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El tamaño importa y la novedad también

J.M.M.

En cada edición, Rock in Rio se lo juega todo a una carta: las superestrellas que consiga reunir ese año. Da un poco igual el fondo artístico: lo importante es que el artista atraiga público. De ahí que hace dos años el cartel incluyera a tres clásicos del rock del siglo XX como The Police, Bob Dylan y Neil Young, mientras que este año sólo alcance a traer a unos Bon Jovi que militan en una división muy inferior en la historia de la música.

La gran apuesta de esta edición es el pop comercial de Shakira y Rihanna y el rockcontundente de Metallica y Rage Against the Machine (sobre los que muchos fans se siguen preguntando qué hacen en un festival con un fundamento comercial tan evidente). Llama la atención el olvido de la escena independiente, que hace dos años contó con muchos nombres importantes (Franz Ferdinand, Mando Diao y los españoles Jet Lag, entre otros).

El debilitamiento del programa denota que el festival ha adquirido un perfil más bajo que en su primera edición. A sus organizadores les está costando que Rock in Rio cuaje en Madrid de la forma que lo ha hecho en Lisboa o en sus ediciones originales en Brasil y sus planes de expansión están orientados hacia China. Quizás el motivo es que no aporta nada nuevo: festivales en España hay muchos y los artistas de Rock in Rio han venido a tocar a nuestro país recientemente.

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