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Sexo, drogas y charlestón

Andrés Lima vuelve con 'El mal de la juventud' a la Abadía, sin Animalario

 

PEIO H. RIAÑO

Si un punky londinense hubiera saltado en el tiempo a la Viena de entreguerras, 50 años atrás, se habría sentido un pequeño santurrón incapaz de seguir el ritmo de una juventud nihilista y desaforada que escapó de la muerte. Pasaron del vals 'a la cocaína, la morfina, el lesbianismo, al surrealismo, dadaísmo, nacionalsocialismo rompen con todo lo que dejó la Primera Guerra Mundial', cuenta Andrés Lima entre las butacas de La Abadía, en Madrid.

El próximo jueves estrena la gran producción de este teatro para la temporada: El mal de la juventud, del dramaturgo austriaco Ferdinand Brückner (1891-1958).

Suenan campanas a muerto, sobre el escenario hay una habitación dentro de una gran caja, una jaula en realidad. Hay oscuridad y niebla. El mal de la juventud dibuja el carácter destructivo, joven y alegre de la sociedad en la que vivió Brückner antes de huir a París en 1933. 'Uno de los personajes dice que la juventud es la época en la que más cerca se está de la muerte; son absolutos nihilistas', explica Lima, que vuelve a la Abadía casi dos años después de Argelino, servidor de dos amos, esta vez sin Animalario. Le acompañan siete actores (Irene Escolar, nieta de la célebre actriz Irene Gutiérrez Caba, es la más joven, 21 años).

La obra dibuja el carácter destructivo de la sociedad de Brückner

Si París era una fiesta, Viena una bacanal nihilista de perdedores desorientados. La juventud era un laboratorio donde se ensayaron los excesos. Entre las cuatro paredes del cuarto de estos estudiantes de medicina todo es caos. 'Es una bonita mirada a un buen ejemplo a no seguir, sin moralinas', dice y susurra que los actores están nerviosos. No se ponen de acuerdo en el paso de una de las coreografías que agitan el espectáculo una y otra vez.

Los tipos que dibujó Brückner están descritos al límite del histrionismo, porque destruir ¿rejuvenece? 'Bueno, creo que esta no es la juventud ideal. Les daba igual morir, porque tampoco tenían esperanza y el suicidio sobrevuela. También es muy bonito el tratamiento del sexo porque es muy libre, pero muy duro porque se aman a hostias. Es una juventud muy atractiva, pero muy destructiva', aclara Andrés Lima.

'Esta no es la juventud ideal. Les daba igual morir', dice Lima

El caso es que suena el charlestón y ellos se mueven, tan dramáticos, tan grotescos por los temas elegidos por el director de Alejando y Ana. Ahora abre uno de los libros que ha utilizado para documentarse y aparecen las fotografías de personajes exagerados, retorcidos. Tampoco niega que ha caído rendido a la intensidad de los diálogos veloces, de las frases cortas, del estudio psicológico de los personajes, pero él les ha añadido bien de cuerpo: 'El teatro entonces no tenía tanta acción física como la que vamos a montar ahora'.

Viaja entre la realidad y el espectáculo, sacando y metiendo al espectador de la caja, haciéndole disfrutar de la tragedia: 'No quiero que pase un mal trago. Creo que las experiencias tan mortales, cuanto más bellas sean mejor se explican a sí mismo'. ¿Y hoy? Hoy, según Lima, somos más cínicos, el dinero lo puede todo y no tenemos ningún interés por el hombre: 'Nos hemos deshumanizado frente al sufrimiento'.

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