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Tributo a la psicodelia de Lou Reed

ALFONSO ÁLVAREZ-DARDET

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El Matadero homenajea a Lou Reed

Una cama cubierta con sábanas rojas en el centro de la escena y dos pantallas gigantes de fondo que proyectan las experiencias subconscientes y psicotrópicas de Jimmy y Caroline, los dos protagonistas de Desde Berlín, la obra teatral tributo a Berlín (1973), el tercer disco de estudio de Lou Reed. Andrés Lima, dramaturgo y director de este homenaje al mítico compositor neoyorquino no necesita más para contar, a través de la música y la letra de las canciones la historia de amor de estos dos personajes oscuros y tiernos por igual e interpretados por Natalie Poza y Pablo Derqui. La obra se representa hasta el próximo 7 de diciembre en la nave 5 de Matadero, Madrid.

'Estábamos en un pequeño café / se podía oír las guitarras sonar/ fue muy bonito / era el paraíso' reza el segundo párrafo de la canción Berlín, que da nombre al disco. Este ambiente humeante y decadente que describe el texto sirve de punto de partida para que los dos protagonistas se conozcan y comiencen su historia de amor. A partir de ahí, el sexo, el hastío, la angustia y la necesidad vital de huir de una existencia atada a las drogas atrapan a los personajes en algún momento de la representación. El uso continuado de los psicotrópicos como vía de escape no hacen sino encadenarlos por los tobillos y atarlos a esa cama seductora, a simple vista, que resulta ser una metáfora de la muerte de toda esperanza.

''Belín' es una obra de arte cerrada y por eso sacamos de aquí una función''Yo creo que todo el mundo ha tenido una gran pasión o si no se ha quedado con las ganas de vivirla', explica el director Andrés Lima y asegura que la obra la ha querido tratar desde el corazón, porque 'Lou Reed siempre decía que escribía desde el corazón'. 'Es una obra de arte cerrada y por eso sacamos de aquí una función. La historia de Jimmy y Caroline empieza con la primera canción, el recuerdo de lo que fue su relación, y termina con un final emocional'.

Y para transmitir esta efervescencia de emociones el director se ha hecho con dos actores titánicos capaces de llegar a transmitir verdad en cada frase. Cuando sale Poza al escenario, deslumbra la sala. Es una tragedia andante, frágil y natural. Es la chica que todo trasnochador quisiera conocer en un bar de madrugada. La única luz que ilumina un tugurio de mala muerte, la última esperanza de los desamparados, la que acompaña a ese músico solitario que golpea las teclas del piano en la noche. Pero tras esa belleza incandescente, su personaje esconde un escorpión letal capaz de acabar con tu vida en la primera picadura.

A Pablo Derqui el personaje le va como anillo al dedo. No porque se sienta identificado con él, sino porque recuerda a otro que interpretó el año pasado, a las órdenes del director Julio Manrique, en la obra Roberto Zucco. Aunque el segundo es un sociópata extremo, que además existió en la realidad, y que acaba asesinando a personas, los dos tienen en común esa personalidad extrema y compleja que hace que puedan pasar de la ternura a la agresividad en un pestañeo. Lo que sí tienen ambos en común es que en cierto momento de la obra utilizan sus conocimientos musicales. 'Pablo toca la guitarra y yo el piano pero no somos ni pretendemos ser unos virtuosos como músicos ni como cantantes', explica Poza. Aunque raro sería una obra tributo a Lou Reed si ninguno de los actores tocara ningún instrumento o cantara.

'Reed es un gran poeta además de un gran compositor musical'El texto de la obra está escrito por tres dramaturgos que simbolizan tres generaciones diferentes, o tres formas de comprender al músico. 'Cada uno cubre un aspecto diferente de lo que Lou Reed propone', explica Lima. 'Reed es un gran poeta además de un gran compositor musical y con mucha sencillez abarca la narración por la pasión por la vida. Juan Cavestany ha escrito desde la visión más psicodélica. Encarna la parte más enloquecida del disco; Pau Miró ha escrito la parte más tierna y amorosa; y Juan Villoro se ha encargado de la introspección, de los monólogos internos de los personajes, es decir, de lo que es más visceral, como es el caso del texto que escribió a Caroline sobre el tequila, y yo he aportado textos que responden más a la poesía dramática: son canciones pero no para ser cantadas sino interpretadas'

Las canciones del espectáculo están reinterpretadas por el músico Jaume Manresa, de la desaparecida banda Antònia Font. Todas las canciones del disco se pueden oír en la función, no completas, solo partes, y algunas otras que no pertenecen al disco como Perfect Day, del disco Transformer, el segundo de estudio. Manresa no se limita a hacer los arreglos, 'además opina cómo debe sonar una canción u otra, lo entenderéis cuando vayáis a ver la obra, se ha encargado de destacar cada una', asegura Lima

'Todo en su conjunto es un cóctel que nos ha ayudado a crear esa visión tan expansiva que tiene Lou Reed, porque cuando estás escuchando una de sus canciones estás escuchando rock and roll y también una poesía romántica y te estás situando en preguntas incómodas sobre ti y todo eso se hace con una gran belleza', opina el director. Y es cierto, hay belleza en las imágenes, tanto en las que vemos en el escenario como en las proyecciones. Se trata de un encuentro de la hermosura con lo más sórdido de la existencia. Un grito constante de desesperación, no uno, muchos gritos y todos ellos sin respuesta aparente más allá del eco discordante e inútil de dos personajes cuyo amor se transforma en costumbre, y esta, a su vez en necesidad. No hay miedo a estar separados, hay pavor a continuar existiendo en aquella soledad psicotrópica que se han creado a fuerza de ácido y otras drogas.

En cierto momento de la obra Derqui y Poza se cuestionan si el supermercado de debajo de su casa está cerrado o abierto. Son incapaces de averiguarlo, recluidos en aquella habitación, presidida por esa cama con sábanas rojas, la existencia es confusa. Tanto, que ya no son conscientes de si pretenden escapar de su propia ficción o adentrarse en ella. El sexo se convierte en un indicador fiable que les demuestra que aún siguen vivos. Es por eso que lo practican no una ni dos, sino cientos de veces, y no con una ni dos, sino con cientos de personas. En su conjunto es una obra vital, llena de fuerza y angustia, un tributo a uno de los maestros del rock que está a medio camino entre el musical y el teatro. Esta es una retrospectiva indispensable, dirigida desde la visión particular de Lima que dejará buen sabor de boca.

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