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Rodar la revolución iraní para despertar la libertad cohibida

GUILLAUME FOURMONT

Shirin Neshat (Qazvin, Irán, 1957) es como las cuatro mujeres de su película, Women Without Men, que se estrena hoy. Pierde el control de lo que está pasando en su país y se refugia, a su pesar, en un paraíso aislado. Desde su exilio en Nueva York, Neshat no soporta no saber nada de la oposición al presidente Mahmud Ahmadineyad, como el pasado 14 de febrero, cuando el régimen respondió con la violencia a la gran primera protesta desde la Revolución Verde de 2009. O como en 1953, cuando un golpe de Estado acabó con la democracia en Irán, cuando las vidas de Munis, Fakhri, Zarin y Faezeh se cruzaron en un Teherán revolucionario.

Rodar la revolución no es, sin embargo, sólo un acto político para Neshat. Es casi una excusa. 'Pretendía ilustrar la búsqueda de la libertad y de la independencia', dice. Munis no acepta la tradición que la encierra en su casa y quiere luchar; Fakhri es una mujer moderna, pero infeliz; Zarin es una prostituta que no aguanta su cuerpo; Faezeh, obsesionada por la pureza carnal, es destruida tras ser violada. 'El exilio parece ser para ellas la única solución, pero es también la única manera que les queda para ser libres', explica la directora, que se llevó el León de Plata a la Mejor Dirección en Venecia con este primer largometraje.

De la represión y de la liberación del deseo trata el trabajo de Neshat, quien confiesa que aún sufre de la educación conservadora que recibió, que tiene 'problemas' con su cuerpo, con el sexo, porque 'mi cuerpo también relata parte de lo que hay en mi mente'.

La magnífica fotografía de Women Without Men bucea en un mundo entre fantasía y realidad, donde la muerte es interpretada de manera mística. 'La muerte es el punto de resurrección; no hablo de la muerte del cuerpo humano, sino de la libertad buscada', explica Shirin Neshat.

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