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Televisión Los periodistas de las series lo sacrifican todo, incluso la integridad física y moral

No hay término medio. O muy poco. Las series llevan años retratando el periodismo y sus males (a veces también sus virtudes) y la conclusión es que para la mayoría de guionistas y creadores los periodistas o están dispuestos a dejarse la piel por una noticia o carecen de ética. El resto de perfiles interesan, pero menos.

Algunos de los periodistas más reconocibles en las series sobre periodistas

En las series casi siempre se tiende a retratar lo que se conoce como ‘periodista de raza’. Ese que tiene olfato para la noticia, don de fuentes, que no conoce de horarios laborales, que está dispuesto a todo por informar y que, claro, tiene un bar predilecto en el que se reúne con sus colegas de redacción/profesión. Danny Concannon, James McAvoy, Lou Grant, Ben Urich, Jesús Expósito, Luis Sanz y, sí, también Cat Grant. Todos son periodistas con mayúsculas de la ficción seriéfila. Un arquetipo de ‘gran periodista’ al que aspira Katie Wendelson (Briga Heelan), protagonista de Great News, comedia ambientada en la redacción de un programa de televisión que sueña con convertirse en uno de ellos y que este jueves estrena en España COSMO (a partir de las 22:15 con doble episodio).

La de Great News, que ya ha sido renovada por la NBC por una segunda temporada, es una aproximación en clave de comedia al subgénero de las series de periodistas que no deja de lado algunos de los clichés propios del mismo. Ahí están el periodista cercano a la jubilación incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos y la joven con sueños de Pulitzer. Todos miembros de la jungla propia que es la redacción de un medio de comunicación y que tantas veces se ha visto retratada, con mayor o menor fidelidad, en la ficción televisiva.

Nota: Este texto contiene spoilers si no se han visto todas la series mencionadas.

Si de abordar un tema como la imagen que del periodismo y de los periodistas se ha dado y se da en las series dos son los nombres a tener siempre en cuenta, Aaron Sorkin y David Simon. El primero, más prolífico y, en muchas ocasiones, aleccionador. El segundo, un periodista que dejó el oficio porque no le gustaba el camino que este había tomado y que firmó un retrato audaz, demoledor y crítico de la profesión en la magistral quinta temporada que sirvió de cierre para The Wire.

The Wire.

Aquí, en la serie de Simon, quien ejerció el oficio en esa Baltimore criminalizada, corrupta y sucia, el retrato que se hace del llamado cuarto poder no es nada alentador quedando personificado en Gus Haynes (Clark Johnson) y Scott Templeton (Tom McCarthy) como las dos caras de una misma moneda. Uno, el del redactor jefe Haynes, es capaz de detectar una noticia de portada por solo una línea en la orden del día del Ayuntamiento. Y eso pese a los recortes continuos de personal y la falta de recursos.

El otro, Templeton, representa al periodista que se cree merecedor de un puesto en el Times o el Post y que en su desmedido afán por destacar es capaz de ser partícipe de la creación de un asesino en serie solo real en la cabeza de un Jimmy McNulty (Dominic West) que hace mucho que perdió el rumbo. Como premio a su falta de ética, un Pulitzer. Como curiosidad, McCarthy, actor que interpreta al mentiroso en The Wire, es el autor del guion de Spotlight, película sobre un caso real en el que un grupo de periodistas de Boston se dejó la piel destapando un entramado de abusos en el seno de la iglesia católica sin importarles las presiones ni las puertas cerradas. La investigación del Boston Globe obtuvo el premio Pulitzer y McCarthy, un Oscar.

Las lecciones de periodismo de Aaron Sorkin

Mucho menos oscura que la visión de Simon, con sus más y sus menos, es la imagen que Aaron Sorkin da de la profesión en sus series. Su estilo es otro. Él, con sus diálogos imposibles, vertiginosos y enriquecedores, retrata a los periodistas como él querría que fuesen. Tira más de idealismo que de pesimismo. Su medio, en el que se mueve con más soltura, es la televisión. De hecho, su primera serie fue Sport Nights, ambientada en la redacción de un programa de noticias deportivo. Lo siguiente que regaló al mundo de la seriefilia fue El ala oeste de las Casa Blanca, una serie que debería estudiarse en las facultades de política, derecho, periodismo, cine, literatura. Su centro de atención era la política estadounidense, pero no él único.

Los medios también tenían cierto protagonismo, aunque solo fuese cada vez que C.J. Cregg (Allison Janney), la jefa de prensa de la Administración Bartlet (Martin Sheen), tenía que comparecer ante los periodistas acreditados. Además de eso, estaba Danny Concannon (Timothy Busfield), uno de los periodistas más emblemáticos y respetados de la televisión. Que era afín a los demócratas en la Casa Blanca no lo ocultaba, pero eso no le hacía perder la objetividad. No como Zoe Barnes (Kate Mara) en House of Cards, incapaz de ver que se la están colando cegada por su propia ambición. Cuando se da cuenta es tarde y acaba como acaban algunos de quienes se atreven con Frank Underwood (Kevin Spacey).

Volviendo a Sorkin, tras Sport Nights y sus aproximaciones al gremio de El ala oeste, escribió un auténtico tratado de lo que debería ser el buen periodismo con The Newsroom. Ahí es donde entra en acción Will McAvoy (Jeff Daniels), el arquetipo del periodista ideal en las series y todo lo contrario al confabulador Templeton de The Wire. Es una suerte de Quijote que se enfrenta a todos los molinos/gigantes que se le cruzan para sacar a la luz la verdad e iluminar a su audiencia.

En la hasta ahora última serie creada y escrita por Sorkin todo giraba en torno al manual del buen periodismo. La verdad ante todo y al diablo con lo que vende y lo que no vende. Y, para ello, hacía algo de trampa. Porque en sus tramas usaba hechos reales dando lecciones de cómo deberían haber sido tratados por los medios, algo por lo que le criticaron no sin cierta razón. Siempre es más fácil saber cómo proceder cuando se conoce el desenlace. Aún así, no dejaba de ser una ficción con tintes aleccionadores, muy bien construida, narrada y tremendamente entretenida.

The Newsroom.

Will McAvoy era la cabeza más visible, la integridad profesional personificada y un absoluto caos en las relaciones personales, pero no era el único. Y sí, también había ejemplos de periodistas con ética disoluta que acababan pagando por su poca profesionalidad. Al menos, en The Newsroom no morían. Porque esa es otra de las circunstancias recurrentes del género. La curiosidad mató al gato y enfrentarse a los poderosos se paga con la vida. Parece que solo existen dos tipos de periodistas: los que están dispuestos a morir por una exclusiva y quienes no dudan en dejarse arrastrar por la manida frase ‘que la realidad no te estropee un buen titular’.

El peligro de buscar la verdad

Lo de morir es algo que les ocurre con cierta asiduidad en la ficción a esos periodistas de raza que se mencionaban al principio, que se reúnen en callejones oscuros con sus fuentes y que reciben palizas por indagar donde los poderosos no quieren.

La tasa más alta de mortalidad y de riesgo laboral la tienen en House of Cards. Zoe Barnes y Lucas Goodwin (Sebastian Arcelus) son buenos ejemplos, pero también el último rival periodístico de los Underwood, Tom Hammerschmidt (Boris McGyver), compañero de los dos anteriores en el Washington Herald que, pese a las amenazas verbales y golpes, tiene contra las cuerdas al presidente. Porque alguien tiene que pararle los pies y sacar a relucir sus crímenes y miserias. Algo que es misión de la prensa. Ese es el mensaje. En Lou Grant (Edward Asner), mítico editor de Los Angeles Tribune en la serie que llevaba su nombre a finales de los setenta y principios de los ochenta, había mucho de eso.

House of cards.

Al igual que el personaje de Ben Urich (Vondie Curtis-Hall) en Daredevil. Vieja gloria, dicho con todos los respetos, del periodismo de investigación que se jugaba el tipo con cada noticia y acabó pagando caro su atrevimiento. Porque, aunque se las tome menos en serio, en las series de superhéroes también se dan algunos apuntes interesantes sobre el periodismo y sus profesionales. Lois Lane (Teri Hatcher) era una reportera a la que nada se le ponía por delante y que podía presumir de Pulitzer. Siempre ha sido retratada como la mejor en lo suyo, aunque fuese incapaz de reconocer en su compañero de crónicas a Superman por unas simples gafas.

Y, mucho más reciente, en Supergirl también hay mucho de la importancia de los medios de comunicación a la hora de generar opinión pública. Es algo que se trata continuamente en la serie. No en vano, la protagonista, Kara Danvers (Melissa Benoist), trabaja en un imperio de la comunicación. Y, como no podía ser de otra forma, sus jefes, Cat Grant (Calista Flockhart) primero y Snapper Carr (Ian Gomez) después, son ‘periodistas de raza’ con olfato para las grandes historias. Y si tienen que poner en riesgo sus vidas para contar la verdad, lo hacen.

Los periodistas en la ficción española

En España, las series de periodistas o con algún representante del gremio en la trama son recurrentes. Muchas como B&B, Yo soy Bea y Ciega a citas simplemente se ambientan en una redacción pero ponen más el foco en las relaciones personales que en lo profesional del asunto. No así otras como Periodistas, clásico del género en la televisión española.

La serie creada por Daniel Écija, que se mantuvo nueve temporadas en antena, tenía mucho de relaciones personales –que gran parte de la redacción compartiese piso era, cuanto menos, chocante–. Sin embargo, lo cierto es que en ella se trataban muchos temas relacionados con la profesión. De la redacción del Crónica salieron algunos personajes míticos y todos ellos igualmente entregados a la profesión, con horarios imposibles de conciliar con la vida familiar y el periodismo en las venas, como se suele decir. Luis Sanz (José Coronado), Blas Castellote (Álex Ángulo), Ana Ruiz (Alicia Borrachero)… y la lista podía continuar.

El caso.

Mucho más reciente, y siguiendo en la línea de periodistas dispuestos a morir por una noticia, se encuentra Rodrigo Ugarte, al que da vida Juan Diego Botto en Pulsaciones y que responde al arquetipo de periodista de investigación que se mete tan de lleno en ella que acaba pagándolo con su vida. Y, como no, la dupla formada por Jesús Expósito (Fernando Guillén Cuervo) y Clara López-Dóriga (Verónica Sánchez).

Él es el periodista de raza malhablado, fumador y que vive por y para el periodismo y ella, la joven que acaba de empezar y sueña con ser tan buena periodista como su compañero aunque para ello tenga que jugarse el tipo. Porque, está visto que para la mayoría de las series solo hay dos tipos de periodistas, los que están dispuestos a sacrificarlo todo (vida personal e integridad física incluidas) y los que no tienen ética. Los primeros ganan en número a los segundos.

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