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"En Occidente tampoco existe la libertad absoluta"

Asghar Farhadi. Director de Namir y Simir : una separación. Oso de oro en Berlín

 

ÁLEX VICENTE

Formado en la televisión pública antes de debutar en el cine, Asghar Farhadi logró ganar, hace dos años, el Oso de Plata al mejor director por A propósito de Elly. De vuelta a la Berlinale, el director iraní se consagra con esta lluvia de premios a su quinta película, aplaudida de manera unánime y entusiasta. Este cineasta de rictus serio y mirada poética, que aparenta algo más de sus 38 años, ha aprovechado su visita a Berlín para cerrar un nuevo rodaje, que financiará con dinero alemán.

Su película apuesta por la crítica sutil y no directa. ¿La considera más efectiva?

Me gusta no decir las cosas demasiado directamente. En primer lugar, porque quiero que los iraníes puedan ver mi película. Si expreso esa crítica de forma más contundente, no sería posible. Y después porque, como cineasta, me gusta más sugerir que hacer un parlamento.

¿La falta de libertad puede estimular la creatividad?

A corto término puede parecerlo, aunque siempre acaba siendo perjudicial no poder expresarse libremente. Lo más importante para un artista siempre tiene que ser la libertad, pese a que esta nunca exista en términos absolutos. Tampoco en el mundo occidental. En Irán es el gobierno quien nos la recorta, pero aquí puede que sea el capital, el beneficio obligatorio que imponen los inversores.

¿Se plantea el exilio, como Simin en la película?

No me puedo imaginar trabajando como cineasta en el extranjero. La falta de libertad es un problema y el peligro de ser arrestado siempre existe, pero desgraciadamente uno se acostumbra a todo. Para mí, un artista es como una flor que sólo puede crecer en su tierra natal. En cualquier otro lugar siempre crece peor.

La película sostiene que el entendimiento entre seres humanos es casi imposible. ¿Lo cree así?

Se titula Nader y Simin, una separación, aunque en el fondo no se limita a hablar de un caso individual, sino de un divorcio mucho más profundo que atañe a toda la humanidad. Soy pesimista, porque pese a la multiplicación de las posibilidades de conectar con los demás me parece que este proceso es cada vez más difícil, más vil. Y, al mismo tiempo, soy optimista porque creo en el cambio. Si no, no seguiría haciendo películas.

¿Le produce mala conciencia saber que su colega Jafar Panahi sigue en la cárcel?

No es cuestión de mala conciencia, sino de profunda tristeza. Espero que el año que viene Panahi pueda estar en Berlín conmigo. Lo que puedo hacer yo es seguir haciendo películas, para que las personas que quieren que los cineastas nos callemos no se salgan con la suya.

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