Público
Público

Muere Marcos Ana, adiós a la voz libre

Marcos Ana, poeta y militante comunista, deja este jueves un sentimiento de orfandad entre todas aquellas personas que se sintieron próximas a sus versos y su activismo.

Marcos Ana, la voz libre.- PCE

PATRICIA CAMPELO 

MADRID.- Explicaba con frecuencia que él había llegado a la vida “dos veces”: cuando nació en Salamanca, en 1920, y tras salir de prisión, en 1961, después de 23 años recluido en distintas cárceles de la dictadura, uno de los presos que más tiempo acumuló encerrado. Fernando Macarro Castillo, el poeta y militante antifranquista más conocido como Marcos Ana, ha fallecido este jueves, dejando un hueco en la lista de figuras imprescindibles de las letras y del activismo político, en el elenco de nombres clave para entender el pasado reciente de este país.

Marcos Ana fue el poeta de las víctimas de la represión de la dictadura, primero, y de la juventud después [el grupo Extremoduro le acercó a un gran público]. A quienes nacieron en democracia se dirigía a menudo para transmitir sus vivencias. Entre jóvenes se sentía a gusto, como si así experimentara por primera vez la bisoñez que le robaron: ingresó en prisión con 19 años y salió con 42. Sus versos, en cambio, fueron libres antes que él, fruto de una imaginación que volaba libre desde su celda para después fijarse en papeles de cigarrillos. Letra a letra, las finas hojas de los pitillos salían de prisión y copaban libros enteros que editaba el Partido Comunista en el exilio.

Así, cuando el poeta ‘nació’ por segunda vez sus lectores le aclamaban, y al calor del éxito, ya convertido en símbolo de la resistencia republicana, emprendió una gira política para denunciar fuera de España los crímenes que seguía cometiendo la dictadura bajo el total manto de impunidad.

Precisamente, en su último cumpleaños, cuando alcanzó los 96, se generó un espacio de memoria gracias a su encuentro con dos viejos conocidos de aquel periplo internacional, episodio que refleja la dimensión que alcanzó su figura. Era un sábado frío y soleado de mediados de enero, poco después de su aniversario (nació un 20 de enero).

Marcos Ana fue el poeta de las víctimas de la represión de la dictadura, primero, y de la juventud después

Bajo el techo de La Estación, un establecimiento ya convertido refugio para militantes de la memoria histórica en el madrileño barrio de Hortaleza, esperaban dos argentinos canosos, antiguos estudiantes de Medicina en Buenos Aires. Jorge Jerez y Rubén Efrón aguardaban emocionados a su admirada referencia política. Más de cinco décadas atrás habían organizado un multitudinario recital poético en Buenos Aires, días antes del acto público en el Luna Park que la dictadura intentó, sin éxito, cancelar. “Hubo una campaña enorme por parte de la embajada franquista contra mí, y eso hizo que me conociera más gente. Cuando intervine comencé dando las gracias a la embajada por su perversa contribución a aquel acto”, relató entre risas.

En aquel último encuentro, los argentinos deseaban compartir emotivos recuerdos, y Marcos Ana no les hizo esperar. Llegó a paso lento pero firme. Como acostumbraba, miró fijamente una por una a todas las personas que le esperaban en el corrillo de la entrada, saludando e interesándose por las nuevas caras. Y como era tradición en cada acto público o privado por el que se dejaba caer, portaba los colores de la República, aquella vez, con una bufanda. El atuendo invernal lo completaba con una ‘ushanka’ (gorro ruso) sobre su cabeza despejada.

Allí, Marcos Ana, con un tono de voz débil pero expresión contundente, recordó momentos vividos en Sudamérica y episodios carcelarios, narrados desde la barrera del paso de los años, que le otorgaba un tono irónico y, a veces, cómico a sus relatos orales, aquel día, narrados con la misma pausa con la que sorbía sin prisa un mosto.

¿Sobre qué hablabas en las giras?, se le preguntó en su último cumpleaños, a lo que él contestó: “De lo que había significado para mí la cárcel, que había sido como una universidad, dedicando tiempo a estudiar, o en comisiones de clandestinidad y con una voluntad de hierro”, concedió, y recitó parte del anecdotario, como el concierto clandestino de homenaje al poeta Miguel Hernández de Las nanas de la cebolla, en el penal de Burgos: “Pese a la vigilancia, teníamos una vida política intensa, e hicimos varios homenajes, entre ellos, el de Miguel Hernández. Construimos un escenario sobre el que aparecía, como decía Neruda, ‘el fuego azul de la poesía’. Y partíamos en trozos los palos de las escobas, que eran huecos, y así hacíamos las flautas”.

Aquella jornada de celebración acabó con promesas en el aire: de nuevos actos, de próximas entrevistas “grabadas, con cámaras”, “por supuesto, lo que queráis”, se predispuso sin escatimar en risas y en piropos ajustando una mirada pícara. “Regálanos más cumpleaños, Marcos”, le suplicaban algunos comensales.

"Hay libertad, pero si no va ligada con la justicia es un fracaso. La transición dejó pendientes muchas cosas", dijo Marcos Ana

Hasta su último aliento, Marcos Ana continuó en la batalla, asumiendo y apoyando la lucha de las víctimas del franquismo, de la crisis económica, de los recortes en la enseñanza y sanidad pública o manifestándose en contra del TTIP, en este caso, hace poco más de un mes. Hoy es un día triste, de sentimiento de orfandad compartido por todas aquellas personas que se sintieron próximas a sus versos y su activismo.

Marcos Ana, que nació “dos veces”, firma este jueves su segunda muerte pero, esta vez, deja la compañía de su ausencia, un recuerdo que seguirá llenando espacios a través de su trova, de su historia, de su lucha por los derechos humanos, la batalla continua por lograr “que salga el sol y caliente a todos por igual”, resumía en una entrevista en enero de 2011, cuando recordaba asuntos que nos deja por concluir: "Hay libertad, pero si no va ligada con la justicia es un fracaso. La transición dejó pendientes muchas cosas".

“Ni un muerto, ni mil muertos, ni todos los muertos del mundo me pueden devolver a mí estos trozos de mi vida que yo he dejado en los patios y en las celdas de las cárceles. Lo único que me podría recompensar un poco la vida es ver triunfantes los ideales por los cuales yo he luchado, por los cuales ha luchado toda una generación”. Marcos Ana.

'Dos veces vino la muerte / y dos se fue arrepentida. / Dicen que marchó ofendida / porque no doblé mi frente / ¡Por eso dejó mi vida! Marcos Ana en 1944

¿Te ha resultado interesante esta noticia?