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Obrint Pas ceden 'la flama'

JUAN E. TUR

El cartel que colgaba en la fachada del Teatro Principal mezclando el logo del grupo, la portada de su último álbum y el lema 'Lluitar, crear, construir. Seguirem. Gràcies, València' ('Luchar, crear, construir. Seguiremos. Gracias, Valencia') fue uno de los puntos más fotografiados por los seguidores de Obrint Pas en los momentos previos y posteriores a los tres conciertos con los que el pasado fin de semana la banda valenciana interrumpió indefinidamente su trayectoria musical. 

El detalle no era baladí, pues la pancarta suponía, tanto para el grupo como para sus fans, una especie de estandarte de reconquista de un espacio público sustraído durante muchos años a la música y la cultura en valenciano. Era el penúltimo regalo que Obrint Pas hacía a varias generaciones de valencianos, aquellas que recuperaron la fe en sí mismas a través de un grupo de chavales que con su música (un rock de letras combativas y comprometido con las raíces culturales de su tierra) irrumpieron a mediados de los noventa en una Valencia en la que todo parecía adverso.

'Formábamos parte de una generación de chavales en la que por fin algunos pudimos estudiar íntegramente en valenciano, aunque todavía se nos señalaba como bichos raros, y éramos hijos de la primera generación de gente decepcionada con la transición, que además había sufrido otras derrotas y renuncias que en particular se habían vivido en Valencia', recuerda Miquel Ramos, voz y teclado de Obrint Pas, sobre el contexto en el que surgió la banda. 'No había autoestima -añade-; la gente se avergonzaba de hablar valenciano en los comercios. Pero nosotros hicimos un ejercicio de dignidad'.

'Nuestro objetivo en un principio fue recuperar la esperanza de esa generación que había tenido unas aspiraciones cercenadas y llevarla un poco más allá', continúa la idea Xavi Sarrià, voz, guitarra y autor de la mayoría de las letras del grupo. 'Nuestra primera maqueta se llamó Recuperant el somni ('Recuperando el sueño') precisamente por eso, porque queríamos romper con lo que había y demostrar que existía otra Valencia y se podía construir otro País Valencià, precisamente porque había miles de jóvenes como nosotros que lo deseábamos'.

'Nunca fuimos un grupo 'antitodo', sino que siempre fuimos más de construir. Es más, te diría incluso que a veces nuestro optimismo superaba a la realidad, porque cantábamos sobre nuestros avances y realmente, cuando salías a la calle, veías que todavía estábamos en el fango. Pero bueno, de tanto repetirlo y repetirlo al final hubo gente que se convenció de que era cierto', añade sonriendo Miquel Gironés -compositor y responsable de la dolçaina que se convirtió en el sello musical de Obrint Pas-, despertando las risas de sus compañeros en el fondo de un bar de un barrio trabajador de Valencia. 'Esa fue nuestra manera de cambiar la realidad, cambiarla vendiendo la ilusión que queríamos hasta conseguirla', sentencia.

'La gente se avergonzaba de hablar valenciano en los comercios', asegura Miquel Ramos, voz y teclado del grupo'Mucha gente de fuera quizás no lo sepa, pero Valencia ha vivido una violencia de extrema derecha muy fuerte desde la transición hasta ahora, y nosotros aún vivimos momentos muy duros. El asesinato de Guillem Agulló nos afectó de lleno porque era nuestro amigo y el crimen transmitía un mensaje en plan, 'cuidado con lo que hacéis y decís porque os estáis jugando la vida'. Pero lejos de amedrentarnos, intentamos contagiar las ganas que teníamos nosotros y la gente de nuestro entorno de acabar con todo eso', concluye Sarrià.

El pasado fin de semana, la estampa que se vivió durante tres noches sobre el escenario del Teatre Principal -por el que desfilaron decenas de jovencísimos dolçainers y tabaleters, más de un centenar de castellers, otros tantos músicos de banda, niñas y niños bien pequeños haciéndoles los coros, y otros representantes de la cultura tradicional valenciana que han incorporado y reavivado a través de sus canciones- definía bien a las claras el éxito de su empresa.

'Cuando empezamos creíamos que éramos muchos, aunque ahora vemos que no éramos tantos', recuerda Sarrià, que añade, situando la actual situación de la escena musical y cultural valenciana y en valenciano 'que ahora sí que son millares los seguidores y se ha normalizado y descriminalizado nuestro discurso. Creo que ese es el principal cambio y es imparable. Estamos cambiando el País Valencià porque crecen las generaciones que han vivido esto con normalidad y se han cambiado conciencias desde abajo'.

No obstante, reconoce Miquel Ramos, todo se ha producido 'desde la autogestión pura y dura, porque el PP sí ha tratado de silenciarnos a todos'. La música en valenciano, continúa, 'se ha hecho a sí misma con el apoyo de los movimientos sociales. Ese es el mérito del País Valencià, que desde la trinchera se han creado multitud de espacios valiosos, no solo en el ámbito musical o cultural, sino también en el político y social, precisamente por las complicidades surgidas de esa adversidad común'.

Y la prueba y el reconocimiento a ese esfuerzo se pudo ver también a los pies del escenario, donde entre varias generaciones de seguidores y algunos de sus padres, también se podían encontrar rostros conocidos del activismo social como Beatriz Garrote, de la Asociación de Víctimas del Metro 3 de Julio, o David Fernández, activista y diputado de las CUP en el Parlamento de Catalunya; de la política, como el diputado autonómico Ignacio Blanco (EUPV) y el estatal Joan Baldoví (Compromís); y de la cultura, como la actriz Rosana Pastor, el escultor Manolo Boix; así como decenas y decenas de músicos que siguieron su estela en la música combativa y en valenciano.

Pese a todo, la clave del éxito de Obrint Pas es un mensaje universal que trasciende las fronteras del País Valencià, donde sorprendentemente siempre encontraron más obstáculos. 'Aquí siempre nos costó -dice Sarrià- no ser la cuota de información relacionada con el valenciano en los medios locales. Pero ese prejuicio de que cantar en valenciano es algo folclórico no existe fuera. Hemos viajado por todo el mundo y en el estado español hemos tenido una gran respuesta. Incluso sorprendente. Recuerdo hace un año el concierto que dimos en El Bonillo (Albacete), muy bestia, y en Extremadura, Murcia, Andalucía, Euskadi, Madrid... Hemos ido a México y la gente estaba loca. Nos conocían desde La flama (2004), se habían hecho camisetas con nuestro logo ellos mismos, y a raíz de escucharnos habían conocido a otros grupos de rock en valenciano. Allí no les podíamos decir que nos despedíamos porque se lo tomaban muy mal (risas). En Alemania, en Japón... el seguimiento ha sido espectacular y la lengua, obviamente, no ha sido un obstáculo. Al contrario, ha sido como un valor añadido. Hemos demostrado que haciendo cultura en valenciano se puede hacer cultura universal'.

¿Y por qué, estando en lo más alto de su carrera, deciden ahora ponerle un punto, quizás definitivo? 'Cuando decidimos que íbamos a parar no lo hicimos planteándonos cuál era nuestra posición, sino cómo nos sentíamos con nosotros mismos', aclara Gironés, que reconoce el buen momento del grupo, pero añade, 'ya llevamos dos años de gira con el último disco y no sentimos que ahora estemos por la labor de hacer uno nuevo. Hacerlo sería engañarnos a nosotros mismos y pervertir lo que es el espíritu de Obrint Pas'.

'Llevamos veinte años con el grupo y ahora queremos probar otras experiencias' continúa Sarrià, aunque aclara: 'nunca hemos dicho que el adiós sea definitivo porque no sabemos qué pasará de aquí a un tiempo. Siempre nos hemos movido por la motivación y los retos, y no sabemos si de aquí a cinco, siete o nueve años, tendremos ganas de seguir o no, porque la vida da muchas vueltas. Pero este es un ciclo que se ha cerrado'.

Lo que queda por delante para cada uno de ellos es diferente, aunque ninguno descarta poder emprender algún proyecto musical. Para sus seguidores, disfrutar del disco en directo grabado en los tres conciertos acústicos del pasado fin de semana en Valencia y los dos realizados en marzo en el Auditori de Barcelona, y que aparecerá próximamente. 'Nuestra idea no era grabar los que fueran los últimos conciertos del grupo, sino plasmar en disco nuestro espectáculo en acústico, un formato que había nacido en actuaciones en centros sociales y que ha ido creciendo hasta acabar en teatros. Pero como teníamos claro que queríamos grabar en el Principal y no nos dieron fecha hasta ahora, al final todo ha cuadrado así', resume Sarrià una peripecia transformada en gira de despedida y que concluyó el pasado fin de semana con tres conciertos apoteósicos.

'Fue tal la que armamos que ahora a ver quién dice que esto no es el final', bromean Ramos, Gironés y Sarrià ya en la calle, mientras -en apenas cinco minutos- reciben muestras de admiración y afecto de algún desconocido y miradas indiferentes de otros. Una calle que, pese a quien pese, ya no es tan gris como cuando ellos se decidieron a montar su grupo.

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