El periodista Javier Ortiz, colaborador de este periódico hasta su fallecimiento en 2009, jamás se había planteado escribir una obra de teatro. Fustigador de los desmanes políticos y de las argucias más oscurantistas de nuestros dirigentes, su pluma estaba más afilada para los artículos que para el género dramático. Hasta que, hace diez años, llegó la productora y actriz Sandra Toral y le espoleó para escribir un texto teatral sobre la tortura.

'Le había escuchado en una conferencia plantear la pregunta de si torturaríamos a alguien que acaba de poner una bomba que estallará en una hora para que nos dijera dónde se encuentra el artefacto. Se armó tal revuelo que allí vi una obra de teatro de verdad, un Brecht, un Piscator', afirma Toral a Público. Ortiz remoloneó, pero finalmente le entregó José K. Torturado, un proyecto al que en seguida se sumó José Saramago y que después de haber sido estrenado en el Festival Temporada Alta de Girona llega hoy al Teatro Español de Madrid.

'Tanto en el fondo como en la forma, la obra de Javier Ortiz es un alegato impresionante contra las perversiones de espíritu que pueden hacer del hombre el más feroz de los animales', escribió Saramago en el prólogo.

La obra plantea un dilema moral: ¿Hay alguna excepción para la tortura? ¿El Estado puede torturar? ¿Qué razones hay para matar? 'Un asesino tendrá sus razones y hay que escucharlas', añade Toral.

El montaje, que inter-preta el actor Pedro Casablanc y que está dirigido por Carles Alfaro, no da ninguna respuesta al espectador. 'El dilema se queda en tu tripa. Y hay gente que se va enfadadísima, pero otros se emocionan y hasta salen llorando', apunta la productora, para quien el texto de Ortiz sigue estando en primera plana: '¿Qué ha pasado con Guantánamo? Y ahí tenemos el caso de Gadafi. El ser humano es un pozo sin fondo'.