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No me hables de cuentas tú también

A la cultura tampoco le cuadran los números y en 2011 la situación empeorará. Ahora debe encarar nuevas costumbres

 

PEIO H. RIAÑO

Pongamos 2010 en la picadora de Godard y veamos saltar mil pedacitos de noticias con banda sonora de acordeón que enloquece según se amontonan, y en el primer corte aparecen tantos cineastas en cólera después de que el más listo de todos los encargados del Ministerio de Cultura tratase de finiquitar su segunda ley más incómoda del año por la puerta de atrás de la UE; un nuevo plano, con la sentencia de Bruselas, en la que se señala a nuestro canon digital como una máquina tragaperras que necesita recaudar menos de las administraciones y lo mismo del consumidor; ahora parece la ley antidescargas, que sólo convence a sus creadores porque es un parche que tapa la falta de iniciativa del sector cultural en la actualización de sus estrategias comerciales; se abre el plano y entra el batacazo sonoro del cine en número de espectadores, los libros perdiendo lectores, la música conociendo un fondo todavía más profundo, el teatro sin tanto público como se creía y cargando con la morosidad de los ayuntamientos, y, ay, los museos haciendo malabarismos con unos presupuestos de risa, si es que no han corrido la suerte de abandonar.

A la cultura tampoco le salen las cuentas, y para el próximo 2011 la situación empeorará. Por eso la banda sonora de esta película también lleva violines y trompetas con sordina, porque recuerda que hubo años pasados en los que a la cultura no se la consideraba un lujo dominical. Unos años en los que era impensable que en una legislatura se perdiera más del 30% del presupuesto que un Gobierno destina a los ya de por sí escuetos recursos. Cuando un gestor cultural público se enfrenta a un presupuesto hoy sólo mira qué recorta. Este año han salido ganando, otra vez, los grandes fastos, las inversiones extraordinarias, las máquinas de propaganda de una noche, las bombillas en la calle. Ha perdido todo lo demás, porque cuando han ido a sacar para salvar a uno o dos museos ya no había más en el cofre.

Hay quien piensa todavía nada de ingenuos los muy cínicos que de la austeridad se aprendería la gestión sostenible de unos recursos mermados... De momento, España no ha entregado sus archivos a las sugerentes ofertas de Google, que te digitaliza tu memoria y, a cambio, te olvidas de ella. Pero si siguen así las cosas, veremos cuánto nos dura la gallardía.

Por si no teníamos suficiente con la demostración de la entrega de las instituciones públicas al mal de la recaudación sin escrúpulos aquí los impresionistas se han llevado la peor parte por pasar como la gallina de los huevos de oro, la cultura debe encarar las nuevas costumbres. No es del gratis total de lo que hablo, porque los creadores pagan el pato a quien les ampara. Por ejemplo, el sector editorial, el nuevo gran amenazado, no cuida a sus escritores con los derechos que les corresponden: los ebooks bajan costes, pero el PVP apenas se mueve y ellos siguen con un 25%, en el mejor de los casos.

En 2011 este periódico dejará de hablar de la llegada del ebook para denunciar quién se come todo el pastel y quién carga con los platos rotos.

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