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Series Luke Cage, el superhéroe antibalas, vuelve con las mismas cargas y aires de ‘celebrity’

La segunda temporada de ‘Luke Cage’, que está disponible desde hoy en Netflix, peca de nuevo de estirar en exceso las tramas para llegar a los 13 episodios. A cambio, más acción, números musicales más controlados, un Cage mejor aprovechado como personaje y visitas del universo ‘The Defenders’ que aligeran la carga dramática.

Escena de la serie 'Luke Cage'./ NETFLIX

María José Arias

Le ha costado dos temporadas en solitario y otra en grupo, pero Luke Cage (Mike Colter) se ha redimido ante su querido Harlem. Se ha convertido en el héroe que el barrio necesitaba y él quería ser. O esa impresión da. Sin embargo, la nueva tanda de episodios que desembarca hoy en Netflix contiene tantos claroscuros como su predecesora. Peca de los mismos errores, el estiramiento innecesario de las tramas, la repetición, unos villanos a los que les falta cierta consistencia y la inacción frustrante de su protagonista en ocasiones. A su favor, algunos de los personajes femeninos, la evolución de Cage de héroe caído a resucitado, las escenas de acción (hay más y mejores) y el atrevimiento de abordar temas como la herencia familiar -biológica y educacional además de monetaria- y algunas problemáticas sociales inherentes al barrio que también estaban en la primera entrega -drogas, violencia y racismo-.

El regreso de Luke Cage se enmarca cronológicamente después de lo acontecido en The Defenders. Tras salvar, una vez más, a Nueva York de los peligros que le acechaban, Jessica Jones (Krysten Ritter), Iron Fist (Finn Jones) y Luke Cage tiraron cada uno por su lado y se dedicaron a defender su parcela de la ciudad. Así, el superhéroe negro antibalas de Harlem vuelve a un barrio que ahora le idolatra con unos vecinos que le exigen cada vez más y le piden hacerse selfies continuamente. Y él, que no es tan huraño como su amiga Jessica Jones, se presta más o menos gustoso a ello. En medio de esta fama con la que no siempre es fácil lidiar, la serie creada por Cheo Hodari Coker aborda temas propios del género que no se tratan demasiado en la pantalla. Por ejemplo, ese, el de cómo abstraerse a que lo reconozcan a cada paso y, además, cómo pagar el alquiler.

Cada vez que lo intenta, su negocio salta por lo aires o es acribillado a tiros.

El primero se plantea poco porque la mayoría de superhéroes esconden su identidad. Algo complicado en este caso dado su metro noventa de estatura y su piel resistente a las balas, como él mismo reconoce en una conversación con su abogado. El otro, el de cómo ganarse la vida, resulta interesante porque no siempre se tiene en cuenta que los superhéroes lo son de manera altruista, no cobran por ello y de algo tienen que vivir. Jessica es detective privada. Matt Murdock (Charlie Cox), abogado. Y Danny Rand, un rico heredero. Sin embargo, Luke Cage no tiene oficio ni beneficio y cada vez que lo intenta su negocio salta por lo aires o es acribillado a tiros. Además, es un ex convicto. Convertido en una celebrity, no le queda otra que plantearse la idea de rentabilizar su imagen y buscar patrocinio.

Sin embargo, los problemas que se le presentan a este hombre al que las revistas describen como “el negro antibalas con la sonrisa de Barack, el encanto de Martin y la chulería de Malcom” van más allá de la falta de ingresos o vivir de okupa en la casa de la madre de su novia. La reaparición de su padre ha abierto viejas heridas sin cicatrizar: La villana oficial de la ciudad, Mariah Dillard (Alfre Woodard), sigue siendo su peor pesadilla. Por si eso fuera poco, aparece un tercero en discordia, Bushmaster. Un jamaicano con tendencia a arrancar cabezas y clavarlas en picas que le provoca más de un dolor de cabeza al héroe de Harlem. Con tantos frentes abiertos, la segunda temporada de Luke Cage combina elementos del drama familiar con los de una de ación (no tanto como debería) y una de mafiosos. Sobre la mesa, tres clanes con su historia, su herencia de violencia y traumas y sus rencores. Dos de ellos enfrentados a muerte, el encabezado por Mariah en representación de los Stokes y Bushmaster por los McIver. Cage se sitúa en medio de los dos en una de gángsters en la que unos quieren quitarle el puesto a los otros y todos quieren hacerse con la guinda del pastel: Harlem. Claro, que para eso deberán contar con el permiso de Cage, que se debate entre dos tierras.

La serie tropieza en el empeño de llegar a los trece capítulos

Con el conflicto interno de no repetir los errores de sus ascendientes y labrarse su propio destino, la segunda temporada de Luke Cage se convierte en un ir y venir de personajes que llega a resultar repetitivo. ¿Cuántas veces se aleja y se acerca el protagonista de su padre? ¿Cuántas veces discuten Shade y Mariah por la venta del Paradise? ¿Cuántas veces entra y sale de la policía Misty? La serie tropieza donde la primera, en el empeño -mal que aqueja a tantas otras series de Netflix- de llegar a los 13 capítulos. Unos cuantos menos y algunos minutos menos por episodio y el resultado habría sido más ágil y dinámico. Por suerte, esta vez son muchas más las escenas de acción -lo cual se agradece- y se aprovecha más a un personaje con tanto potencial como un hombre inmune a las balas y con piel de acero. Además, se recurre con frecuencia a ese pragmatismo y chulería que aparecieron en The Defenders convirtiendo a Cage en uno de los que mejor parado salió de la reunión.

Luke Cage

Cage, mejor acompañado que solo

Como ocurrió con su presentación en la primera de Jessica Jones y con su paso en el spin-off grupal, esta temporada demuestra una vez más que al personaje creado por Archie Goodwin y John Romita Sr. en los cómics la compañía le sienta bien. La primera primera tanda de episodios mejoraba notablemente cuando aparecía en escena Claire Temple (Rosario Dawson), que en esta ocasión está desde el inicio pero lamentablemente desaparece antes de finalizar la primera parte. Por suerte para Luke, ahí está Misty Knight (Simone Missick), que cobra más protagonismo en la segunda mitad y cuyas escenas de pelea son de lo más entretenido junto con la aparición estelar de cierto ‘defender’ de puño brillante que hace que por un momento, un capítulo, la serie vire un poco a la comedia de colegas y hasta le siente bien. Hay más personajes del universo Marvel/Netflix que hacen acto de presencia, pero siempre es mejor que cada uno lo descubra por sí mismo.

Hay más personajes de Marvel/Netflix que aparecen, pero es mejor que cada uno lo descubra por sí mismo

La sensación que queda vistos todos los capítulos es que esta temporada supera a la primera limando algunos de sus defectos pero arrastrando otros y que la mayoría de ellos podrían haberse pulido recortando. Eso y que un villano a la altura de Fisk en Daredevil y Kilgrave en Jessica Jones es algo con lo que nunca ha contado Lake Cage. Mustafa Shakir convence como el violento y rencoroso Bushmaster, pero la sobreactuación de Alfre Woodard como Mariah Dillard sigue resultando excesiva 24 episodios después. Se agradece que Cage saqué más a menudo a pasear sus puños y su fuerza y ese halo de famoso encantado de serlo que le dan. Otro punto a su favor es que se traten, aunque no sea en profundidad, temas como la violencia de género. Y para aligerar el drama, los guiños recurrentes a los cómics, otras series y la vida real siempre son bienvenidos.

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