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Poetas, apartad vuestro legado de herederos de sangre

Las fundaciones con los legados de grandes figuras como Lorca, Alberti o Cela, en manos de sus familiares herederos, han acabado arruinadas e inmersas en grandes litigios judiciales

Imagen de los miembros de la Generación del 27.- RESIDENCIA DE ESTUDIANTES

ANÍBAL MALVAR

Se acaba de cumplir el segundo aniversario de la apertura de la Fundación Federico García Lorca en Granada y la ciudad natal del poeta todavía no ha recibido su legado, más de 5.000 documentos valorados en unos 20 millones de euros según la estimación encargada a Christie´s en 2008. Laura García Lorca, presidenta de la Fundación y sobrina del autor, asegura que en otoño se producirá por fin el traslado después de años de intrincados avatares que incluyen querellas por falsedad documental y apropiaciones indebidas, sobrecostes, retrasos en la construcción de un edificio que tenía previsto abrir en 2009, acusaciones de uso irregular de las subvenciones por parte del Ministerio y la Consejería andaluza de Cultura, deudas a proveedores, presuntos impagos crediticios y hasta 358.000 euros esfumados con la estafa de Fórum Filatélico.

Todos los biógrafos del genio granadino coinciden en destacar los desórdenes financieros del poeta, siempre presto a pedir cuartos a su madre Vicenta y a su padre Federico, poderoso terrateniente liberal de La Vega de Granada que, durante la Primera Gran Guerra, reunió una enorme fortuna con el contrabando de productos de primera necesidad hacia el frente europeo. Los citados desórdenes financieros de Federico parecen haber trascendido a los cromosomas de sus herederos: un informe en el Registro de Economistas Auditores, datado en 2016, consigna un agujero de 3,8 millones en las cuentas de una fundación nacida en 1984, y que pasó de las manos de Isabel/Tatabel, la hermana pequeña del poeta fallecida en 2002, a las de su sobrina Laura. Todo en familia.

Los desórdenes financieros de Lorca parecen haber trascendido a los cromosomas de sus herederos

Pero no es el único caso en que los herederos de nuestros vates han arruinado las fundaciones que sustentan su memoria. Rafael Alberti había fundado la suya en 1989 para que resguardara su dote póstuma primero en Cádiz, y después en El Puerto de Santa María, donde había nacido. En 1993, tres años después de casarse con María Asunción Mateo, nombró a esta profesora nacida en 1946 presidenta de la fundación. Alberti tenía entonces 91 años, y la tasación que entonces se hizo de su legado rondaba los 2.000 millones de pesetas (12 millones de euros). Ya entonces empezaron las desavenencias entre la nueva pareja y la hija del poeta, Aitana, nacida de la relación de 60 años del marinero en tierra con María Teresa León. Esta primera esposa (civil) del poeta, una de las grandes voces femeninas de la generación del 27, había fallecido en 1988 tras una década bajo la umbría del alzheimer.

Entre la muerte de Alberti en 1999 y la disolución definitiva de la fundación en otoño de 2010, hubo quejas de editores, familiares y autores por el excesivo celo con que la presidenta Mateo protegía los derechos del difunto, exigiendo cantidades siderales por cualquier reproducción de textos, dibujos, fotografías o cualquier otro material del legado de Alberti que se guardara bajo su férula. En 2003, el desacuerdo económico con la prestigiosa Visor obligó a la editorial a prescindir, en su antología Centuria sobre la poesía española del XX, del poema de Alberti que había elegido para el libro Luis García Montero: Niebla: se reprodujo en el volumen un texto de Montero sobre unos versos que no se pudieron imprimir.

La fundación también vetó un libro de Gonzalo Sebastián sobre los primeros años de exilio en Argentina de la pareja Alberti/León. Hoy, en la momificada web de la entidad, aun figuran los fallecidos Antoni Tàpies y José Saramago como miembros del comité de honor. El último acto del que dejó constancia el portal de la desaparecida fundación data de 2009, anunciando los fastos conmemorativos del décimo aniversario de la muerte del poeta: De prisa, mi marinera / que un jirón de tu bordado / haga que yo no me muera.

Rescate de la fundación de Cela

A Camilo José Cela hasta le sirve de escarnio póstumo la leyenda que plantó en su escudo de la Fundación de Iria Flavia cuando le nombraron marqués: "El que resiste, gana". El año en que murió, 2002, la fundación promediaba 15.000 visitantes anuales. Cuando la Xunta de Galicia rescata la entidad privada y la convierte en pública en 2010, ya eran solo 3.000. El dato no es anecdótico, pues los peregrinos a la Casa dos Coengos pagaban por acceder a las instalaciones. El gobierno del popular Alberto Núñez Feijóo se vio obligado a eclipsar a Castaño cuando el estado de quiebra de la entidad hacía peligrar la conservación del patrimonio del novelista padronés, que incluye obras de Picasso, Úrculo, Laxeiro, Miró, Zabaleta…, casi 50.000 volúmenes, cientos de miles de folios y anotaciones manuscritos, cachivaches de inspiradora y exótica procedencia, millares de cartas, e incluso un vaciado en barro del falo erecto del autor (o eso gustaba relatar Cela ante sus más o menos íntimos, negándose después a cotejar su desnudo con el tamaño del barro pretextando encogimientos de la edad).

El rescate de la Fundación de
Iria Flaviapor la 
Xunta de Galicia
costó 23.000 euros

Aquel rescate de la fundación le costó a la Xunta 230.000 euros, y a partir de entonces no han dejado de llover adjetivos desde sede judicial sobre los presuntos manejos de sus gestores: fraude en subvenciones, apropiación indebida, delito fiscal, contrataciones irregulares… Incluso se anuló, desde el Tribunal Supremo, el testamento de Cela que prácticamente desheredaba a su hijo. El codicilo se redactó, según sentencia, de forma “onerosa simulada”, lo que llevó al TS a condenar a Marina Castaño a devolver a Camilo José Cela Conde 3,9 millones de euros de su bolsillo y otros 1,18 de la fundación. La trama judicial aun no ha terminado: en junio de este año, la juez de instrucción número dos de Padrón, Paula Ventosa, abrió juicio oral a la Nobel consorte por malversación, al haber destinado más de la mitad del rescate recibido desde la Xunta para financiar el generoso despido de su principal colaborador, el gerente de la Fundación Tomás Cavanna.

Gestores fortuitos sin preparación

En un escrito reciente, se quejaba el historiador experto en Lorca, Miguel Caballero, de los peligros de que “los familiares de los poetas insignes regenten fundaciones sin la más mínima preparación para ello, más aun cuando existen magníficos gestores culturales”. Hubo herederos más previsores, realistas o conscientes de sus limitaciones. Los de Gabriel García Márquez pusieron sus trastos a disposición de la Universidad de Texas por 2,2 millones de dólares, con la garantía de que lo clasificaría y custodiaría un equipo –el centro Henry Ramson– que ya ha hecho maravillas con los legados y legajos de James Joyce, Arthur Miller, David Mamet, Coetze y muchos otros creadores.

La agente Carmen Balcells tampoco quiso dejar al azar de la consanguinidad o la amistad los dos kilómetros y medio que recorren sus archivos en línea recta, y entre los que se pueden engavillar miles de cartas cruzadas con Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Cela, Pablo Neruda, Vicente Aleixandre… Balcells dejó consignada una orden antes de morir: que se negociara su venta al ministerio español de Cultura, dispuesto a pagar 1,5 millones y 700.000 euros en desgravaciones por el tesoro de papel.


Por acabar con Alberti, epítome de los inmortales malhadados por la maldición de las fundaciones familiares:

Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.


Pues a ver si la llevamos.

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