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Joyce Carol Oates, la escritora coraje

En ‘La hija del sepulturero' describe cómo una mujer
levanta el vuelo tras sufrir la violencia de su marido

PAULA CORROTO

Una mujer regresa por un camino de matojos a su casa. Vuelve del trabajo. Se da cuenta de que un hombre la sigue. Siente miedo. Por su mente pasan escenas de la posible agresión que puede llegar a sufrir a manos del desconocido. Acelera el paso todo lo que puede, pero también toma la determinación de encararse a él. De defenderse.


Esta es la primera escena del libro de Joyce Carol Oates (Nueva York, 1938) que Alfaguara publica esta semana. La hija del sepulturero, una historia de casi 700 páginas, que contiene todos los ingredientes que convierten a Oates en una de esas escritoras que siempre aparece en la lista de los candidatos a los Nobel. La violencia, la necesidad de llevar a sus personajes a los extremos y visualizar sus posibles reacciones -'Quiero saber de qué está hecha el alma', dijo hace tiempo a raíz de la publicación de Agua negra-. Pero, sobre todo, y aquí con mayor medida, la resilencia: esa capacidad humana para sobrevivir a las peores tragedias.


En esta novela, el personaje de Rebecca Tignor es la
heroína coraje. Una mujer
valiente que decide retomar el vuelo, acabar con todo y empezar de nuevo. Por eso Oates tiene más coraje que sus personajes.
'El gran éxito de esta escritora es su tendencia a entregarse a los límites y en esta  novela lo consigue', reseñó el pasado año el crítico Lee Siegel en el New York Times cuando la novela apareció en el mercado norteamericano a bombo y platillo. Las comparaciones con Dostoievsky en un epílogo creado a partir de cartas jugaron a favor
de la historia. Una buena
señal.


El rechazo al inmigrante
La novela comienza con la llegada de la familia Schwart a EEUU, en 1936, huyendo de la Alemania nazi. El padre, Jacob, es un profesor, que sólo encuentra trabajo como sepulturero en un pueblo de estado de Nueva York, lo que supone la primera humillación. 'Como a perro quieren tratarme, ¡eh Jacob! Ése soy yo. Por extranjero, por no rico. Un día verán quién es perro y quién es hombre', grita a su familia.


A partir de entonces se producirá un descenso a los infiernos en este hombre, que, como no podía ser de otra manera, acaba en tragedia. Oates pone en escena su teoría: el maltrato, el rechazo, sólo puede engendrar lo mismo y volvernos a todos locos. Es un tema que ya expuso en otro de sus ensayos, Del boxeo, sobre cómo el boxeador Mike Tyson arruinó su vida tras ser derrotado fuera de la lona.

Suele decirse que ¿Por qué escribo sobre la violencia? es uno de los ensayos que Joyce Carol Oates abordó con la intención de psicoanalizar su tendencia a la descripción de actos violentos. 'Me gusta poner a los personajes en momentos de crisis para conocer su coraje, no es la violencia en sí lo que me interesa', ha manifestado la escritora. Particularmente, en La hija del sepulturero Oates describe dos casos de violencia de género, que en el segundo caso se tiñe de un cierto deseo sexual.

La resilencia

'En la vida animal a los débiles se les elimina pronto'. Esta es la máxima que le enseña Jacob a Rebecca. El clásico, para sobrevivir hay que ser fuerte. Ella lo aprende tras sufrir la violencia de su padre y de su primer marido. Para no sucumbir decide escapar y otorgarse una nueva identidad mientras recorre la América más profunda. La historia se desarrolla en los años cincuenta, lo que le confiere más fuerza al relato. La escritora lo sabe y así lo reconoce: 'Las mujeres que decidieron marcharse en aquella época son las pioneras. Comparado con todo lo que hicieron ellas, mi vida ha sido mucho más fácil', señaló en una entrevista a The Guardian.

A estas alturas más de uno ya se lo habrá imaginado: La hija del sepulturero es la historia real de la abuela de Joyce Carol Oates. 'Tras la muerte de mis padres tenía la necesidad de hablar de ello', señala. Curiosamente, ninguno de sus parientes ha leído la novela. Tampoco su marido. 'Hay espacios del pasado que deben quedar ahí, en el pasado', confiesa la escritora. Y, definitivamente, ser sólo una novela.

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