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El mensaje que nadie quería creer

Jan Karski denunció ante los aliados el exterminio nazi de los judíos

BRAULIO GARCÍA JAÉN

Jan Karski nació, llamándose Jan Kozielewski, el 24 de junio de 1914, poco antes de la Primera Guerra Mundial. En el verano de 1942 y debido a su papel como correo de la Resistencia polaca durante la Segunda Gran Guerra, adoptó esa identidad que le acompañaría siempre. Sobre todo desde que en 1944 firmó así Historia de un estado secreto (Acantilado): su testimonio vendió 400.000 ejemplares en EEUU.

Karski fue, en gran medida, lo que sus ojos vieron. Hijo de un talabartero y el pequeño de ocho hermanos, fue un excelente estudiante con aspiraciones diplomáticas. La invasión nazi, sin embargo, le llevó a poner sus metas personales al servicio de su país. Las recomendaciones de un viejo profesor, miembro del gabinete del primer ministro, que recordaba su asombrosa capacidad de análisis y memorización, lo colocaron como correo entre la Resistencia interior y el Gobierno en el exilio. Por ninguna de sus misiones, por heroicas que fueran, habría pasado Karski (1914-2001) a la historia, y desde luego no más allá de las fronteras polacas, como lo ha hecho, de no haber sido por el encargo que recibió en 1942.

La primera reunión con los dos dirigentes judíos de Varsovia, cuyo mensaje Karski debía transmitir a los aliados, tuvo lugar en octubre. Los dos hombres, uno sionista y otro socialista, le hablaron de las deportaciones que, desde el gueto de la ciudad, los nazis habían puesto en marcha en julio de ese año: 'En dos meses y medio, en un barrio polaco, los nazis habían cometido 300.000 asesinatos'. La solución final estaba en marcha.

Karski entró en el gueto camuflado para dar mayor veracidad a su relato. 'Los alemanes habían elegido el barrio más pobre de Varsovia para emplazar el gueto', escribe. Una vez dentro, contuvo el pánico para no salir corriendo. 'Aparte de la piel, los ojos y la voz, no había nada de humano en estas palpitantes figuras'. Vio cómo los supervivientes arrojaban los cadáveres de sus familiares a la calle, desnudos, para que no los identificaran y tener que pagar su entierro con el dinero que no tenían.

Los niños 'jugaban antes de morir'. La segunda parte de la misión consistió en entrar, como guardia ucraniano, en el campo de Belzec. En unas horas comprendió cómo funcionaba el exterminio: enfilaban a los judíos a tiro limpio, los obligaban a hacinarse en los trenes y estos, con el suelo de los vagones alfombrados de cal viva, se dirigían hasta un descampado donde permanecían días, sin moverse: el calor y la cal viva reducían a silencio los convoys. Karski abandonó Polonia y se dirigió a Londres, sede del Gobierno polaco en el exilio. Tras atravesar Francia y España, embarcó rumbo a EEUU. El 28 de julio de 1943 fue recibido por el presidente Roosevelt, a quien le contó lo que había visto. Tras escribir su libro, se nacionalizó estadounidense y guardó silencio durante 30 años.

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