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El postmodernismo y su rentable decadencia

Una exposición en el V&A de Londres retrata la historia del movimiento

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

El estilo como declaración de estilo. El V&A presenta en Londres una exposición sobre el auge y caída del postmodernismo sin negar que algunas de sus esencias –entre ellas, las más irritantes– continúan entre nosotros.

La arquitectura y el diseño se han quedado con lo mejor de sus ideas. Como principio artístico, ha quedado enterrado bajo una montaña de dinero.

La exposición comienza con los inicios radicales e iconoclastas del movimiento, el desafío a la ortodoxia del modernismo, la apuesta por colores y formas impactantes y alegres, la idea de utilizar un espejo roto para reflejar un mundo lleno de contradicciones.

Los artistas declaran su amor por la cultura popular y Bruno Zevi reivindica Las Vegas como símbolo. Robert Venturi graba las calles de Las Vegas porque sólo se puede apreciar su verdad 'a 35 millas por hora'.

Ambos son arquitectos, gente práctica, decididos a acabar con el aburrimiento que les provoca la sencillez preconizada por el modernismo. Digamos que un edificio puede cumplir su función y ser a la vez divertido.

La muestra ofrece dos escenas y dos piezas de vestuario de 'Blade Runner', película postmoderna por su mezcla de géneros y su visión de Los Angeles, cuyo diseño de producción se remonta, en palabras de Syd Mead, tanto 'a 40 años en el futuro como a 40 años en el pasado'.

El vestuario de los replicantes también ayuda. La indumentaria de Zhora –tiroteada por el agente Deckard hasta caer en un escaparate entre maniquíes– es un ejemplo evidente.

Los años 80 son el triunfo del diseño y por ahí entra arrollador el postmodernismo ocupando todos los territorios posibles. La caja registradora comienza a sonar.

El estilo desenfadado e irónico es fácilmente detectable en múltiples objetos expuestos. Pero las formas insólitas en objetos cotidianos y los colores ardientes no ocultan que esos objetos se pueden usar, y vender a precios hasta desorbitados. La industria los adopta complacida.

Ahí aparece la aportación española a la muestra: dos taburetes de bar, uno de ellos de Javier Mariscal.

Los músicos  se apuntan al mensaje: algunos con inteligencia, como David Byrne o Annie Lennox. Otros con descaro, como Grace Jones, para los que la música es sólo la excusa (véase ahora Lady Gaga).

En la entrada al último tramo de la exposición, titulado 'Dinero', se encuentra Dollar Sign, de Andy Warhol. El símbolo del dólar es el prólogo perfecto al momento actual del movimiento.

Mendini se hace un traje tachonado con los logos de las empresas para las que ha trabajado. Lagerfeld pone el logo de Dior por todos los lados. Jeff Koons se hace millonario con el kitsch. Es hora de pasar por caja.

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