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Migración “Nos vamos a aburrir de ver otros Aquarius tratando de llegar a España”

El periodista Karlos Zurutuza cuenta en el libro 'Tierra Adentro' las miserias que empujan a miles de migrantes a echarse al mar desde Libia.

Refugiados en el centro de detención de Zawiy. / RICARDO GARCÍA VILANOVA

“Lo del Aquarius va a ser tan habitual a partir de ahora que nos aburriremos y llegará un momento en el que no habrá Prensa ya esperando”, asegura el periodista Karlos Zurutuza (Donostia,1971). Entre la primavera de 2011 y el pasado otoño, este reportero vasco viajó diez veces a Libia y a su litoral, la mayoría de las veces en compañía del fotoperiodista catalán Ricardo García Vilanova (Barcelona, 1971). El resultado de todo ese trabajo periodístico de investigación se plasmó en varias decenas de reportajes, cientos de fotografías y ahora, también, en un libro brillante, esclarecedor, y de una actualidad rabiosa tras lo acaecido con el Aquarius. Su título es Tierra adentro: vida y muerte en la ruta libia hacia Europa.

El momento no puede ser más oportuno para charlar de él con Zurutuza. Mientras el donostiarra nos explicaba este domingo su experiencia en tierras libias tras la caída del dictador Muamar Gadafi, otro barco alemán (Lifeline) con 239 migrantes a bordo era rechazado por los malteses y el Gobierno de los populistas italianos, y al igual que sucedió con el Aquarius unas semanas antes, deambulaba por alta mar en espera de que otro puerto europeo le autorizara a llevar su carga humana.

Zurutuza y García Vilanova conocen bien la rutina de esos barcos fletados por las ONG, dado que durante la fase final de su investigación, y gracias al respaldo de la beca Photographic Social Vision al Periodismo de Investigación, remataron su trabajo periodístico embarcándose en tres de los buques de salvamento que operaban en el Mediterráneo (Dignity, Argos y Astral). Su objetivo era desvelar los entresijos que están empujando a miles de personas a arriesgar su vida en alta mar, de camino hacia Europa.

Seguirá la prohibición

“Cuando cerramos el libro había un sólo barco trabajando en el rescate de migrantes. Ahora hay de nuevo cuatro. Es difícil que las autoridades italianas y maltesas levanten la prohibición de que atraquen en sus puertos, así que me temo que este es solo el primero de los muchos Aquarius con los que vamos a enfrentarnos”, explica el periodista. ¿Recalarán las próximas remesas de mercancía humana en Europa a través de puertos españoles o franceses o, tal y como sugirió Bruselas, se devolverán en caliente a algún lugar de las costas argelinas? Se desconoce. Pero una cosa es cierta, a juicio de Zurutuza: “De no cambiar la situación, los muertos se multiplicarán porque el trayecto es más largo; los buques de rescate pueden realizar menos operaciones y además, llevará más tiempo el socorrer a los migrantes, en el supuesto de que presenten problemas médicos”.

Alí,un refugiado nigerino en plena faena durante la batalla contra el estado Islámico en Sirte. / RICARDO GARCÍA VILANOVA

Alí,un refugiado nigerino en plena faena durante la batalla contra el estado Islámico en Sirte. / RICARDO GARCÍA VILANOVA

En opinión del periodista, lo que ha hecho el PSOE al autorizar al Aquarius a atracar en Valencia es poner sobre la mesa de Bruselas que existe un problema grave, y que este no puede ser resuelto únicamente por los países mediterráneos. Italia ha retenido y confiscado a varios de los barcos de ONG que operaban en la zona y ha enjuiciado, igualmente, a algunas de sus tripulaciones, a cuyos miembros acusan de interferir en las labores de los gobiernos maltés, italiano y libio, con el que se venían coordinando para propiciar las llamadas “devoluciones en caliente”.

Taxis de los traficantes

Los italianos acusan a los barcos de las organizaciones no gubernamentales de haberse convertido en verdaderos taxis de los traficantes libios y con ello, de estar alentando la migración ilegal y el “efecto llamada”. Según el reportero donostiarra, tras la fachada demagógica de esas afirmaciones, se están enmascarando algunos hechos que las matizan y corrigen.

Dejaron de rescatar a gente para proteger las fronteras europeas

“En 2013, cuando la envergadura de la crisis migratoria en Libia empezaba a preocupar a sus vecinos del norte, Italia desplegó un operativo de patrullas fronterizas y misiones de búsqueda y rescate bajo el paraguas de un programa nacional al que se llamó Operación Mare Nostrum”, explica Zurutuza. “El elevado coste político –la oposición acusaba al Gobierno de contribuir a la inmigración irregular- unido a las dificultades de Roma para financiar en solitario una operación de nueve millones de euros mensuales llevaron a su suspensión, en octubre de 2014. La responsabilidad fue entonces a parar a manos de Frontex. Y lo primero que hicieron fue retroceder en su zona de actuación. Dejaron de rescatar a gente para proteger las fronteras europeas. Un año después, el número de muertos en esas aguas se había multiplicado por treinta. Es en ese contexto cuando la labor humanitaria de los buques de las ONG se convierte en imprescindible”, asegura.

Es cierto, en su opinión, que las misiones de esos barcos tuvieron ciertos efectos colaterales adversos. “El más notorio -precisa- es que los narcotraficantes comenzaron a fletar balsas con el combustible, los recursos y los alimentos necesarios, no para llegar a la otra orilla, sino para alcanzar la zona de rescate. De hecho, muchos inmigrantes estaban convencidos de que los barcos de las ONG formaban parte de la red mafiosa que los llevaba a Europa. Y por supuesto, también se está dando el caso de quienes no alcanzan a los barcos de rescate y mueren”.

Efecto salida

No obstante el reportero afirma que no es un “efecto llamada” lo que empuja a esos miles de personas procedentes de África, Asia y Oriente Medio a alcanzar Europa, sino el “efecto salida” que provoca la miseria. “Las condiciones de su traslado son más precarias, pero sean cuales sean éstas, la gente no va a dejar de echarse a la mar desde los puertos libios porque han invertido mucho dinero, tiempo y sacrificio para llegar hasta allá. Si las ONG se retiran, simplemente morirán más en el agua, como cuando se suspendió Mare Nostrum”, añade.

Foto de cubierta del libro. Autor de imagen de portada, Ricardo García Vilanova.

Foto de cubierta del libro. Autor de imagen de portada, Ricardo García Vilanova.

Menos conocidos, y menos investigadas también, que las dificultades que hallan mar adentro, son las condiciones en las que vive la población extranjera de Libia. Y ese es justamente el principal foco de atención del libro y, en general, de todo el trabajo de investigación realizado por Zurutuza, junto a García Vilanova. “Aquel año de 2011 fue maravilloso para trabajar como periodista en Libia porque casi todo estaba por contar. En mi caso, decidí evitar lugares más trillados y concurridos como Bengasi, y cubrí la guerra desde el frente occidental tras cruzar la frontera tunecina. Allí me topé con el pueblo amazigh o bereber”, recuerda el vasco.

El gran drama de la población extranjera de Libia en la era post-Gadafi es que la caída del régimen dio lugar a un estado fallido donde, a falta de otros nodos de poder y autoridad, se revigorizaron los poderes tribales, siempre sostenidos sobre milicias de inspiración salafista. “Lamentablemente -explica Zurutuza-, los extranjeros que ya vivían allí, o los que iban recalando con la esperanza de alcanzar Europa, carecían de tribu o milicia que les respaldara, lo que los dejó en una situación de notable desamparo”.

Sociedad de castas

A la postre, lo que se había creado en Libia es una sociedad de castas por nacionalidades. “Podías conocer el trabajo de alguien por su procedencia, y viceversa”, dice el periodista. “Los subsaharianos y los de Bangladesh ocupaban los lugares más bajos. En los puestos intermedios estaban los tunecinos, que trabajaban en los hoteles; los egipcios, que cocinaban, y los marroquíes, que desempeñaban labores más especializadas. Ahora la espantada es general y ese 'sociograma laboral' ya no es tal”.

Aunque a duras penas, muchos de esos extranjeros han logrado mantener un lugar en esa desintegrada sociedad y no desean abandonar el país. Para otros, sin embargo, Libia sólo es un jalón en su camino hacia Europa. Al decir de Zurutuza, el nuevo escenario socio-político nacido tras la caída del régimen de Gadafi ha puesto también contra las cuerdas de la miseria a buena parte de la población libia, mal habituada en los tiempos de la dictadura a un modelo rentista de Gobierno basado en el petróleo, no tan generoso como el saudí pero igual de ineficiente. “Sigue habiendo gente que percibe un sueldo por trabajos que jamás han realizado. Existen, por ejemplo, varios cientos de empleados ferroviarios, aunque no hay ferrocarril, o guías turísiticos en un país donde no existe el turismo”, dice.

Y de telón de fondo, tres gobiernos diferentes y todos igual de ilegítimos. Dos tienen su sede en Trípoli y uno, en Tobruk. Una vez más, turcos, egipcios y los países petroleros del Golfo se han servido de un escenario árabe para dirimir sus diferencias.

Migrantes en el centro de Trípoli en espera de un trabajo esporádico. / RICARDO GARCÍA VILANOVA

Migrantes en el centro de Trípoli en espera de un trabajo esporádico. / RICARDO GARCÍA VILANOVA

Corrupción en Naciones Unidas

Fue en ese contexto enrevesado en el que desarrolló su trabajo el funcionario español de Naciones Unidas y antiguo ministro español de Asuntos Exteriores Bernardino León, al que la Prensa británica acusó abiertamente de corrupto. “Han tratado de exculparlo de algún modo”, sostiene Zurutuza. “Pero los correos electrónicos que dio a conocer The Guardian y que León dirigía a sus patronos de los Emiratos Árabes Unidos, una de las partes en la liza, son inequívocos. Entre ellos, había uno en el que León afirmaba que ya había dado con una fórmula para desprestigiar al Gobierno de Trípoli. En otro, el diplomático malagueño mostraba su preocupación sobre cómo ocultar el hecho de que sus patrocinadores estuvieran enviando armas a Libia, en clara violación del embargo de armas de Naciones Unidas. Cuando estalló ese escándalo, Naciones Unidas se comprometió a investigarlo, pero en la práctica, no han emitido ni una disculpa oficial. Los atentados de París de 2015 barrieron al resto de la actualidad y contribuyeron a correr un tupido velo sobre hechos lamentables como este”.

Durante su investigación en tierra libia, Zurutuza y García Vilanova reunieron asimismo pruebas de la notable y creciente influencia que ha cobrado el salafismo entre la polarizada red de poderes del país. “El proyecto común de los libios era derrotar y linchar a Gadafi, pero carecían de un plan para el día después lo que abrió las puertas al islamismo, pese a que ninguna de las dos elecciones celebradas hasta la fecha haya sido ganada por los islamistas. Sorprendentemente, ahora les llega el dinero a los tres gobiernos de manos de un jeque salafista saudí de la rama majdalí”, asegura el reportero.

Mentiras galardonadas

Por otro lado, no es cierto, en su opinión, que la situación y el trato que se dispensa a los extranjeros en los centros oficiales de acogida o detención sea igual al que reciben en los espacios gestionados por las mafias. “Este es un malentendido que ha provocado vetos a los periodistas por parte de las nuevas administraciones y que fue originado en parte por la falta de honestidad de algunos reporteros. En fin, la precarización de la profesión ha conducido a esta situación de todo vale y sálvese quien pueda. Ha dado alas a las mentiras. Algunos creen que nadie va a contrastar sus fuentes en lugares como Libia. Se equivocan. Nosotros, averiguamos, por ejemplo, que unas imágenes galardonadas de unos africanos apoyados en los barrotes de una celda fueron montadas por el periodista. Las celdas, en realidad, estaban abiertas. Y para lograr que los migrantes extendieran los brazos, se les ofreció unos cigarrillos. Es el nuevo periodismo de la precariedad”, concluye Zurutuza.

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