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"Mi espíritu me pide que me salte las reglas"

Ventura Pons dirige Forasteros, película basada en la polémica obra de Belbel

TONI POLO

Ventura Pons vive un momento redondo. Echa cuentas: 'Se cumplen 40 años de mi primer espectáculo profesional; 30 del estreno de mi primera película [Ocaña, retrato intermitente] y Forasteros es mi película número 20'.

Sin comerlo ni beberlo, la película, con Anna Lizarán y Joan Pera encabezando el reparto, llegó al cine precedida de la polémica. En Rojales (Alicante), una profesora fue sancionada por pretender representar ese texto, de Sergi Belbel, con alumnos de 14 años que, supuestamente, podrían sentirse heridos por el vocabulario malsonante de algunos pasajes de la obra.

Pons sólo quiere zanjar la polémica: 'Vaffanculo!, que dicen los italianos. Es un esperpento ibérico que alguien en el siglo XXI pueda pensar que un chico de 14 años no pueda trabajar sobre un texto que, por otra parte, en el Teatre Nacional de Catalunya fueron a ver muchos adolescentes. Todo sería muy divertido, la verdad, si no fuera porque hay una profesora que pudo perder su trabajo. Las frases sacadas de contexto son muy peligrosas: seguro que los censores ni han leído la obra'.

Tacos a parte, Forasteros es un melodrama. La escena corre del año 1968 al 2008 a través de una familia que se enfrenta a la pérdida de uno de sus miembros. La llegada de nuevos vecinos, de forasteros, trastoca la rutina social

'Se plantea cómo reaccionamos con los demás y cómo a veces nosotros somos forasteros de nosotros mismos', explica el director.

'Belbel tiene tres cosas importantes para mí: temas bonitos y profundos; historias impactantes y nulo respeto por la narrativa tradicional'. Nada de presentación, nudo y desenlace; es decir, los tres actos de una obra.

El juego narrativo de Belbel tiene cautivado a Pons: 'Mi espíritu me pide saltarme las reglas tradicionales', proclama. 'Me gusta lo que explica Belbel y eso es lo que cuento, pero también hago una película donde yo me reconozca'. Forasteros tiene, sin duda, el sello de Ventura Pons.

La escena va y viene entre dos épocas y nos enseña 'una España del matriarcado, la del 68, como parábola de la ruina moral de aquella sociedad'. El continuo ir y venir temporal refleja el cambio social de un país. El salto temporal no confunde al espectador: 'Está acostumbrado, porque en realidad no hemos inventado nada'.

 

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