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"Nunca nos recuperaremos del todo de esta crisis"

El director Tom McCarthy estrena 'Win Win', fábula moral sobre el cataclismo económico que hoy llega a la cartelera

ALEX VICENTE

Dentro del cine estadounidense, Tom McCarthy pertenece a una especie rara. Se define como un humanista y le apasionan conceptos tan exóticos como la solidaridad. Tras dos películas altamente dramáticas, las aplaudidas Vías cruzadas y The Visitor, McCarthy ha rodado una comedia ajena a los tiempos que corren, sin bromas sobre fluidos corporales ni resacones amnésicos, que parece ignorar el nuevo canon impuesto por Judd Apatow y sus allegados en el género. 'Quería hacer una comedia diferente, más inspirada en directores como Hal Ashby o Peter Yates, que hablaban de la gente corriente, con sus virtudes y sus defectos. O en aquellas comedias deportivas de los setenta rodadas sin pretensión alguna, como Los picarones, con Walter Matthau', apunta McCarthy. 'Hoy es cada vez más difícil hacer películas como esta, especialmente en mi país. Están pasadas de moda. Sobre todo, porque resultan difíciles de vender por los departamentos de marketing'.

El resultado se titula Win Win, una fábula moral sobre los tiempos de la crisis, ambientada en el Nueva Jersey posterior al apocalipsis económico y protagonizada por Mike Flaherty, un abogado en horas muy bajas que se verá obligado a tomar decisiones reprobables para sacar adelante a su familia y su pequeño bufete de provincias. En plena depresión financiera (y personal), también deberá acoger en su casa al nieto de uno de sus clientes, un anciano afectado por la demencia senil, del que acaba de convertirse en tutor legal ante la desaparición de su hija drogadicta. Ese joven perdido en la vida se convertirá en la sensación del equipo de lucha del instituto, al que Mike entrena de forma voluntaria en sus ratos libres junto a sus dos mejores amigos. Pero en los gestos altruistas de este tipo corriente, miembro modélico de la comunidad, se esconde un fondo de avaricia y egoísmo que acabará saliendo a la luz.

'Mi país terminará entendiendo que no volveremos a vivir en 2007'

Win Win, que se estrena hoy en los cines españoles, aborda un conflicto entre dos pulsiones. Por una parte, el deseo del protagonista de convertirse en un hombre honrado y generoso con los demás, característica profundamente anclada en la tradición estadounidense. 'En especial, en la judía', apunta McCarthy. Por el otro, el individualismo y la codicia que impone el modelo económico. 'Se trata de una dualidad muy importante en la película. En mi opinión, la crisis no fue originada por un Satanás corporativo, sino por muchos hombres y mujeres honrados que se vieron impulsados a tomar decisiones equivocadas', sostiene McCarthy. 'Yo conozco a esa gente. Algunos fueron mis vecinos. El director financiero de Enron creció a unas manzanas de mi casa en Nueva Jersey. Ese demonio empresarial condenado a una pena de cárcel procede de una familia encantadora. Su hermano Pete fue conmigo a la escuela', cuenta el director.

La película aspira a describir la resignación respecto a la situación económica que, según los historiadores del futuro, caracterizará a los años Obama. 'Estados Unidos empieza a darse cuenta de que hay que conformarse con lo que hay. En la patria del sueño americano, ese mito que sostiene que todo es posible si se trabaja duro, es muy difícil aceptar algo parecido. Mi país se terminará dando cuenta de que nunca volveremos a vivir en 2007. Nunca nos recuperaremos del todo de esta crisis', concluye McCarthy.

'En el cine estadounidense, hasta los desayunos parecen falsos'

Una resignación que también incumbe a la propia figura del presidente de la nación, Barack Obama, menos superhombre de lo que esperaban sus votantes. 'Obama heredó el mayor enredo de la historia, pero la gente creyó que lo resolvería todo en un par de años. Es increíblemente bueno, pero nadie es tan bueno como para lograr algo así. Ha logrado estabilizar un cuerpo que hasta hace poco se encontraba en situación crítica. Tal vez ya sea suficiente', concluye McCarthy.

Otra de las rarezas de McCarthy es haber escogido a un protagonista como Paul Giamatti, superdotado para los papeles de hombre mediocre, pero mucho menos taquillero que cualquiera de las estrellas que lo darían todo para trabajar con el director estadounidense. En especial, tras el éxito a pequeña escala de The Visitor, que sacó del anonimato al actor Richard Jenkins, recompensado con una nominación al Oscar por su trabajo.

'Para mí, lo más importante es que mis personajes parezcan reales'

'En términos exclusivamente económicos, era muy tentador contar con alguien más conocido. Pero, como director, tuve que preguntarme si prefería ganar mucho dinero o hacer una buena película', responde el cineasta, adepto a los presupuestos reducidos porque 'permiten tomar todas las decisiones, a riesgo de equivocarse, pero también de aprender'. 'He hecho tres películas por el dinero con el que otro director haría menos de media', sonríe McCarthy.

McCarthy ha hecho una película de palomitas no reñida con la calidad y los tintes sociales, que ha obtenido excelentes críticas en su país, donde a menudo se le vincula con el cine del viejo continente. 'Me gustan los autores europeos por su manera de humanizar a los personajes. En el cine estadounidense, hasta las escenas de desayuno parecen falsas', concede McCarthy, que acaba de recibir una oferta para rodar en Francia (y en francés) su próxima película. 'Para mí, lo más importante es que mis personajes parezcan reales. Si no, es imposible que el espectador se pueda interesar mínimamente por ellos', concluye el director.

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