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Krzysztof Kieślowski: “A veces me pregunto, ¿libertad, para qué?”

Vuelve al cine la trilogía de los colores del cineasta polaco: ‘Azul’, ‘Rojo’ y ‘Blanco’. Referente del mejor cine europeo, desaparecido ahora hace veinte años, enemigo de lo banal, en su obra se hizo todas las grandes preguntas sobre el ser humano.

El cineasta Krzysztof Kieślowski.

MADRID.- “A veces me pregunto, ¿libertad, para qué?” Así presentó el indispensable Krzysztof Kieślowski la primera película de su Trilogía de los colores, Azul, en el Festival de Cine de Venecia, donde conquistó el León de Oro. "El hombre siempre busca la libertad pero nunca la alcanza. Creo que la libertad personal no existe". Reflexiones atinadas de este cineasta místico, un ‘artesano’ meticuloso y austero de la imagen, enemigo de lo banal, que trascendió la realidad para hundirse en los misterios del ser humano. Un creador que desapareció muy pronto, hace ahora veinte años, y al que se rinde homenaje hoy reponiendo en el cine los filmes de su famosa trilogía.

Wanda Visión (José María y Miguel Morales), distribuidora de sus películas en España, recupera Azul (1993), Blanco (1994) y Rojo (1994), y las devuelve a la gran pantalla. Además, en San Sebastián se ha organizado una retrospectiva de toda su obra y se ha publicado el libro La doble vida de Krzysztof Kieślowski, editado por Donostia Kultura y la Filmoteca Vasca. Por último, Cineteca de Matadero presentará sus documentales.

"Expresión viva de lo inefable"

“No ha aparecido entre los artistas de cine nadie capaz de unir en su obra, como lo hizo él, la seriedad de la manera de tratar el mundo y el sentido de obligación frente a él; la atención al detalle y el valor de búsquedas metafísicas. La piedra y el cosmos, el ser humano –corriente, feo, banal- y la añoranza de la belleza”, escribe la cineasta Agnieszka Holland, en el prólogo del libro mencionado, donde concluye: “Todas las películas de Kieślowski -desde sus primeros documentales hasta Tres colores- son en lo más íntimo de su naturaleza la expresión viva de lo inefable. El misterio del destino de cada hombre”.

Una grandeza que se internacionalizó con su película La doble vida de Verónica (1991), primera coproducida con Francia y, por tanto, primer paso del cineasta más allá de Polonia. Aquella fue el puente que marcó una nueva etapa en su carrera, tras haber concluido ya los recorridos por el cine documental, apasionante; sus primeras ficciones; su ‘manifiesto’ fílmico, El aficionado (para muchos, su obra más importante), y su fundamental e impresionante Decálogo.

Libertad, igualdad y fraternidad

'Azul', de Krzysztof Kieślowski.

En esos primeros años noventa, el productor Marin Karmitz encargó a Kieślowski una trilogía sobre la nueva Europa, tres filmes que se sostuvieran sobre los principios de “libertad, igualdad y fraternidad” en la nueva sociedad. En la década anterior, el cineasta había conocido al abogado (después sería senador) Krzysztof Piesiewicz con quien escribió Sin fin (1984), una película que nació de los juicios reales contra obreros detenidos en Polonia tras la instauración de la Ley Marcial. Fue el inicio de una fructífera colaboración que continuó hasta la muerte del director y que, por supuesto, fue esencial en la trilogía.

“Millones de personas murieron por los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Decidimos ver cómo estos ideales se ponen en práctica así como qué significan hoy en día”, explicó el cineasta durante el rodaje de la primera película, Azul. Una obra protagonizada por Juliette Binoche, en la que Kieślowski se pregunta por la libertad personal a través de una historia sobre el dolor.

Una mirada recelosa

El filme mostraba a una mujer que ha perdido a su marido, un compositor, y a su hija en un accidente de coche. Lejos de estas ataduras emocionales e intentando sobrevivir al dolor máximo, Julie decide emprender una vida independiente y buscar la libertad, sin dependencias profesionales, personales… Por supuesto, se da cuenta de que no es posible, al final, todos necesitamos el amor para avanzar. “No creo en la libertad absoluta: prácticamente es imposible, inaceptable desde el punto de vista filosófico. Aspiramos a la libertad y cada vez nos convencemos de que es imposible conseguirla”, había escrito años antes el cineasta en una carta dirigida a Walter Donohue.

'Blanco', de Krzysztof Kieślowski.

Dejó retratada la ‘igualdad’ –una mirada recelosa de la igualdad de Occidente- en Blanco, historia de un matrimonio entre una mujer francesa y un hombre polaco, Julie Delpy y Zbigniew Zamachowski. La pareja se separa y él regresa a su país y decide vengarse de ella. Con más sentido del humor que la anterior, la película es, en palabras del propio Kieślowski, “una historia sobre la negación de la igualdad. El concepto de igualdad sugiere que todos somos iguales. Sin embargo, yo creo que esto no es cierto. Nadie quiere ser el igual de su próximo. Cada uno quiere ser más igual”. El filme le valió el Oso de Plata a la Mejor Dirección en Berlín.

El valor de la esperanza

La trilogía se cierra con Rojo, película dedicada a la ‘fraternidad’, a la que el cineasta concedió el valor de la esperanza. Protagonizada por Irène Jacob y Jean-Louis Trintignant, era la historia de una modelo que salva la vida a un perro y busca a su dueño. Este es un juez jubilado que espía las conversaciones telefónicas de sus vecinos. A ella no le gusta esto, sin embargo, no puede evitar ir a visitarle. Último filme de Krzysztof Kieślowski, es, una vez más, la declaración del cineasta en defensa del amor.

'Rojo', de Krzysztof Kieślowski.

Cuando se estrenó esta obra, ya había anunciado su retirada. "Puedo fácilmente vivir sin una actividad artística. Por el contrario, será un placer no hacer nada. Ya me veo en Varsovia, sentado en una poltrona de mi casa, fumando un cigarrillo", dijo en Berlín. Hasta entonces, desde sus comienzos, vio siempre satisfecha su ‘exigencia’ -“no necesito tener millones de espectadores, pero quiero tener la sensación de que alguien me necesita para algo”-. Hoy, en el siglo XXI, un tiempo más frívolo en lo artístico que aquel, todos necesitamos a Kieślowski.

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