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El niño que soñaba con ser marciano

PABLO OLIVEIRA Y SILVA

Ya hay fecha señalada. Será en 2024. La Tierra enviará su primer colono humano a Marte. Es el plan real de una empresa real llamada Mars One. Puede que llegue en miércoles y seguro que será en horario de máxima audiencia. Se retransmitirá en directo en todos los canales de televisión e Internet de forma simultánea, y será el único trending topic durante semanas. Pero, antes de que esto suceda, alguien tuvo que soñarlo primero.

Javier Yanes relata en Tulipanes de Marte (Plaza & Janés) la historia del primer martenauta, del primer ser humano elegido y preparado para viajar desde la Tierra hasta el planeta rojo sin billete de regreso. Lo que a priori parece el clásico argumento de una novela de ciencia ficción se sale de esos márgenes literarios habituales para convertirse en el relato autobiográfico de un hombre en una continua búsqueda por obtener respuestas sobre las obsesiones y la propia existencia humana.

Esta epopeya arranca con el relato de Ismael, conocido en la Tierra como M, el martenauta, quien al borde de la muerte debido a la radiación quiere legar los episodios de su vida, los acontecimientos que le condujeron a convertirse en el primer colono extraterrestre de la historia. El sueño de dos amigos que siendo niños miraban al cielo estrellado imaginando que algún día explorarían el espacio es el punto de partida de esta historia que traslada al lector desde Kenia a Canadá y desde Sevilla a Hawái, pasando por Madrid y Nueva York, mientras comprueba cómo esos niños se convierten en hombres y se asoma a sus vidas antagónicas que los separan para volver a reunirles.

Con el estigma lírico de las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury y con el puntillismo habitual del autor, sello de la casa en sus dos primeras novelas (El señor de las llanuras y Si nunca llego a despertar), Yanes, periodista de ciencia y viajes, presenta al protagonista que narra en su bitácora los avatares de una vida cargada de sucesos. En su relato conoce el valor de la amistad, la importancia de la familia, la belleza del amor, y se convierte en un viaje a los infiernos al romperse por la tragedia y el dolor de sucesivas pérdidas, que acaban por dejarle solo, desahuciado, dando tumbos por un mundo cruel, hasta ser rescatado y emprender la mayor de las aventuras.

En su diario aparecen personajes que dejan huella tanto en el protagonista como en el lector. Un hermano del alma genial, visionario responsable de la primera gran gesta humana en Marte, unos padres quizás demasiado creativos y soñadores, un profesor excéntrico y un astronauta malhablado, un amigo ciego que parece ver más que los demás, una periodista de investigación con demasiado afán de protagonismo y una deportista de élite que se enfunda un traje espacial, además de una mujer que se convierte en compañera para toda la eternidad y una inteligencia artificial capaz de cuestionarse su propia existencia y la de toda la humanidad.

El descubrimiento de las huellas de lo que seguramente fue vida alienígena en Marte es el punto de inflexión de la historia, donde la narración de acontecimientos se torna en reflexiones sobre una sociedad tecnologizada, sumergida en Internet, las redes sociales y los reality show. Reflexiones sobre una humanidad que busca respuestas a las eternas preguntas de si estamos solos en el universo o qué nos convierte en seres singulares, que sirven para concluir quizás en que el viaje definitivo de los terrícolas, más allá de las estrellas, se encuentra en el interior de todos nosotros.

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