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“No soy español porque no he podido decidir si lo soy o no”

Ander Iriarte analiza, en Echevarriatik – Etxeberriara (De Echevarría a Etxeberria), los distintos tipos de violencia y su importancia en el mundo de la izquierda abertzale a través de los habitantes de su pueblo, Oiartzun, bastión de esa izquierda nacionalista

Rufi Etxeberria (Sortu), en la película.

BEGOÑA PIÑA

MADRID.- “Me llamo Ander Iriarte y soy de Oiartzun”. Para cualquier ajeno a la historia reciente de este país, la frase sonará completamente inocente, pero no lo es. Se trata de toda una declaración de intenciones y como tal la pronuncia este jovencísimo director en su propia película documental, Echevarriatik – Etxeberriara (De Echevarría a Etxeberria). Oiartzun es un municipio de Guipúzcoa, en el que viven 10.000 habitantes que han convivido mucho tiempo con la violencia, “con todo tipo de violencia, con la de ETA, la policial, la del pueblo, la del Estado…”. Y Ander Iriarte se pregunta ahora, desde el cine, por esa violencia, por la vida con ella y por su importancia en el mundo de la izquierda abertzale.

En Oiartzun vivió Antonio Echeverría. Alcalde franquista de la localidad, fue el primer político asesinado, el 24 de noviembre de 1975, tras la muerte de Franco. En Oiartzun vive Rufi Etxeberria, un destacado político del País Vasco que fue miembro de ETA y formó parte de Herri Batasuna y hoy es miembro de la dirección de Sortu. De uno a otro se mueven las reflexiones de esta película. Un filme documental que, por el momento, ya ha conseguido que vecinos del pueblo que no se habían saludado en años, ahora lo hagan.

“Cuando lo supe, lloré incluso”, confiesa el director, hijo de Joxe Iriarte, histórico de ETA VI (abogó por el pacifismo tras el franquismo). El cineasta ahora ha vuelto a su tierra tras unos años en Barcelona, donde estudió Cine. De hecho, esta película es una producción de ESCAC Films, la productora de la Escola de Cinema & Audiovisuals de Catalunya.

“Todos los que aparecen en el documental son nativos o vecinos de Oiartzun, excepto el antropólogo Joseba Zulaika y el historiador Ludger Mess. Todos son abertzales y de izquierdas”. Y, tras esta aclaración, empieza la película.

¿Ha hecho esta película para entender usted algo o para que lo entiendan otros?
Un poco para llevar la conversación de una mesa de bar al escenario público. Cuando hablaba de esto en Barcelona, la gente se sorprendía de las diferentes corrientes de la izquierda abertzale que hay. Y en el pueblo se han dado cuenta que había necesidad de hablar del tema. En España aún no hemos aprendido a hablar. Son cincuenta años de relación de la izquierda abertzale con la violencia producida y recibida. Y no se han cortado todos los tipos de violencia. Aún, después del documental, tres personas fueron detenidas por plantar un árbol en el cementerio que nombro en la película (el ‘bosque de los gudaris’).

Recorre un poco la historia de esta izquierda abertzale. Nacionalismo e izquierdismo son las claves, se dice en la película. ¿Usted cómo se define?
Yo soy de izquierda abertzale. Y no soy español porque no he podido decidir si lo soy o no. Mi cultura y mi lengua es la vasca. Y si hubiera un referéndum seguiría defendiéndolas aunque desde dentro de un estado español. Vivimos en un país en el que nos dicen todo el rato que debemos estar todos juntos, pero el rey, al que no ha votado nadie, da el discurso de Navidad en castellano y en inglés, ¿qué respeto es ese para vascos y catalanes? Este es un país que funciona por imposición y en el que nos alimentan constantemente con el odio. Y eso las personas que quieren mantenernos ¡unidos! Aquí no se quiere hablar.

En la película hace una crítica muy dura a Baltasar Garzón, “efectuó una jugada cruel y muy peligrosa”, dice, refiriéndose, “a la propuesta de que todo el que coincidiera con los objetivos de ETA era de ETA”.
Ahora la gente pone el grito en el cielo con ‘la ley mordaza’… Cuando creemos que el fin justifica los medios, permitimos a veces cosas inaceptables. Con Garzón, la situación era que había que acabar con ETA y todo parecía bien, nadie se molestó en abrir un debate para ver qué estaba bien y qué, mal. Parte de la ley mordaza viene de la Ley Antiterrorista. Cuando se apoyó a Baltasar Garzón, se apoyó sin mirar. ¡Luchar contra ETA de cualquier forma también era el GAL! Garzón se encontró luego con la horma de su zapato.

En el documental le hace responsable del cierre de Egin y de abrir el camino del cierre de Egunkaria. Desde Oiartzun, según su punto de vista en la película, sin libertad de expresión, con represión, miedo… ¿cómo se siente entonces esta democracia española?
Han hecho sinónimo de democracia lo que tenemos ahora. Tú puede votar democráticamente que matemos a los homosexuales y como vota la mayoría ¿ya es democracia? La democracia necesita una constante revisión y adaptarse a los tiempos. No me puedo creer que en la sociedad del siglo XXI solo podamos votar cada cuatro años y no haya una sola manera de rebatir a los gobiernos y que no podamos votar más cosas. Si se ilegalizara a un partido que incumple el 90% de su programa… Eso debería estar penado. Y nosotros deberíamos poder decidir sobre más leyes con referéndums.

¿Por qué no han querido los jóvenes de Oiartzun aparecer en la película?
La gente vive con miedo, los jóvenes tienen mucho que perder. Algunas de las cosas que dirían podrían tener repercusiones legales y se enfrentarían a años de cárcel. Pero no es que no estén implicados políticamente, Bildu es el partido que tiene más alcaldes y concejales jóvenes, pero no quieren dar su opinión en público porque les pueden caer siete años.

¿Cuál ha sido la reacción en Oiartzun a la película?
He notado que el debate se empieza a hacer público, que en el Ayuntamiento (liderado por Bildu) las cosas son de otra manera… Creo que Bildu está curando sus propias heridas más deprisa de lo que lo han hecho otros. El problema, no solo nuestro, como decía antes es que aún no hemos aprendido a hablar.

¿Y fuera del País Vasco, qué dicen los espectadores?
Por ejemplo, en Granada vi que había gente que se quedaba con la sensación de ‘¿somos estúpidos?’ ‘¿por qué no nos planteamos cosas tan obvias?’ y por otro lado, también la negación, ‘llevan toda la vida contándome una cosa, ¿por qué voy a creer ahora a un tío que me cuenta otra?’. Tenemos que hablar.

¿Hablar desde el cine?
También, pero no con películas como V de Vendetta, convertida en un icono, la lucha con el mal, pero un mal absoluto… Más bien con películas como La batalla de Argel, con cine con el que se pueda mostrar que también hay gente que está dispuesta a poner bombas en nombre del bien.

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