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El punk no ha muerto: regreso a El Acto

RAFAEL GÓMEZ ALONSO

Los pasados días 13 y 14 de junio, en las salas Sol y Shoko respectivamente, Ana Curra volvió a reunir a su grupo El Acto para finalizar una gira que les ha llevado por España y México en los últimos dos años cumpliendo el ciclo de empezar y terminar en Madrid. Lo que comenzó siendo un homenaje a Eduardo Benavente ha servido para configurar una serie de espectáculos en los que se ha realizado un ritual para las personas que ya no están y que han sido parte del grupo o han estado unidos a ellos.

Una vez terminada esta gira, muchos de los que no han participado de este espectáculo pero han recibido alguna comunicación por algún medio informativo habrán preguntado ¿Qué es o ha sido El Acto? O mejor expuesto ¿Qué supone El Acto frente a otro tipo de concierto?

En principio, El Acto como tal era un homenaje al disco que popularizó y catapultó al grupo Parálisis Permanente en 1983 y del que lamentablemente se llegaron a hacer pocos conciertos por el trágico accidente en el que perdió la vida su cantante y compositor Eduardo Benavente. De tal modo que era necesario volver a poner a prueba dicho trabajo, enmarcado dentro de la onda punk, gótica y siniestra, que con el paso de los años no perdía ni un ápice de calidad, tal como se puede comprobar tras la reedición de su LP. Para ello, Ana Curra componente del citado grupo (legitimada en su momento como figura de la movida madrileña y convertida en icono estandarte bajo  la lente del fotógrafo Alberto García-Alix) recurre a otros compañeros que han formado parte de su trayectoria musical como José Battaglio, Manolo Uvi, Cesar Scappa y Rafa Ppm Le Doc, para comprobar si tendría sentido recuperar dichos temas, ahora tratados con la voz femenina y con los arreglos de esta nueva formación, tanto para sus fieles seguidores que los habían reclamado continuamente, como para otras generaciones que habían oído su música pudiendo comprobar por qué se había mitificado dicho grupo.  La certificación del éxito, sin duda alguna, ha sido más que superada.

Desde el inicio de este proyecto el 9 de marzo de 2012  y a lo largo de sus actuaciones, los que han participado de dicho ritual o ceremonia musical han podido comprobar cómo el mito (metaforizado quizá como la creación de una criatura musical tal como ha dejado constancia el último videoclip utilizado como preludio para el tema Unidos realizado por el colectivo Specie de Studio) se ha hecho realidad. Partiendo de este punto de vista, El Acto no sólo ha servido para rendir dicho merecido homenaje a Parálisis Permanente sino a la contribución por la continuidad de una actitud estética, a un concepto de reunión grupal entre músicos y espectadores, donde se valora la calidad musical pero también la imagen y el registro audiovisual, es decir, la autoafirmación de un estilo que reúne a diferentes generaciones con el fin de contribuir a la experiencia de un 'acto escénico' en el que compartir unas sensaciones rítmicas y visuales. En este sentido, la proclama setentera de que el punk ha muerto no se ha cumplido y la actitud de que 'no hay futuro' cada vez está más presente y forma parte ineludible de los discursos del pensamiento contemporáneo. Quizá por ello también tenga sentido que las diferentes manifestaciones musicales sirvan para reclamar el sentido de lo que fue el punk, al menos no sólo desde la función periodística musical sino académicamente desde los estudios culturales, y desde las nuevas perspectivas sociológicas que se encargan de estudiar las redes sociales en la era de los nuevos medios y en la cultura digital.

Indiscutiblemente, El Acto ha permitido reflexionar no sólo sobre la reivindicación en directo de una trayectoria musical sino materializar un proyecto de representación musical e iconográfica, de una magnífica escenificación. Si bien no hay que confundir que esta recuperación musical pueda englobarse, como una simple tendencia de lo que ha venido a denominarse como retromanía o efecto de nostalgia por lo pasado, sino como prueba de la actualización de un movimiento que brilla con más fuerza que en su momento tal como ejemplifica su repertorio. Desde este punto de vista, el punk deja de encuadrarse dentro de lo que Greil Marcus ha venido a denominar como 'el basurero de la historia' y quizá sí tenga más sentido repensarse como una forma de hacer historia o herencia cultural (en el sentido de rendir homenaje), que pervive en el siglo XXI como un replanteamiento en base a unas lógicas políticas y socioculturales con un nuevo giro de actitud crítica.

En definitiva, el reflejo de los conciertos de Ana Curra ha servido para demostrar la fuerza y revelación de su Siniestrísima Majestad y de su formación musical, así como para reivindicar que no sólo pueden 'ser héroes un día nada más'. El disfrute de sus espectáculos ha permitido reconocer lo que supone una experiencia de arte total para una inmensa minoría y poder engrandecer nuestro circuito cultural.

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