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Una película de amor hecha con hilo de oro

El Prado muestra por primera vez ocho tapices del siglo XVI

GUILLAUME FOURMONT

Su misión era encontrar en la Tierra una esposa para su padre, el dios Zeus. Hermes (Mercurio para los romanos) no quiso ser un simple mensajero y se enamoró de Herse, protagonizando una de las grandes historias de amor de la mitología. Es esta historia que narra con hilos de plata dorada y seda la serie Los amores de Mercurio y Herse, ocho tapices de la segunda mitad del siglo XVI que se exhiben por primera vez al público, hasta el 26 de septiembre, en el Museo del Prado.

'Es un antecedente del cine, porque se trata de secuencias escénicas que van relatando una historia', dijo ayer Concha Carretero, conservadora de Tapices de Patrimonio Nacional y comisaria de la exposición. La serie arranca con la llegada de Mercurio, quien nada más ver a Herse se enamora de ella y pide a Aglauro su ayuda para seducirla. Celosa, Aglauro se deja corromper por la envidia, lo que provocará la ira de Mercurio. Los tapices ofrecen un final feliz: Mercurio consigue compartir cama con su amor y Aglauro desaparece. Tal como lo escribió Ovidio en Las metamorfosis.

'Se trata de la primera vez que el público puede ver la serie completa. Es una de las más espléndidas y menos conocida, realizada por Willem de Pannemaker, tapicero de las principales casas reales y en especial de Carlos V y Felipe II', recordó ayer Gabriele Finaldi, director adjunto del Prado. También es la primera vez de su historia que el museo expone tapices en sus salas. La otra comisaria, Leticia Azcue Brea, jefa de Conservación de Escultura y Artes Decorativas de la institución madrileña, subrayó la gran calidad de las obras. El Prado tenía dos en sus almacenes y los demás tampoco estaban expuestos. Su estado de conservación era entonces bueno, aunque se ha debido realizar algunas intervenciones 'que han demostrado que son paños riquísimos en colorido y los más vistosos que ahora se conservan'.

Para Azcue Brea, los ocho tapices son obras de arte y en la época de Carlos V y de su hijo Felipe II 'eran objetos de lujo por excelencia que valían más que los tizianos, eran las piezas que más costaban de las colecciones'. Su valor y su calidad artística proviene sobre todo de su tejido. Para cada tapiz, se utilizó 20 kilogramos de hilo de plata dorada. Además de otros materiales de importación muy costosos en la época, como lana de Inglaterra y seda teñida de Italia.

Para hacer la serie Los amores de Mercurio y Herse era necesario 'un gran pintor', según Azcue Brea, que diseñará los cartones, de 4x6 metros cuadrados aproximadamente cada uno, y los tejedores. 'Según los estudios que hemos hecho, una persona podía tejer medio metro al mes de una tela de esta categoría, por lo que ocho personas hubieran tardado cuatro años en realizar las ocho telas', agregó Azcue.

Los ocho tapices de Willem de Pannemaker -gran tapicero del Renacimiento flamenco, activo entre 1535 y 1581 y miembro de la más importante familia de tejedores asentada en Bruselas- llevaban años separados. El Prado tiene dos, mientras la Fundación Casa Ducal de Medinaceli conserva uno propio y otro en depósito de los herederos de la duquesa de Lerma. El Metropolitan of Art de Nueva York almacena dos y los dos restantes provienen de las colecciones particulares de los duques de Alba y de los duques de Cardona.

El tamaño de los tapices da realmente la sensación de estar delante de una pantalla de cine. El espectador sigue, en ocho secuencias, el hilo de una historia de amor entre un Dios y una mortal.

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