese sentido, Un profeta juega con las pautas del western:Malik es ese hombre solo que llega a un territorio desconocido para labrarse un destino. Pero Audiard va más allá al emprender una mezcolanza de géneros que desconciertan y agitan. Del cine carcelario del que parte, la película se viste de realismo, crudo y eficaz, a la vez que deriva hacia lo fantástico y poético con la presencia de un fantasma que acompaña al reo, o con las ensoñaciones de Malik con un ciervo, que dan pie a una de las secuencias más misteriosas del filme.

'El protagonista no es para nada un arquetipo de lo viril'

'Nos dimos cuenta de que los límites del género eran estrechos. Teníamos todos los elementos de un filme carcelario: la prisión, un personaje que tenía que luchar para salir adelante, el clásico struggle for life', dice. 'La idea era partir de ese cine de género, para ir empujando las barreras, y encontrar una cierta libertad, de la misma manera que el personaje busca la suya'.

Por eso, Un profeta es más que cine carcelario. 'No quise documentarme demasiado en las cárceles' (aunque el director reconoce que usó a ex reos de extras). 'Ese fue un trabajo de los guionistas, Thomas Bidegain, Abdel Raouf Dafri y Nicolas Peufaillit, y de los decoradores, que construyeron un set artificial', afirma.

Además del documental y del cine social, el autor quiso huir de la imagen construida por la televisión. 'No he visto Prison Break y tampoco demasiado The Wire. Soy un hombre de cine y no de tele', dice. 'He visto La fuga de Alcatraz y la trilogía de Nicholas WindingRefn, The Pusher, pero quería ponerme al nivel de mi personaje, porque él tampoco conocía la cárcel. Eso me permitía tener el mismo nivel de sorpresa y de miedo que él', sugiere.

Un profeta también se sitúa dentro de la lógica de personajes masculinos que ha construido Audiard durante su carrera. Como el mismo director, vestido de estricto negro y con su clásico sombrero puesto en todo momento, sus protagonistas están bañados de cierto halo cool. Así era Romain Duris en De latir mi corazón se ha parado, y también el Vincent Cassel de Lee mis labios.

Lo mismo le pasa a Tahar Rahim en Un profeta, presencia magnética durante los 155 minutos del filme, y actor revelación en la temporada de festivales europeos del año pasado. Audiard lo conoció en la parte de atrás de un coche. 'Puede llevar a malentendidos pero fue así', dice en broma.

'Me gusta porque el personaje de Malik tiene cierta sincronía con el actor. Ambos viven un ascenso social y salen a la superficie juntos', afirma. Ni director ni actor niegan la mayor: la secuela podría estar cerca. El final del filme, abierto y espléndido a ritmo del Mack the Knife, de Jimmie DaleGilmore, augura una larga vida al nuevo profeta.

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