Público
Público

Juan y Eva, dos delicias

SABINO MÉNDEZ

Sorprenderá, pero lo diré con franqueza: ¡viva Amaral! En ese avispero llamado música popular pleno de falsa apariencia y engaño mediático abundan los chicos de barrio que ocultan que son chicos bien, abundan los hombres de negocios disimulados en exploradores, abundan los eruditos que no saben contar sílabas.

En ese panorama, Amaral (o lo que es lo mismo: Juan y Eva) son gente de placentera conversación, poca vanidad y menos pamplina, cuya principal y naturalísima vocación es trabajar y trabajar. Trabajar, eso sí, en lo que les gusta y como les gusta.

Cuando uno se acerca a ellos con una imagen más o menos estereotipada, producto de los media, queda sorprendido e impresionado porque no se pueden imaginar lo muchísimo que Eva gana en las distancias cortas: inteligente, dulcísima y seductora.

Con Juan, uno se puede pasar horas hablando de guitarras eléctricas y sus conocimientos en ese campo son precisos, extensos y ponderados. Artistas y técnicos: dos delicias.

Uno puede otorgar estos elogios con total tranquilidad cuando se está al margen de los premios. Bien mirado, después de una carrera histórica de más de 30 años, facturando casi una decena de himnos generacionales, ahora caigo en que ni a Loquillo ni a mí raramente nos premia nadie.

Es comprensible: como bronquistas natos, resulta difícil reunir 12 hombres sin encontrar alguno con cuentas pendientes por haberle quitado una novia, hecho blanco de alguna arrogancia o víctima de nuestra lengua viperina. Por tanto, larga vida a Amaral. Ellos al menos nos hablan.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?