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¿Más humano que los humanos?

'Deus Ex: Human Revolution' traslada los conflictos éticos de la tecnología a una de las mejores aventuras del año

JESÚS ROCAMORA

En el rígido e hipermusculado mundo de los video-juegos de acción en primera persona hay excepciones que llevan la filosofía del dispara-a-todo-lo-que-se-mueve un poco más allá del ejercicio de gatillo fácil. Uno de esos hitos fue Deus Ex, lanzado en 2000 y diseñado de manera impecable por el gran Warren Spector. Su mayor reto fue abrir los shooters a otros estilos de juego, como el rol, las aventuras, la estrategia o la infiltración, dando libertad al jugador para decidir el desarrollo de su historia y cómo jugarla: yendo de frente, es decir, empleando la acción directa y un buen arsenal de armas, o bien utilizando otros métodos más diplomáticos, que incluyen diálogos con otros personajes, el uso del sigilo o la piratería.

Había cierto recelo por que Deux Ex volviera a la vida con una tercera parte en una época en que la industria se vale de marcas muy queridas por el público para vender propuestas con cero riesgo y caja segura. Apenas diez minutos de juego son suficientes para comprobar que todo lo bueno sigue ahí. Y es un gusto ver cómo viejos títulos se benefician de las nuevas máquinas y adoptan algunas de las grandes ideas de los últimos años, especialmente la creación de un mundo abierto por el que el jugador se mueve con total libertad, a su riesgo. Cualquier cosa con tal de no tener que recorrer pasillos y pasillos mientras abatimos soldados.

'Blade Runner' y William Gibson son sus coartadas culturales

Las coartadas culturetas de Deus Ex: Human Revolution (disponible para PC, Xbox 360 y PlayStation 3) están muy claras por parte de sus responsables. Por un lado, la literatura ciberpunk, con William Gibson a la cabeza, y ese su futuro apestoso y lleno de ruido blanco, como un televisor mal sintonizado, que ideó en El neuromante y Quemando cromo, salpicado de conspiraciones gubernamentales, corporaciones internacionales, tráfico de implantes mecánicos y bajos fondos marcados por el choque de contrarios: la miseria y los milagros hi-tech conviven, de la misma forma que lo hacen la corrupción y las promesas por alcanzar una humanidad mejor para todos.

Por otro lado, claro, está Blade Runner, la película de Ridley Scott que puso esa misma estética al alcance de todo el mundo y cuyas claves hace suyas este Deus Ex, especialmente el tono crepuscular, el paisaje amorfo y lleno de contradicciones de las grandes urbes futuristas y la luz, esa luz exterior fría tan artificial que no parece venir del sol.

Año 2027. Detroit. La historia de Deus Ex: Human Revolution nos pone en la piel de Adam Jensen, antiguo miembro de SWAT y ahora encargado de la seguridad de una corporación de biotecnología en una época convulsa: mientras las prótesis y los implantes permiten al hombre alcanzar una evolución a la carta, han surgido grupos contrarios a que los seres humanos se aumenten. Algunos incluso han llegado a armarse como grupos terroristas. Empujado por el deseo detectivesco de averiguar quién está detrás de un ataque a las instalaciones de la empresa para la que trabaja, Jensen terminará metido hasta las cejas en una conspiración de implicaciones éticas.

Lo mejor: el estilo de juego se adapta a las preferencias de cada jugador

Lo importante: ¿está realmente Deus Ex: Human Revolution a la altura? ¿Vuelve a llevar con éxito al shooter a otros terrenos? Sí. Y de qué modo. La mezcla de géneros es ejemplar y hacen de él un producto único, digamos que a medio camino entre la espectacularidad de un Metal Gear Solid (no sólo por la infiltración, elemento clave, también sus personajes quieren trascender y algunas secuencias están filmadas como en una película), las posibilidades de un Mass Effect (dilemas morales, exploración, aventuras secundarias) y un juego de rol donde lo divertido es crecer junto a tu personaje. La posibilidad de que Jensen aumente mediante mejoras permite que cada jugador personalice su partida en función de su estilo de juego: si potenciamos la pericia con las armas, con los ordenadores o sus habilidades sociales, algo muy útil, ya que es posible abrir diferentes caminos dependiendo de lo amable (o grosero) que seamos con los demás.

Deus Ex tiene sus puntos flojos. El primero, el más evidente, es un doblaje que no está a la altura, que chirría en no pocas ocasiones. Y al igual que sucedía en Bioshock, piratear terminales, torretas y robots ayuda a resolver situación complicadas... aunque también puede resultar una tarea cansina. En el lado contrario, es de agradecer poder conocer cómo de hondo se ha trabajado para hacer un juego así: Deus Ex: Human Revolution dispone de una edición especial que incluye, entre otras cosas, un libro de 40 páginas con pequeños ensayos que analizan sus claves culturales y sociales (el transhumanismo, la biónica, el ciberpunk). Bravo por el esfuerzo. Sin duda, uno de los videojuegos del año.

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