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Regina Spektor: Pop contagioso con sustancia

Con su último disco, 'Far', consiguió 50.000 copias en una sola semana

JESÚS M. MARCOS

¿Otra chica de cara bonita haciendo pop? Es ya costumbre: cada año aparece una cantante que apunta a los primeros puestos de las listas de ventas con un puñado de temas pegadizos y luminosos. A la mayoría se les traga la tierra, poco a poco o de repente. ¿Dónde andan Jewel, Natalie Imbruglia, Meredith Brooks o, sin ir más lejos, Sheryl Crow? Su gloria superventas se pinchó y ahora sobreviven gracias a las rentas del boom que las encumbró, si es que no han desaparecido del mapa.

No conviene meter a Regina Spektor en este saco. De familia judía, nació en Moscú en 1980 y emigró a Nueva York en 1989, tras la Perestroika. Estudió música en una academia, pero en su adolescencia se enamoró de la frescura de las canciones de Joni Mitchell y Ani Di Franco. No tardó en sentirse atraída por el underground de Nueva York, haciéndose un nombre en la escena antifolk de la ciudad.

A principios de esta década, Regina autoeditó sus tres primeros discos. El último, Soviet kitsch, encendió una bombilla en la cabeza de algún ojeador de la multinacional Warner, que decidió reeditarlo y contratar a la cantante. Desde entonces, Spektor ha publicado otros álbumes, Begin to hope (2006) y el reciente Far. Este último ha sido su gran primer éxito: entró directamente al número tres de las listas americanas y despachó 50.000 copias en sólo una semana.

Aunque en una escucha en diagonal se puede pensar que estamos ante una flor de un día, no conviene fiarse: hay bastante sustancia. El primer tema, The calculation, ya avisa: grácil y fluido, contagia su melodía con la naturalidad de un número uno, pero sin parecer prefabricado.

Otro de sus logros: suena sencilla y directa sin aburrir, y no necesita echar mano a recursos obvios, como en la emocionante Blue lips. Como toda cantante con un registro de voz excepcional, a veces abusa de gorgoritos y se enfanga en piruetas que apartan la atención de lo importante: la canción. Pequeños pecados que compensa con destellos como Dance anthem of the 80s.

En un mundo escéptico como el del pop, llaman la atención letras como la del primer single de este disco, Laughing with, en la que Spektor, de religión judía, hace su particular defensa de dios ante las risas de los que no creen. Sin ironías, claro. Ahora que es tan difícil escuchar contenidos distintos, ella como mínimo intenta desmarcarse del rebaño. Merece la pena dejar al resto de reses pastando e ir en busca de esta oveja.

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