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El Rey Arturo El rey Arturo, pandillero, bárbaro, charlatán o cantante

Con 'Rey Arturo: La leyenda de Excálibur', de Guy Ritchie, sigue creciendo la tradición artúrica en el cine, mimada y maltratada por muchos desde que la escribiera Godofredo de Monmouth. 

Rey Arturo: La leyenda de Excálibur, 2017

Excálibur, una de las espadas más célebres de la historia –junto a la inseparable Tizona del Cid y la espada de William Wallace-, ha caído en manos de Guy Ritchie y su compulsivo afán por deslumbrar. Y en esa vehemente aventura se la ha cedido a Charlie Hunnam, que en esta nueva adaptación de la leyenda artúrica, Rey Arturo: la leyenda de Excálibur, parece el ‘ilustre’ antepasado del motero Jax Teller de Hijos de la anarquía.

Más chulo que un ocho, el rey Arturo de Ritchie y Hunnam es un pandillero de Londonium, cabecilla de un grupo que domina los callejones de la ciudad. Un buscavidas hasta que se tropieza con Excálibur y sus poderes mágicos. A partir de ahí, su misión será vencer el tirano.

Con Jude Law en ese papel, el del villano Vortigern, la película es un entretenimiento con altibajos, momentos brillantes al lado de otros un poco toscos, mucho ruido, agobiante por momentos y con algunos refrescantes toques de imaginación. Eric Bana, Hermione Cordfield y Astrid Bergès-Frisbey completan el reparto.

Una absurda ceremonia acuática

Si Guy Ritchie es más o menos clásico a la hora de interpretar la leyenda, no tiene demasiada importancia después de todas las versiones que ha sufrido esta historia. ¿Quién iba a decirle a Godofredo de Monmouth que su gloriosa leyenda del Rey Arturo iba a pasar de mano en mano siglos y siglos después? ¿cómo iba a imaginar, por ejemplo, el pobre clérigo que una pandilla de cómicos británicos -geniales, eso sí- iba a dar una vuelta endiabladamente divertida a su relato?

-Rey Arturo: La dama del lago, con el brazo enfundado en brillante seda, sacó una espada del fondo de las aguas significando así la divina providencia que yo, Arturo, debía portar la espada. ¡Por eso soy vuestro rey!
-Un aldeano: ¡Oiga! ¡Que a una mujer le dé por repartir espadas mojadas no es base para un sistema de gobierno! ¡El supremo poder ejecutivo deriva de la voluntad de las masas, no de una absurda ceremonia acuática!

Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores (Terry Jones y Terry Gilliam, 1975), primer largometraje de Monty Python, tras los sketchs que estrenaron en cines con el título de Se armó la gorda, es, sin rival posible, la versión más aguda y desternillante de todas las que se han hecho del legendario enemigo de los sajones. Graham Chapman, que pasaba una mala época con el alcohol entonces, era el Rey Arturo… y la voz de Dios y el guardia con hipo…

Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores, 1975

Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores, 1975

Música para Camelot

El indescifrable Clive Owen fue también Arturo en la película que Antoine Fuqua rodó en 2004, El Rey Arturo, un relato con pocos hallazgos, ni bueno ni malo y con una ligera intención desmitificadora. Más guapo que Chapman, pero mucho menos poderoso que Sean Connery en el mismo papel en El primer caballero, película de Jerry Zucker en la que el escocés se daba la mano con Richard Gere, Julia Ormond, Ben Cross y John Gielgud, entre otros. Mucho talento actoral y mucha belleza para una película un poco empalagosa que se centraba en el amor romántico entre la reina Ginebra y el caballero Lancelot.

El Rey Arturo, 2004

El Rey Arturo, 2004

Otros guapos que se subieron al carro de la leyenda artúrica, con mucho estilo, muy clásico, fueron Robert Taylor, Ava Gardner y Mel Ferrer –éste era el rey-, en la película que dirigió Richard Thorpe en 1953, Los caballeros del rey Arturo (1953). Un filme del que se recuerda especialmente la batalla entre Lanzarote y Mordred.

Y de la versión del musical Camelot en el cine, dirigida en 1967 por Joshua Logan, han quedado para la historia la estupenda voz de Richard Harris cantando (Richard Burton lo hizo en el teatro) y el romance real que nació entre Vanessa Redgrave y Franco Nero, que daban vida a Ginebra y Lancelot. Harris y Redgrave interpretaban las canciones, pero a Nero tuvieron que doblarle. Rodada en parte en el Castillo de Coca y el Alcázar de Segovia, el estreno fue negrísimo. La crítica del momento aniquiló la película, no dijo prácticamente nada bueno de ella, aunque años después fue reconocida de una forma muy diferente. "Pregunta a todo el mundo si ha oído la historia de Camelot y si no la conocen, cuéntasela, no dejes que se olvide que, una vez, hubo un lugar que por un breve y brillante momento, fue conocido como Camelot".

Un cuento pagano y oscuro

De todas las adaptaciones que se han hecho en el cine sobre la leyenda artúrica, la más discutida sigue siendo la que firmó John Boorman (Deliverance, A quemarropa, El sastre de Panamá…) en 1981, Excálibur. El británico reunió un reparto singular, con Nigel Terry en el papel de Arturo, Helen Mirren como Morgana y Nicholas Clay interpretando a Lancelot.

A lo largo de la historia, por delante de la cámara pasaban también actores como Gabriel Byrne, Liam Neeson o Patrick Stewart. El cineasta eliminó toda la carga cristiana de la novela de Sir Thomas Malory (La muerte de Arturo, 1485) en la que se inspiró, y puso el foco en la mitología. Incluso el Grial se apartaba de cualquier vínculo religioso y se presentaba relacionado con la simbología celta del caldero mágico. Boorman también borró cualquier huella histórica, dejando que fuera el espectador el que decidiera la época en que ocurría la historia.

Excálibur, 1981

Excálibur, 1981

Este cuento pagano resultó para algunos demasiado audaz. Que los actores declamaran, más que hablar, que el Grial no fuera santo, que la acción se desarrollara entre el consciente y el subconsciente, y que se buscara potencia e impacto visual no gustó demasiado a una parte de la crítica, mientras que otra, defiende la película como la mejor adaptación de la leyenda. De esta oscura y violenta mirada quedó especialmente reseñada como una de las escenas más famosas de la película la del encuentro sexual entre Uther e Igrayne, ella completamente desnuda y él completamente cubierto con su armadura.

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