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Jeremy Irons: "No tenemos democracia en Europa"

BEGOÑA PIÑA

'Descubrí que mi padre era un monstruo', reconoció públicamente el alemán Bernard Walshelger, refiriéndose al momento en que supo que era hijo de un oficial nazi. Un hallazgo indeseable que desgraciadamente habrán hecho otros hijos y nietos de secuaces de algunas dictaduras, en Italia, Grecia...  Algún español habrá comprendido también horrorizado que su abuelo no era el viejecito apacible que aparentaba sino un sicario fascista, un torturador, un verdugo... Son historias escondidas que amenazan a ciudadanos de todo el mundo en este siglo XXI, también a nuestros vecinos portugueses -víctimas de la dilatada dictadura de Salazar- y que persisten en el tiempo, con sus temibles consecuencias, por haber sido negadas, tapadas... Y es que la mayoría sabe que 'es muy importante contar historias como ésta', tal y como decía Jeremy Irons hace unos días en Madrid refiriéndose al relato de Tren de noche a Lisboa, película que protagoniza y que apela a la necesidad de recuperar la memoria histórica.

'Es muy importante tener conocimiento de los distintos sistemas políticos que ha habido en el pasado, tenemos la obligación de educar a los jóvenes en ello, educarles para que sepan lo que ha pasado en el mundo, lo que ha sido', añadía el actor británico, que encabeza un reparto europeo, con veteranos de muchos prestigio -Bruno Ganz, Charlotte Rampling, Christopher Lee...- y nuevos intérpretes, como Mélanie Laurent y Jack Huston, en la reaparición en las salas españolas del cineasta danés Bille August.

Adaptación al cine de la novela del filósofo suizo Peter Bieri (publicada bajo el seudónimo de Pascal Mercier), Tren de noche a Lisboa cuenta un relato a dos voces, la del profesor de Latín Raimond Gregorius y la de Amadeu del Prado. El primero impide el suicidio de una joven, que deja tras de sí un billete de tren a Lisboa y un libro. El segundo es el autor de ese texto, un médico de la resistencia contra Salazar, que relata lo sucedido en los años de clandestinidad en Portugal. Gregorius irá buscando a los protagonistas reales de ese libro y escuchando sus historias.

'Esta es una obra muy delicada',  dijo el actor en Madrid, donde estuvo presentando la película  y donde mostró su preocupación por la situación actual en Europa y en el mundo. 'En este momento, en Europa, estamos viviendo la ilusión de una democracia, pero no tenemos democracia en Europa. Hay unas enormes diferencias entre ricos y pobres, multinacionales muy poderosas que solo se preocupan de ganar más y más dinero, gobiernos que hablan de una supuesta democracia... Poder echar una papeleta en una urna cada cinco años no marca la diferencia'.

'No tenemos el control, lo tienen esas multinacionales, que además son empresas amorales que solo se sienten responsables antes sus accionistas. Esta situación va a llevar a la aparición de revoluciones por todas partes', añadió Irons, que demuestra sus talentos como actor con este personaje, un intelectual suizo que comprende lo fácil y en cierto modo 'sin sentido' que ha sido su vida comparada con la de los personajes del libro de Amadeu. 'La pasión que descubre en esas personas que afrontan peligros es lo que le permite a él mismo cambiar su vida monótona. Como Gregorius, todos necesitamos historias para sacudirnos y cambiarnos. Es una de las funciones del arte, de las novelas, del cine, del teatro...'

'Tenemos que esforzarnos por desarrollar una vida más simple, diferente', afirmó poco después el intérprete, que insistió en su postura combativa con otras declaraciones similares. 'No me creo a los gobiernos, nos dicen que estamos saliendo de la crisis, pero no es verdad. Tenemos que aceptar que vivimos en un mundo con recursos limitados y adaptar nuestra conducta a ello. Evitaremos, entre otras cosas, tantos cambios climatológicos. Los gobiernos parece que no quieren entender esto, solo quieren que compremos y compremos aunque sepan que vamos camino del caos total'.

'Hay que cambiar el modo de vivir, tener trabajo suficiente para que todos tengan la autoestima como es debido, eso puede ser trabajar menos días de la semana y ganar menos dinero también, lo necesario para vivir', continuó Jeremy Irons, que se despidió diciendo: 'Estamos atrapados en una espiral ridícula creada por las multinacionales. Nosotros tenemos que reducir ese poder que tienen, al que los gobiernos temen y hay que obligarles a que paguen lo correspondiente a sus ganancias. Hay que terminar con ese desfase entre los que tienen más y los que tienen menos'.

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