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"Sigo creyendo profundamente en el amor"

Juliette Binoche. Actriz. La carismática intérprete francesa protagoniza la última película de Abbas Kiarostami, prohibida en Irán, en la que se abren reflexiones sobre la dicotomía entre copia y original, la

ÁLEX VICENTE

Una galerista francesa y un escritor británico pasean por la Toscana jugando a uno de esos juegos de rol psicoanalíticos que permiten destapar verdades muy bien escondidas. O puede que alguien les haya echado un mal de ojo y que se hayan convertido por arte de magia en un matrimonio en crisis. O que la primera mitad de la película sea un flashback encadenado con el presente sin ningún tipo de artificio. Nadie lo sabe a ciencia cierta. Ni siquiera Juliette Binoche, protagonista de la nueva película de Abbas Kiarostami, que se estrena hoy. Una reflexión sobre la esperanza de vida del amor, en la que la actriz francesa comparte protagonismo con el barítono William Shimell, que debuta en el cine con un papel pensado para Robert de Niro. Previsiblemente intensa, pero de carcajadas casi de taberna, Binoche recibió ayer a Público para hablar de una de sus películas más personales, con la que ganó el premio a la mejor actriz en el pasado Festival de Cannes

'Sé que me llevará muchos años transferir a mis personajes la fuerza que deseo darles', dijo al poco de debutar. 25 años más tarde, ¿cree que lo ha conseguido?

No estoy segura. Como actriz, no sé si siento algún tipo de plenitud, ya que eso supondría estar totalmente centrada y estable. Además, desconfío de la idea de evolución. Cuando veo mis primeras películas, ya detecto la misma fuerza como actriz. Creo que nací con ella.

Llevaba diez años detrás de Kiarostami. ¿Qué le gustaba tanto de sus películas?

Tampoco es que estuviera obsesionada. Pero formaba parte de la lista de directores con los que me apetecía colaborar, como Pedro Almodóvar, Jane Campion o Bruno Dumont. Lo que me gusta de Kiarostami es la manera con la que hace entrar la vida en sus películas. Cuando las ves parece que no tengan nada extraordinario, pero al salir de la sala descubres que hay algo que sigue trabajando dentro de ti, que la película se ha metido en tu interior. Siempre me ha intrigado que suceda algo así. En especial, porque no utiliza ningún exceso para conseguirlo.

Dice que al principio su personaje le pareció una mujer 'un poco loca', a lo que Kiarostami respondió que estaba inspirada en usted.

Ahora creo que tenía algo de razón. Finalmente, diría que me he interpretado a mí misma. Al menos, a mí misma durante la época del rodaje. Cuando ruedas una película, todo depende de quién seas en ese momento, de tus experiencias, problemas y elecciones personales. Y en ese momento tenía muchísimas dudas sobre asuntos como el matrimonio y las relaciones largas, así que algo debía traspasar.

¿Y a qué conclusión llegó? ¿El amor puede durar indefinidamente o siempre acaba extinguiéndose?

A pesar de todo, de lo que cuenta la película y de mis errores personales, yo sigo creyendo profundamente en el amor y lo sigo ejerciendo activamente. Pero no me pregunte más, porque no le diré más. Un intérprete debe mantener un jardín secreto y dejar cerradas unas cuantas antesalas. Nunca se deben abrir las puertas de la habitación nupcial [risas].

Pero en Cannes dejó esas puertas algo entreabiertas al recibir su premio de interpretaciónn. Declaró: 'Lo dedico a mi padre, a quien perdono, y a los hombres de mi vida'.

No fue un número de exhibicionismo, aunque algunos lo interpretaron así. La película habla de matrimonio, de una mujer que cría sola a un hijo y que exige amor a su marido, porque lo necesita. Si no hablaba de mi experiencia personal al respecto, ¿de qué iba a hablar? Al recibir el premio, me pareció natural e incluso necesario responder de esa manera. Soy una persona intensa. Y la intensidad se puede interpretar de diferentes maneras. Cuando abres tu corazón en público, siempre te expones a que sucedan cosas así.

El director defiende que su personaje se dirige a los hombres y el de su esposo, a las mujeres. ¿Lo comparte?

No, yo hablo a todo el mundo. O, más precisamente, a nadie en concreto. Pero hay algo de verdad en esa afirmación. Puede parecer algo esquemático, pero en la película se plantea una especie de guerra de sexos, una dualidad entre hombres y mujeres. A veces me planteo si nuestras necesidades son diferentes. Todo esto sigue siendo un misterio para mí. Lo que me parece claro es que expresamos esas necesidades de manera distinta.

¿Comparte el sentimiento de abandono que tiene su personaje?

Por supuesto. Todos pasamos por momentos así. De hecho, me parece un proceso imprescindible para conocerse. Las travesías del desierto son necesarias. Sin las experiencias difíciles no hay humanidad.

¿Y entiende el narcisismo de su marido en la película?

Lo entiendo, pero también me irrita [risas]. Puede que yo también sea un poco así, aunque siempre he sido más favorable al ego que al narcisismo. El ego es un estrato necesario en nuestra persona, pero el narcisismo no. Si no somos capaces de trascendernos a nosotros mismos, seguimos siendo bebés toda la vida.

'No entiendo por qué sigue sin intentar ser más conocida, sin querer ganar más dinero', ha dicho de usted Kiarostami. ¿Qué le responde?

Que no sabe el inmenso placer que supone filmar una escena descubriendo lo que sucede en ella en tiempo real, sin saber cómo va a terminar, sin saber qué va a suceder. Por eso elijo lo que elijo. Es una de las grandes alegrías de ser actor, porque te permiten pasar de un mundo a otro. Hay muy pocas cosas que me produzcan tanto placer en la vida. Y no sé si eso sucede rodando con Spielberg.

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