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El testamento artístico de Cy Twombly

Aviñón expone la desconocida producción fotográfica del pintor estadounidense

ÁLEX VICENTE

Sucedió en estas mismas salas en 2007. Una joven camboyana visitaba una muestra de Cy Twombly cuando se vio súbitamente impulsada a besar una de sus obras. Para más inri, el cuadro era blanco, así que el carmín quedó estampado sobre el lienzo. 'Ha sido un gesto de amor, un acto provocado por el poder del arte. Seguro que el artista lo comprenderá', se excusó la mujer. Pero Twombly, fallecido el martes pasado a los 83 años, nunca lo terminó de entender.

'No le hizo ninguna gracia. En especial, porque se habló más de ese estúpido incidente que de la exposición en sí', reconocía ayer el director de la Colección Lambert de Aviñón, donde tendrá lugar durante todo el verano la última muestra concebida por el artista antes de morir. Se trata de una retrospectiva de su producción fotográfica, que practicaba en secreto desde hacía medio siglo y que nunca había demostrado tener mucho interés en exponer. Puede que sea la prueba de que no le terminó cogiendo manía al lugar de los hechos.

Los que le conocieron bien, como Mézil, dicen que tenía un pésimo carácter. Rehuía el mundo del arte y los actos públicos, había concedido dos entrevistas en cincuenta años de carrera y no sentía que tuviera que hacer ningún esfuerzo por cambiar. 'Debía frecuentar a unas diez personas al año. No era fácil convivir con él, pero no creo que fuera un misántropo. Era un hombre tímido y pudoroso, que creía que su trabajo debía hablar por él', analiza Mézil, que acaba de regresar de su funeral en Roma, la ciudad donde vivió durante media existencia. 'Necesitaba aislarse para trabajar, como un oso en plena hibernación.Le gustaba vivir la vida a cierta distancia'.

Las fotografías demuestran ese gusto por la distancia prudencial respecto al mundanal ruido. En un par de ellas, aparece un paisaje marino captado en Gaeta, localidad a medio camino entre la capital italiana y Nápoles donde tenía su estudio. Cuando llegaba el verano, huía hacia el interior del país para escapar de los turistas. En sus imágenes, observa a los bañistas desde la lejanía del paseo marítimo y con un distanciamiento evidente. También cuesta presenciar las imágenes de la sección de juguetes del Wal Mart de su ciudad natal en Virginia sin percibir la mirada distante del artista. O bien los ridículos dulces con formas de animales observados en el escaparate de una pastelería de Boston.

Más relación con su producción pictórica guardan las naturalezas muertas de flores y frutas, como peonias, coles y limones, que fotografió durante la última década con una aparatosa cámara Polaroid. Recuerdan a las explosiones de color de su reciente serie pictórica sobre las rosas y a ese sentimiento febril y sutilmente erótico que inspiraban sus cuadros, tal vez provocado por el sofocante calor del Ferragosto romano.

Ante el caos posmoderno que transmite su pintura, repleta de trazos erosionados y frases semiolvidadas de grandes poetas, su fotografía inspira una quietud infinita. Contra la destrucción a la que remiten sus cuadros, su fotografía reivindica los pequeños placeres. 'Su fotografía parece transcurrir en un tiempo paralelo o en un espacio aislado del resto del mundo, como sucedía en El jardín de los Finzi-Contini', apunta Mézil. La referencia a la película de Vittorio De Sica no es inocente. El mismo Twombly la citó como fuente de inspiración. En ella, los hijos de una familia judía italiana invitan a la pequeña burguesía de la ciudad a adentrarse en su mansión, rodeada de un frondoso bosque que la incomunica del resto del mundo, en los días previos a la Segunda Guerra Mundial. 'Al final, el mundo paralelo que han construido a su alrededor no logra impedir la tragedia. Y lo mismo le ha sucedido a Cy Twombly', concluye Mézil.

En otra de las salas de la exposición, Twombly expone retratos de algunos de sus contemporáneos, como John Cage, Jasper Johns o Robert Rauschenberg, con quien se dice que mantuvo una relación de juventud. Pero Twombly, criado en una familia donde estaba mal visto hablar de uno mismo, nunca fue como ellos. 'Puede que ellos fueran demasiado conscientes de quiénes eran. Yo nunca tuve que preocuparme de mí mismo, más que como un medio para buscar una temática', dejó dicho en una de sus escasas entrevistas. En tiempos de dictadura del ego, Twombly resultaba prácticamente exótico. Ya dice Mézil, y lo hace sólo medio en broma, que fue lo más parecido a 'un artista de hace un par de siglos'.

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