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El invierno de los nabos

La sustitución de la patata por la hortaliza en 1916 mermó las fuerzas del Ejército alemán y precipitó su derrota

SERGIO G. MARTÍN

'En cierta ocasión en Berlín, cayó al suelo un caballo aquejado de inanición, y al instante, surgió de los apartamentos una horda de mujeres armada con cuchillos de cocina que, a gritos y empellones, dejaron al animal en el esqueleto y aun recogieron con tazas la sangre que derramaba'.

John H. Morrow describe en La Gran Guerra (Edhasa), un suceso que muestra fielmente la situación de la población alemana en la I Guerra Mundial, tras el llamado Invierno de los nabos de 1916-1917.
El hambre asolaba a una ciudadanía abatida y desesperada. El frente civil se revolvía contra los gobernantes, embaucados por la quimera de la victoria total y gloriosa. Por primera vez desde el inicio del conflicto, se quebraba la legendaria unidad alemana de la que se hizo gala en 1914.

Comer para ganar

En 1916, las aspiraciones de los contendientes de un conflicto rápido se fueron al traste. La sensación de guerra interminable se extiende entre los soldados y civiles de los países implicados. Tras las grandes batallas que jalonan ese año, los frentes se estabilizan, y aparece una situación de estancamiento. Pero tras el verano aparecen las primeras revueltas en Alemania exigiendo 'Pan y Paz' (Brot und Friede). Sin embargo, la Agencia de Avituallamiento no había resuelto los problemas y, tanto las ciudades como el frente, empiezan a sentir el desabastecimiento de los productos esenciales.

En aquel momento, la idea del gobierno de Hindenburg consistía en realizar una planificación global para garantizar la victoria en 1917. Para conseguir sus objetivos, necesitaba concentrar la producción bélica y llevar a cabo una movilización obligatoria de los varones de 16 a 70 años. 'Quien no trabaje, no come', sentenció Hindenburg. Con sus planes y palabras, estaba condenando a todos aquellos civiles improductivos: enfermos, niños, embarazadas...

Todo congelado

Sin embargo, las catástrofes libraron al gobierno de la responsabilidad del hambre. Aquel invierno, la cosecha de patata, elemento esencial de la dieta, se perdió en su mayor parte y la patata fue sustituida por el nabo, de mucho menor aporte calórico. Los alemanes se enfrentaban al tercer invierno de guerra desnutridos y desmoralizados.

Con una temperatura de hasta menos 31ºC, la situación de la población y los soldados se volvió trágica y desesperada. Hubo mujeres que llegaron a morir en las colas esperando la exigua ración diaria o ante las listas de fallecidos en el frente. El estallido social era inevitable. Se había perdido el interés en el conflicto y la desconfianza era completa. Con todas las medidas que se habían llevado a cabo, no se lograron garantizar la alimentación ni se acabó con el mercado negro. Así que las huelgas terminaron por paralizar el país.

En la primavera de 1917 aparecieron los primeros casos de lo que se conoció como 'edema alimentario'. Los brazos y piernas de los enfermos se hinchaban y a los pocos días morían. La causa, unos sustitutivos alimenticios que resultaron ser altamente tóxicos.

En palabras de J.H. Morrow, 'la población temía un cuarto invierno de guerra. Los marineros de Kiel afirmaban que lo único a lo que aspiraban era a que les sirvieran los nabos del rancho como a los oficiales: con una buena tajada de carne'. La última ironía.

1- Ambiente revolucionario
Tras la ofensiva de Brusílov en el Frente Oriental y las Batallas de Verdún y del Somme en el Occidental, Alemania esperaba una victoria total. Pero tras el invierno de 1917 se encuentra con que los alimentos de primera necesidad están racionados, a lo que hay que sumar la escasez de carbón y la falta de materiales de construcción. También se dispara la delincuencia juvenil ante la desestructuración familiar. En abril participaron en las huelgas unos  300.000 trabajadores de la industria bélica. La revolución era inminente.

2- El fin de la monarquía
La mecha se encendió en 1918, poco antes de terminar la guerra. Un grupo de marineros de la flota de guerra en Kiel se negó a maniobrar para sacar la flota al Mar del Norte y realizar una última batalla contra la escuadra inglesa, como pretendían sus superiores. La revolución acabaría por extenderse por todo el país y forzó la abdicación del káiser Guillermo II. Los socialistas reformistas llevaron al país hacia una república parlamentaria, que sería conocida como la República de Weimar.

3- Los espartaquistas

En 1916, Karl Liebknecht había fundado una facción radical del Partido Socialista Alemán, los espartaquistas, que se oponían a la política bélica del país. Después crearon el Partido Comunista Alemán (KPD) y, entre el 5 y el 12 de enero de 1919, un levantamiento de este grupo, sumado a la huelga general y las luchas armadas en Berlín, vuelven a poner al país al borde del abismo. Sin embargo, los principales líderes de la Liga Espartaquista fueron asesinados y la Revolución de Noviembre se dio por finalizada.

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