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Dan Gilroy: "Cuanta más sangre, más audiencia"

Firma 'Nightcrawler', su ópera prima. Ácido retrato de la sociedad que demanda la televisión basura, opta al Oscar al Mejor Guion Original. Protagonizada por un atinado Jake Gyllenhaal, la película es uno de los mejores debuts de un director en EEUU en los últimos años.

Jake Gyllenhaal, es una escena de la película

BEGOÑA PIÑA

MADRID.- Los nightcrawlers –merodeadores nocturnos- conducen por Los Ángeles a 160 por hora, con los escáneres en marcha y conectados a las emisoras de la policía. Ganan entre 50.000 y 100.000 dólares al año vendiendo a las televisiones imágenes truculentas de accidentes, tiroteos, incendios... Por la mañana, sus grabaciones abren los informativos locales. “Cuanta más sangre, más audiencia”. Son piezas importantes del macabro tablero en que hemos convertido esta sociedad. Ahora son también los protagonistas de Nightcrawler, uno de los mejores debuts de un director americano de los últimos tiempos. Obra del guionista Dan Gilroy, la película es candidata al Oscar al Mejor Guion Original y está protagonizada por un brillantísimo Jake Gyllenhaal.

Sátira lúgubre del periodismo televisivo, Nightcrawler denuncia también el deteriorado mercado de trabajo, por el que millones de jóvenes merodean desesperados. Uno de ellos es Lou Bloom, el protagonista de esta historia. Es un estafador, un ladrón de poca monta, una especie de carroñero urbano. Al salir una noche de una chatarrería donde ha vendido el estaño robado en la calle, es testigo de un accidente. Allí ve cómo trabaja un cámara que está grabando para vender después esas imágenes a alguna televisión. Lou tiene una revelación, esa es su vocación. Y con ella se hará rico.

Noticias como entretenimiento

En el personaje se juntan la desesperación por encontrar un trabajo y una espeluznante falta de escrúpulos. La primera le empuja a hacer cualquier cosa para vivir, la segunda, aunque ese desarrollo no se muestre en la película, le augura un futuro brillante prosperando en medio de cualquier consejo de administración. En Nightcrawler, Lou Bloom evoluciona lo suficiente para dejar entrever ese porvenir, el tramposo del comienzo se convierte en ‘periodista’. Y ahí recuerda mucho a Charles Tatum , aquel reportero sin escrúpulos que bordó Kirk Douglas en El gran carnaval (Billy Wilder, 1951).

Y si el personaje nos lleva a aquel otro buscavidas, el remate de la historia despierta el recuerdo de los diálogos de Network, un mundo implacable, una de las películas más grandes sobre el mundo de la televisión (Sidney Lumet, 1976). “Voy a matarme. Voy a volarme la tapa de los sesos a la mitad del noticiero de las 7”, anunciaba Howard Beale (impresionante Peter Finch). Su amigo, el periodista Max Schumacher (William Holden), cargado de un trágico cinismo, le contestaba: “Tendrás un gran rating, te lo garantizo”. El dardo en la diana. Como dice el director de Nightcrawler, Dan Gilroy, “este es un problema que nació cuando las cadenas de televisión decidieron que los informativos tenían que ser rentables, cuando nunca había sido así. En cuanto se pretende que los informativos de un medio ganen dinero, las noticias se convierten en un entretenimiento. Todos perdimos un gran valor cuando aquello sucedió, porque más que obtener historias en detalle que nos educan y nos informan, nos dan narrativas confeccionadas para vender un producto”.

La línea roja

Rene Russo da la réplica a Jake Gyllenhaal en esta película. Ella es Nina, la directora del informativo de una de las cadenas de televisión de Los Ángeles. Reflejo de muchos de los periodistas de hoy, le quedan dos meses para renovar su contrato. Si no lo consigue, pierde su seguro médico, se queda sin fondos para el alquiler y, con la edad que tiene, se desvanecen muchas posibilidades de encontrar otro trabajo. Desesperada también, se vende al tremebundo espectáculo de la sangre.

Un espectáculo que Dan Gilroy equipara al de la emisión de los vídeos de los recientes degollamientos a inocentes secuestrados a manos de salvajes terroristas. “Están absolutamente al mismo nivel”, dice en una entrevista publicada con motivo del estreno en EEUU de su filme. “Para mí esa es la línea roja. Yo soy incapaz de ver esas imágenes. No las quiero tener en mi cabeza. Hay determinadas cosas que no puedo mirar. Pero sí, es cierto que hay mucha gente proclive a mirar escenas escabrosas. Se dice que la violencia instiga más violencia en la sociedad, y no sé si eso es cierto. No sé si mirar esas imágenes insensibiliza a la gente o no, no estoy seguro. No creo que, como sociedad, sea sano para nosotros consumir esos videos al nivel que los consumimos, pero es como la comida rápida. Odio pontificar sobre eso, pero se podría mirar a los proveedores de comida rápida y decir ‘son unos criminales; nos están perjudicando la salud’. Sin embargo, nosotros seguimos queriendo comer fast food. Por tanto, ¿quién es el malo?”.

Retrato de la basura de nuestros días, de la sociedad-basura, de la televisión-basura, de los trabajos-basura…, Nightcrawler muestra un mundo enfermo, que aplaude el éxito de lo morboso, lo truculento y lo violento, que desplaza lo ético y profundo, que desprecia el buen periodismo, y que vive obsesionado por el dinero. Es una certera y aciaga mirada del sueño americano en este siglo XXI.

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