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Santo Domingo

Un menú de picapollo y santolibre en la primera urbe americana

SUSANA HIDALGO

Lima, limón (Seven-Up en su defecto), azúcar y ron blanco. Todo mezclado. y servido muy frío, con hielo. El invento se llama santolibre y en Santo Domingo, la capital de la República Dominicana, es lo mismo que el cubalibre para La Habana: la bebida nacional, la que se toma después de la comida, en la sobremesa o ya durante la agitación nocturna. Se puede probar luego hacerlo en casa, o intentar pedir la mezcla en un bar español, pero no sabe igual.

Al margen de las cercanas playas caribeñas de Boca Chica, Santo Domingo ofrece seguramente el mejor ron del mundo (no podía faltar un museo dedicado a esta bebida), comida criolla y una tradición histórica que le llevó a ser la primera ciudad latinoamericana con universidad y con catedral. Santo Domingo fue fundada en 1496 y está declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Y es la primera en todo: la primera con monasterio, la primera con convento... Se hace difícil encontrar un edificio en la capital que no tenga un cartel de: 'El primer...'.

No hay silencio jamás en Santo Domingo, sobre todo por la música, que sale constantemente de casas y comercios

La ciudad rebosa historia entre sus adoquines y edificios coloniales, en sus calles estrechas, pero, sobre todo, Santo Domingo es ruido, bullicio las 24 horas del día. No hay ni un minuto de silencio entre los cláxones de los coches, los autobuses, las motos, los taxis y la circulación loca que recorre el Malecón, el paseo que discurre al lado del mar Caribe. Y no hay silencio jamás en Santo Domingo, sobre todo por la música, que sale de las casas, de las tiendas de ropa con maniquies con caderas imposibles y de los puestos callejeros. La música, que impregna toda la República Dominicana, y que se divide en dos: el merengue y la bachata (más lento). Sus letras, machistas, hablan de mujeres que suspiran por hombres canallas, de infidelidades, de aburrimiento conyugal: 'Quítate la ropa lentamente quiero amanecer contigo, y cuidado si sospechan los vecinos, mi mujer o tu marido'. O esta otra: 'Bien conocí a tu novio y sé que no te quiere, por su forma de hablar. Además tú no lo amas por que él no da la talla'.

Suena la música en todas las tiendas de la calle El Conde, una de las principales arterias de la ciudad, y en el paseo se pueden ver unos llamativos carteles que anuncian que ahí venden picapollo. '¡Apártate Kentucky Fried Chicken, la versión dominicana del pollo frito ha llegado!', amenaza una web de comida caribeña. Porque el picapollo, que arrasa en Santo Domingo y en toda la República Dominicana, no es más que eso, trozos medianos de pollo rebozado y frito, a rebosar de grasa y que se sirven en platos de plástico en cualquier restaurante de la capital. No tiene competencia con ninguna cadena de comida estadounidense.

En Santo Domingo también se pueden comer platos tradicionales muy ricos como el sancocho, un guiso a base de carne y vegetales como la yuca o la bandera (arroz, carne y judías rojas). Los postres, los mejores, son los que están hechos con coco y dulce de leche. Y por la noche, la oferta de alojamiento permite dormir en hoteles de lujo, con piscina y la pulserita del todo incluido, u otros más modestos y pintorescos, las llamadas posadas, hechos a la medida para encuentros casuales de esos que narran las letras de la bachata. Con la Biblia en los cajones de las mesillas, paredes pintadas de rosa chillón y jacuzzis destartalados en medio de las habitaciones.

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