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Premio Nacional para el artista contra la sumisión

El galardón reconoce a Santiago Sierra su obra cruda y crítica

P. H. R.

El nuevo Premio Nacional de Artes Plásticas muerde el arte decorativo, es el enemigo de lo bonito, lo abstracto y lo frío. El artista Santiago Sierra (Madrid, 1966) se preocupa por buscar los conflictos de la cruda realidad que terminan por ser olvidados, rehuidos o ignorados. Al jurado reunido por el Ministerio de Cultura le costó tomar la decisión, pero finalmente fue galardonado 'por su obra crítica, que reflexiona sobre la explotación y la exclusión de las personas, y genera un debate sobre las estructuras de poder'.

A lo largo de dos décadas de carrera artística, Sierra ha tenido notables intervenciones como la que planteó para el Pabellón de España de la Bienal de Arte de Venecia, en 2003, titulada Palabra tapada. El artista entonces denunció la imposibilidad de la libertad de movimiento entre fronteras, reconocida como derecho humano fundamental, al exigir a cada visitante del pabellón el documento de identidad española para poder entrar al lugar. Resultado: dejó fuera al embajador español, que no lo portaba, y una polvareda mediática sobre la política española ante la migración.

Sierra ha hecho varias acciones con personas remuneradas

'Presenta los mecanismos de dominación de forma muy cruda, pero hay otras cosas a tener en cuenta como la frustración y la decepción de la promesa del placer estético', cuenta Pablo España, del colectivo Democracia, muy cercano a las propuestas políticas de Santiago Sierra. 'Santiago logra que no se nos olvide que estamos en una cruda realidad. Su arte no es paliativo, sino señalador', añade. Pablo España destaca también la intención de arte como 'acción comunicativa': 'Arrastra los elementos simbólicos hacia lo real y logra convertir una sinagoga en cámara de gas (con 245 metros cúbicos, en Stommeln, en Alemania, en 2006)'.

El potencial crítico de Santiago Sierra es importante porque es una de las referencias destacadas del mercado del arte. Abandonó Madrid para instalarse en México D. F. al final de la década de los noventa. Desde los primeros momentos de su carrera planteó las revisiones críticas de la tradición minimalista, en las que remite a autores como Gordon Matta-Clark o Robert Smithson. Pero con los años, Sierra sólo se interesa por el arte minimalista para servirse de sus estrategias lingüísticas (formas elementales y acumulación) para colocar su propuesta sobre contextos reales de carácter crítico, que multiplican su visibilidad.

'Presenta los mecanismos de dominación', dice Pablo España

Desde los noventa hasta hoy Sierra ha hecho varias acciones con personas remuneradas por la prestación de sus cuerpos, de su tiempo y de su esfuerzo. En la mayoría de los casos se trata de personas en situación precaria, como heroinómanos, refugiados o inmigrantes, como la Línea de 250 cm tatuada sobre 6 personas remuneradas (La Habana, 1999). En estas acciones cada colectivo muestra su precariedad y él es transparente en la perversión del sistema, articulado en el sometimiento.

En 2009 montó una instalación sobre la explotación obrera y el control del sistema capitalista en el MARCO de Vigo, donde contó a este periódico que los ataques que recibe por sus planteamientos artísticos radicales 'es una cuestión de clase'. 'Los ataques que se reciben están representando a una clase social que no quiere saber nada de las penurias del resto de la población, que les molesta mucho, y reaccionan así... Yo lo veo natural, pero es molesto y pesado. Te están diciendo que tú no tienes que estar ahí, que deberías irte. Es agotador', reconocía entonces.

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