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«El concepto de arte está pervertido»

Cantante. La salmantina Fátima Miranda presenta en Escena Contemporánea ‘Cantos robados’.

JESÚS MIGUEL MARCOS

Su vida cambió súbitamente. Un taller de música con Llorenç Barber a finales de los setenta convirtió a esta historiadora del arte en una de las voces más portentosas del mundo. En las estanterías de su casa, Fátima Miranda aún conserva los libros que escribió sobre urbanismo. Si no tuviesen su firma, serían como perros verdes al lado de tantos volúmenes sobre canto, voz, teoría musical... Presenta su obra Cantos robados, este miércoles y jueves, en Escena Contemporánea.

¿En qué consiste ‘Cantos robados’?
Tenía varias ideas por separado: por un lado, ofrecer una mirada irónica sobre lo sagrado y lo sublime en lo cotidiano; por otro, la idea de actuar con un vestido altísimo, de varios metros, y que el vestido se convirtiera en un paisaje.

Eso supondrá una producción costosa…
Yo voy sentada en un sillín, como de una bici, a cuatro metros de altura. Todo va apoyado en una estructura circular con ruedas, de tal manera que accionando los pedales todo se mueve. Yo soy pequeña, pero la gente me ve como una fuerza de la naturaleza.

¿No hay peligro de que la puesta en escena eclipse otras partes de la obra?
Pues sí, era consciente de ello. Y otro peligro es que pueda crear unas expectativas en el público que no sean satisfechas, o que no se pueda interactuar con él suficientemente.

¿Por qué ese título, ‘Cantos Robados’?
La verdad es que cantos robados son todos los que yo hago. Vivimos tiempos en los que parece que todo vale, que todo tiene que ser supernuevo. Yo lo que planteo es que el verdadero sentido de la palabra original no es inventar nada nuevo –porque todo está inventado–, sino ir a los orígenes.

¿Y dónde queda la personalidad, la singularidad de la obra?
Crear algo sin precedentes reside más en el cómo se hacen las cosas que en el qué. El qué está ahí. A mí me interesa ir a los orígenes no para copiarlos, sino para robarlos.

¿Qué diferencia hay?
Los hago míos. Es lo contrario a la tendencia perniciosa del new age, y no sólo en la música. Cogen de aquí y de allí, de una cultura y otra, haciendo promesas de felicidad, quietud y calma. Y lo que consiguen
es dormir al espectador. Yo al espectador quiero despertarlo, que piense.

¿Cuáles son las fuentes de las que roba?
Bueno, yo no canto como una sola cantante, canto como muchas. He integrado muchas técnicas vocales. Por un lado están las que me inventé yo, que salieron cuando Llorenç Barber me invitó a su Taller de Música Mundana. Por el otro, las que he ido aprendiendo con mis estudios y escuchando de grabaciones de todo el mundo.

¿Cómo accedía a esas músicas?
En los ochenta fui directora de la fonoteca de la Universidad Complutense de Madrid. Empecé a comprar deliberadamente discos de músicas del mundo. Escuchando a africanos, pigmeos, mongoles y rumanos, descubrí que había técnicas vocales que yo producía.

¿Cuál es la función del artista hoy en día?
El artista es un órgano de resistencia contra el miedo a la diferencia, contra la degradación del gusto. Y eso, se ha perdido. Ahora parece que es una cosa light, algo para entretener al personal. El concepto de arte está totalmente pervertido, desvirtuado y descafeinado.

El humor es fundamental en sus obras, ha dicho.
Básico. Porque además yo soy muy dramática, si no tuviera un sentido del humor muy desarrollado creo que no sobreviviría.

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