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Pedro Almodóvar: "Lo que se respira hoy en España es tóxico y letal"

La realidad actual de nuestro país se impone en 'Los amantes pasajeros', regreso a la comedia del cineasta manchego. La película se estrena el 8 de marzo

BEGOÑA PIÑA

La nostalgia por el espíritu de libertad de los ochenta asaltó un día a Pedro Almodóvar, que sintió un 'deseo fantasioso de respirar la misma atmósfera que entonces, sobre todo porque ahora lo que veo que se respira en España es absolutamente tóxico y letal'. Y lo que empezó como un tributo a aquellos días de celebración constante, el guion de una comedia 'descarada y blanca', se ha convertido en una película 'mucho más interesante que la que yo preveía'.  La realidad de la España de la crisis ha hecho un valioso regalo a Pedro Almodóvar, ha cargado de significado alegórico su nuevo filme, Los amantes pasajeros, y ha puesto en sus manos la posibilidad - inestimable hoy en este país- 'de divertir. Probablemente ésta sea mi película con mayor función social, sobre todo por el hecho de divertir'.

Un avión con destino a México, con un grave problema técnico, sobrevuela Toledo durante horas esperando que le faciliten una pista libre donde poder realizar un aterrizaje forzoso. Piloto y copiloto han ordenado que se drogara a los pasajeros de la clase turista: 'Para que no molesten'. En business van algunos personajes inquietantes: un empresario corrupto, una madama que se lo monta en plan dominatrix con la realeza y los políticos, un actor de mucho éxito, una vidente virgen que huele la muerte, un camello y su mujer, un asesino a sueldo... Un trío de azafatos gays -bailarines y alcoholizados- intentará hacer la travesía más llevadera. Mientras tanto, en tierra, intentos de suicidio y ambulancias con destino al psiquiátrico.

Carlos Areces, Javier Cámara, Raúl Arévalo, Antonio de la Torre, Hugo Silva, Lola Dueñas, Guillermo Toledo, Miguel Ángel Silvestre y José María Yazpik son parte de la tripulación y el pasaje. No es la primera película coral del cineasta, pero sí la única que está rodada casi por completo en un único escenario. Con ella, además, Almodóvar ha debutado en el cine digital, aunque de la mano de sus cómplices habituales: José Luis Alcaine (fotografía), Alberto Iglesias (música)  y Pepe Salcedo (montaje).

Los amantes pasajeros, sin que usted pudiera controlarlo, ¿se ha convertido en una cosa distinta a la que ideó?

Sí. Ahora es una metáfora. Un montón de personajes dando vueltas por el aire sobre Toledo. No saben cuándo aterrizarán, ni en qué condiciones... solo saben que será un aterrizaje forzoso y que, por el momento, no tienen pista. La película es una comedia, pero la realidad española no lo sería. Sería más una mezcla de géneros, sería una tragicomedia, con elementos de la picaresca clásica y de la tragedia pura y dura. Nosotros nos sabemos cuándo ni dónde ni con quién vamos a aterrizar ni qué daños o ventajas nos vamos a encontrar luego. La incertidumbre continúa.

La clase turista narcotizada somos los ciudadanos y los pilotos, el poder...

Sí. Los pilotos son los ideólogos del asunto, lo hacen 'para que no molesten'. Hoy eso se convierte en otra cosa, los pilotos hoy son el puto poder controlando a los demás. Les dicen a los azafatos: 'Si te preguntan, invéntate algo'. En España hoy estamos hartos de oír eso.

Bueno, por lo menos la crisis le ha dado algo positivo a usted, ¿no?

La realidad me lo ha dado, sí. Nueve meses después, la película se ha convertido en otra película, más interesante que la que yo preveía.

Y ¿con una clara función social?

Yo creo que ahora el hecho de divertir es ya una función maravillosa y, sí, una función social. Probablemente ésta sea mi película con mayor función social, sobre todo por el hecho de divertir.

A sus enemigos declarados no les va a gustar nada la película. Dos Oscar, dos Globos de Oro, cinco premios Bafta, tres César, dos premios en Cannes, seis Goyas, el Príncipe de Asturias no sirven de nada frente a sus enemigos, ¿está preparado ya para sus ataques?

En España se da cita lo mejor de mi vida, pero también lo peor. Yo siento muy clara la división en nuestro país, no ha cambiado mucho. Soy una de las principales bestias negras del PP. Y sí, estoy preparado para oír mentiras ya. Te conviertes en la diana de todos, que se dedican a hablar por hablar con la peor hostia... y algunos ocupan puestos relevantes en este país.

Hay críticas que ya me las sé y no las leeré. Aquí (El Deseo) tratan de protegerme. Se trata de resistir, yo y, me temo, el país en general. Resistencia es la palabra clave.

¿La intención de volver a la comedia fue resultado de una pulsión creativa, una necesidad emocional, el deseo de ofrecer diversión...?

Mi cine ha ido agravándose en los últimos años, aunque me haya dado mucho placer hacerlo. Y hacía tiempo que quería hacer una comedia. Cuando escribí el monólogo de La concejala antropófaga, para Carmen Machi, retrocedí a 1981, a esa época y ese tono. Y quise volver a conectar con el tono de mis primeras películas y rendir un tributo a la época que me tocó vivir en ese momento. Sentí un deseo fantasioso de respirar la misma atmósfera que entonces, sobre todo porque ahora lo que veo que se respira en España es absolutamente tóxico y letal. Es la nostalgia de aquel mundo libre, acabábamos de nacer a una nueva situación y lo celebrábamos todos los días intensamente. Nostalgia de aquella época de nuestras recién nacidas libertades.

Así que empezó a escribir sin tener en mente la crisis...

Empecé a escribir hace 5 o 6 años y deliberadamente quería hacer una película de evasión. Pero tengo un sobrino muy listo que ya me dijo en 2007 que teníamos encima esta crisis. Y desde entonces eso se me aparecía al escribir, aunque yo quisiera huir de esa conciencia. Terminé de escribir en diciembre de 2011 y ahí sí, ya estábamos inmersos en la crisis y la España de entonces se parecía mucho a la de hoy. Entonces, hace un año, haciendo la documentación de alguno de los personajes, los decorados... fue cuando tomé conciencia de que la película se había convertido en una metáfora de la situación española.

La situación del país estaría más cerca del humor negro, pero usted ha huido de él, ¿cuál ha sido la ecuación?

Una comedia descarada y blanca. Quería hacer una comedia descarada, pero no quería humor negro. En la película hay una virgen que quiere dejar de serlo, un adicto a todas las religiones que las tiene todas juntas en un altarcillo... con un poquito que te descuides te vas a Buñuel, a Azcona... pero en ellos imperaba el humor negro y yo quería un humor lo más blanco posible. Quería una película directa en lo que se dice, sobre todo ahora que vivimos una especie de ley de silencio, donde el gobierno no dice nada. En la película no tenemos miedo a la palabra, y por eso la palabra iba a estar por todos lados. Es una comedia verborreica, blanca, en la que lo sexual se habla en ver de mostrarse, con una imagen preciosa...

Ha rodado casi todo en un espacio, con varios actores en las escenas, ¿ha sido un rodaje complicado?

Una película coral rodada casi en un único espacio era una novedad para mí. Y el espacio me permitía pocos movimientos, no ha sido fácil, pero he tenido un reparto disciplinado y entregado. Para los actores, el rodaje ha sido una especia de fiesta, una vida paralela. Pero para mí ha sido tan duro y ha estado tan lleno de incertidumbre como cualquier otro, la verdad. Lo que pasa es que yo soy una especie de médium, el género me lleva a un tono determinado. Y aquí, aunque es una comedia, he tenido que ser duro como un látigo vigilando a doce actores.

Entonces, ¿ha sido o no un buen rodaje?

Sí. El 60 por 100 de mis rodajes han sido idílicos, como éste. Pero he tenido algún rodaje infernal, una sola persona del equipo puede hacer que un rodaje sea un infierno.

¿Cuál ha sido el peor de todos?

Ya lo puedo decir. La mala educación. Pero desde entonces ya sé que no voy a permitir nunca más que se llegue a determinadas circunstancias.

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